utopía
Cuando digo utopía pienso en la revolución. La Comuna de París, los primeros años de la Revolución Rusa, eso es la utopía. Ser realista es pedir lo imposible. Baudelaire y Marx tenían los mismos enemigos. ¿O vamos a entender ahora la política como la renovación parcial de las cámaras legislativas o los vaivenes de la interna peronista? En este país hay que hacer la revolución. Sobre esa base se puede empezar a hablar de política. De lo contrario, prefiero conversar sobre la variante de Kaspárov en la formación Schveningen de la defensa siciliana o sobre el empleo del subjuntivo en la prosa de Musil. Me parecen temas mucho más interesantes y provechosos. […] Algunos han perdido las ilusiones, se han vuelto sensatos y conformistas. Corren el riesgo de convertirse en funcionarios del sentido común. Para pensar bien, quiero decir para ser lo contrario de un bien pensante, hay que creer que el mundo se puede cambiar. Hay que estar en un lugar excéntrico, opuesto al orden establecido, fuera de todo. No tengo confianza en nada ni soy un hombre optimista, pero justamente por eso creo que hay que aspirar a la utopía y a la revolución. Un amigo de Brecht solía decir: sólo por amor a los desesperados conservamos todavía la esperanza.
Crítica y ficción
Deshistorización de la primitiva Historia Antigua, utopizada como vida simple, frugal y equitativa
La Fête révolutionnaire
Lo que finge Platón en su República o lo que rige ahora en Utopía es mejor que lo nuestro en todo caso […]; aquí domina la propiedad privada, mientras allí todo es en común […]. En donde exista la propiedad privada, donde todo se mida por dinero, no podrán reinar en el Estado la prosperidad y la justicia, a menos que sea justo aquel Estado en que lo mejor pertenece a los peores, y que sea próspero un país donde sólo unos pocos individuos copan entre sí todos los bienes […] mientras los más están en la miseria. […] La distribución de los bienes por igual permite a todos vivir en la abundancia […] No hay otro modo de salvar a un pueblo que la plena igualdad de condiciones poseyendo los bienes entre todos […]. Es preciso abolir la propiedad
Utopía
Los utópicos son cultivadores, pero no propietarios de sus tierras. Las casas las habitan ciudadanos que las tienen por turno riguroso
Utopía
Conociendo tan sólo una ciudad de Utopía, ya todas se conocen […]. Amaurotas, que es casi cuadrada, es la sede también de la Asamblea. […] Los edificios forman líneas continuas de casas enfrontadas, todo a lo largo de las calles. Tras las casas hay vastos jardines que se encuentran cerrados por las casas que se adosan a ellos por los lados. Dichas casas son todas de tres pisos, y sus techos son planos, colocándose vidrio en las ventanas. […] Y, como allí no existe propiedad, sus moradores se cambian de casa cada diez años, según previo sorteo
Utopía
Cuando digo utopía pienso en la revolución. La Comuna de París, los primeros años de la Revolución Rusa, eso es la utopía. Ser realista es pedir lo imposible. Baudelaire y Marx tenían los mismos enemigos. ¿O vamos a entender ahora la política como la renovación parcial de las cámaras legislativas o los vaivenes de la interna peronista? En este país hay que hacer la revolución. Sobre esa base se puede empezar a hablar de política. De lo contrario, prefiero conversar sobre la variante de Kaspárov en la formación Schveningen de la defensa siciliana o sobre el empleo del subjuntivo en la prosa de Musil. Me parecen temas mucho más interesantes y provechosos. […] Algunos han perdido las ilusiones, se han vuelto sensatos y conformistas. Corren el riesgo de convertirse en funcionarios del sentido común. Para pensar bien, quiero decir para ser lo contrario de un bien pensante, hay que creer que el mundo se puede cambiar. Hay que estar en un lugar excéntrico, opuesto al orden establecido, fuera de todo. No tengo confianza en nada ni soy un hombre optimista, pero justamente por eso creo que hay que aspirar a la utopía y a la revolución. Un amigo de Brecht solía decir: sólo por amor a los desesperados conservamos todavía la esperanza.
Crítica y ficción
Deshistorización de la primitiva Historia Antigua, utopizada como vida simple, frugal y equitativa
La Fête révolutionnaire
Lo que finge Platón en su República o lo que rige ahora en Utopía es mejor que lo nuestro en todo caso […]; aquí domina la propiedad privada, mientras allí todo es en común […]. En donde exista la propiedad privada, donde todo se mida por dinero, no podrán reinar en el Estado la prosperidad y la justicia, a menos que sea justo aquel Estado en que lo mejor pertenece a los peores, y que sea próspero un país donde sólo unos pocos individuos copan entre sí todos los bienes […] mientras los más están en la miseria. […] La distribución de los bienes por igual permite a todos vivir en la abundancia […] No hay otro modo de salvar a un pueblo que la plena igualdad de condiciones poseyendo los bienes entre todos […]. Es preciso abolir la propiedad
Utopía
Los utópicos son cultivadores, pero no propietarios de sus tierras. Las casas las habitan ciudadanos que las tienen por turno riguroso
Utopía
Conociendo tan sólo una ciudad de Utopía, ya todas se conocen […]. Amaurotas, que es casi cuadrada, es la sede también de la Asamblea. […] Los edificios forman líneas continuas de casas enfrontadas, todo a lo largo de las calles. Tras las casas hay vastos jardines que se encuentran cerrados por las casas que se adosan a ellos por los lados. Dichas casas son todas de tres pisos, y sus techos son planos, colocándose vidrio en las ventanas. […] Y, como allí no existe propiedad, sus moradores se cambian de casa cada diez años, según previo sorteo
Utopía
Cuando digo utopía pienso en la revolución. La Comuna de París, los primeros años de la Revolución Rusa, eso es la utopía. Ser realista es pedir lo imposible. Baudelaire y Marx tenían los mismos enemigos. ¿O vamos a entender ahora la política como la renovación parcial de las cámaras legislativas o los vaivenes de la interna peronista? En este país hay que hacer la revolución. Sobre esa base se puede empezar a hablar de política. De lo contrario, prefiero conversar sobre la variante de Kaspárov en la formación Schveningen de la defensa siciliana o sobre el empleo del subjuntivo en la prosa de Musil. Me parecen temas mucho más interesantes y provechosos. […] Algunos han perdido las ilusiones, se han vuelto sensatos y conformistas. Corren el riesgo de convertirse en funcionarios del sentido común. Para pensar bien, quiero decir para ser lo contrario de un bien pensante, hay que creer que el mundo se puede cambiar. Hay que estar en un lugar excéntrico, opuesto al orden establecido, fuera de todo. No tengo confianza en nada ni soy un hombre optimista, pero justamente por eso creo que hay que aspirar a la utopía y a la revolución. Un amigo de Brecht solía decir: sólo por amor a los desesperados conservamos todavía la esperanza.
Crítica y ficción