crisis
Nuestro único adversario el día de la crisis y al siguiente serán las fuerzas de la reacción unida en torno a una democracia pura
�??Carta a Bebel�?�, 1889
Por atentar contra la libertad, ciertas veces el príncipe esperará el momento de una crisis que él mismo ha venido preparando: así, bajo pretexto de proveer a la salud del Estado, propone soluciones desastrosas que encubre con el velo de la necesidad, la urgencia de las circunstancias y lo desdichado de los tiempos, mientras presume, en cambio, de la pureza de sus intenciones, habla del bien general y público y finge obrar con paternal cuidado. Cuando se rechazan sus propuestas dice sorprendido: “¿Oh!, ¿no queréis? ¿pensáis que saldréis solos del abismo?”. Nadie posee fuerzas suficientes como para hacerle resistencia y se dejan forzar por más que saben que, bajo sus bellas perspectivas, tales propuestas llevan, escondidas, hasta las intenciones más siniestras. Luego, cuando la trampa se descubre ya no hay lugar para evitarla
Les Chaînes de l???esclavage
El proceso de liberación del hombre […] engloba y concierne al conjunto de la humanidad. […] En el curso de las guerras de liberación nacional que en los últimos veinte años se han venido librando y sucediendo, no ha sido raro constatar un cierto matiz de hostilidad, e incluso de odio, del obrero del país colonialista con respecto al colonizado. Pues sucede, en efecto, que el retroceso del imperialismo y la reconversión de las estructuras subdesarrolladas específicas del Estado colonial de manera inmediata se acompañan de las distintas crisis económicas que los obreros de los países colonialistas siempre son los primeros en sentir. Los capitalistas ‘metropolitanos’ se dejan entonces arrancar ventajas sociales y algún aumento de salarios para contentar a sus obreros en la exacta medida en que el Estado colonialista les permite saquear y explotar los territorios ocupados. En el momento crítico en el que los pueblos colonizados finalmente se lanzan a la lucha y exigen su plena independencia comienza un período difícil en el curso del cual, paradójicamente, el interés real de los obreros y campesinos ‘metropolitanos’ parece hallarse en oposición al de los pueblos que están colonizados. Los problemas y daños que produce esa ‘inesperada’ alienación deben ser conocidos y enérgicamente combatidos
�??La guerre d�??Algérie et la libération des hommes�?�
Los hombres hacen lo que es su propia historia, pero no a su completa voluntad, en circunstancias elegidas libremente; bien al contrario, éstas se las encuentran hechas, terminadas, dadas como herencia del pasado. La tradición de las generaciones muertas carga como una pesadilla sobre el cerebro de los vivos. Y cuando parecen ocupados en transformarse y cambiar la realidad creando algo totalmente nuevo, a saber, justamente en el momento de una crisis revolucionaria, comienzan a evocar ansiosamente y a llamar al rescate a los manes de sus antepasados, para ir tomando entonces de ellos nombres, atavíos y consignas, representando la nueva pieza histórica con lenguaje prestado y venerablemente travestidos. Así cubrió Lutero sus facciones con la máscara del apóstol Pablo, mientras la Revolución de 1789-1814 se disfrazó de modo alternativo como República romana y como Imperio, y la revolución del 1848 no supo encontrar nada mejor que parodiar en unas ocasiones el 1789, y en otras en cambio la tradición revolucionaria del 1793-1795
El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte
Nuestro único adversario el día de la crisis y al siguiente serán las fuerzas de la reacción unida en torno a una democracia pura
�??Carta a Bebel�?�, 1889
Por atentar contra la libertad, ciertas veces el príncipe esperará el momento de una crisis que él mismo ha venido preparando: así, bajo pretexto de proveer a la salud del Estado, propone soluciones desastrosas que encubre con el velo de la necesidad, la urgencia de las circunstancias y lo desdichado de los tiempos, mientras presume, en cambio, de la pureza de sus intenciones, habla del bien general y público y finge obrar con paternal cuidado. Cuando se rechazan sus propuestas dice sorprendido: “¿Oh!, ¿no queréis? ¿pensáis que saldréis solos del abismo?”. Nadie posee fuerzas suficientes como para hacerle resistencia y se dejan forzar por más que saben que, bajo sus bellas perspectivas, tales propuestas llevan, escondidas, hasta las intenciones más siniestras. Luego, cuando la trampa se descubre ya no hay lugar para evitarla
Les Chaînes de l???esclavage
El proceso de liberación del hombre […] engloba y concierne al conjunto de la humanidad. […] En el curso de las guerras de liberación nacional que en los últimos veinte años se han venido librando y sucediendo, no ha sido raro constatar un cierto matiz de hostilidad, e incluso de odio, del obrero del país colonialista con respecto al colonizado. Pues sucede, en efecto, que el retroceso del imperialismo y la reconversión de las estructuras subdesarrolladas específicas del Estado colonial de manera inmediata se acompañan de las distintas crisis económicas que los obreros de los países colonialistas siempre son los primeros en sentir. Los capitalistas ‘metropolitanos’ se dejan entonces arrancar ventajas sociales y algún aumento de salarios para contentar a sus obreros en la exacta medida en que el Estado colonialista les permite saquear y explotar los territorios ocupados. En el momento crítico en el que los pueblos colonizados finalmente se lanzan a la lucha y exigen su plena independencia comienza un período difícil en el curso del cual, paradójicamente, el interés real de los obreros y campesinos ‘metropolitanos’ parece hallarse en oposición al de los pueblos que están colonizados. Los problemas y daños que produce esa ‘inesperada’ alienación deben ser conocidos y enérgicamente combatidos
�??La guerre d�??Algérie et la libération des hommes�?�
Los hombres hacen lo que es su propia historia, pero no a su completa voluntad, en circunstancias elegidas libremente; bien al contrario, éstas se las encuentran hechas, terminadas, dadas como herencia del pasado. La tradición de las generaciones muertas carga como una pesadilla sobre el cerebro de los vivos. Y cuando parecen ocupados en transformarse y cambiar la realidad creando algo totalmente nuevo, a saber, justamente en el momento de una crisis revolucionaria, comienzan a evocar ansiosamente y a llamar al rescate a los manes de sus antepasados, para ir tomando entonces de ellos nombres, atavíos y consignas, representando la nueva pieza histórica con lenguaje prestado y venerablemente travestidos. Así cubrió Lutero sus facciones con la máscara del apóstol Pablo, mientras la Revolución de 1789-1814 se disfrazó de modo alternativo como República romana y como Imperio, y la revolución del 1848 no supo encontrar nada mejor que parodiar en unas ocasiones el 1789, y en otras en cambio la tradición revolucionaria del 1793-1795
El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte