eterno
Un monumento no conmemora, no honra algo que ocurrió, sino que susurra al oído del porvenir las sensaciones persistentes que encarnan el acontecimiento: el sufrimiento eternamente renovado de los hombres, su protesta recreada, su lucha siempre retomada. ¿Resultaría acaso todo en vano porque el sufrimiento es eterno, y porque las revoluciones no sobreviven a su victoria? Pero el éxito de una revolución sólo reside en la revolución misma, precisamente en las vibraciones, los abrazos, las aperturas que dio a los hombres en el momento en que se llevó a cabo, y que componen en sí un monumento siempre en devenir, como esos túmulos a los que cada nuevo viajero añade una piedra. La victoria de una revolución es inmanente, y consiste en los nuevos lazos que instaura entre los hombres, aun cuando éstos no duren más que su materia en fusión y muy pronto den paso a la división, a la traición
¿Qué es la filosofía?
¡Tú eres aquel que, en alianza mutua,
unidos por un plan, por ideales,
por idéntico azar y una esperanza,
a la gloriosa empresa te sumaste
junto a mí aquella vez! Ahora nos une
en hado similar el infortunio:
ya ves desde qué altura y en qué sima
tan profunda nos hemos sumergido.
[...]
Pero no ha de importar; pese a los males
que me pueda infligir quien me ha vencido,
yo nunca he de cambiar ni arrepentirme,
[...]
sensible a las ofensas y a la injuria
que a plantar cara a Dios me condujeron,
llevando tras de mí al atroz combate
un batallón de Espíritus enorme
que el reino celestial menospreciaron,
prefiriéndome a él y combatiendo
con adverso poder el poder sumo
en indecisa lid por las llanuras
del Cielo, hasta mover su regio trono.
¿Qué importa fracasar en la batalla?
No todo se perdió si mantenemos
esta sed de venganza y este empuje,
este odio sin fin y esta entereza
que no se ha de rendir ni someterse.
¿Quién puede proclamar que me ha vencido?
[...]
La experiencia adquirida, igual armados,
con mayor precisión y fundamento
podemos combatir, en guerra eterna,
a ese gran enemigo, que ahora triunfa
[...]
como eterno tirano de los Cielos
Paradise Lost, I, vv. 84-124
La fiesta revolucionaria, que pretende ser instituyente de una sociedad por fin eterna, realiza un inmenso esfuerzo para conjurar la decadencia [...], regularizar el tiempo de la Revolución, ocultar sus saltos y accidentes
La Fête révolutionnaire
Hacer sensible la discontinuidad que la Revolución ha introducido en el curso del tiempo significa marcar un comienzo absoluto [...], encontrar un medio, contra el tiempo, de eternizar la Revolución
La Fête révolutionnaire
Reconciliar lo racional y lo sensible, lo salvaje y lo civilizado, como el tiempo con la eternidad. Esa es como tal la pretensión de la fiesta revolucionaria
La Fête révolutionnaire
Un monumento no conmemora, no honra algo que ocurrió, sino que susurra al oído del porvenir las sensaciones persistentes que encarnan el acontecimiento: el sufrimiento eternamente renovado de los hombres, su protesta recreada, su lucha siempre retomada. ¿Resultaría acaso todo en vano porque el sufrimiento es eterno, y porque las revoluciones no sobreviven a su victoria? Pero el éxito de una revolución sólo reside en la revolución misma, precisamente en las vibraciones, los abrazos, las aperturas que dio a los hombres en el momento en que se llevó a cabo, y que componen en sí un monumento siempre en devenir, como esos túmulos a los que cada nuevo viajero añade una piedra. La victoria de una revolución es inmanente, y consiste en los nuevos lazos que instaura entre los hombres, aun cuando éstos no duren más que su materia en fusión y muy pronto den paso a la división, a la traición
¿Qué es la filosofía?
¡Tú eres aquel que, en alianza mutua,
unidos por un plan, por ideales,
por idéntico azar y una esperanza,
a la gloriosa empresa te sumaste
junto a mí aquella vez! Ahora nos une
en hado similar el infortunio:
ya ves desde qué altura y en qué sima
tan profunda nos hemos sumergido.
[...]
Pero no ha de importar; pese a los males
que me pueda infligir quien me ha vencido,
yo nunca he de cambiar ni arrepentirme,
[...]
sensible a las ofensas y a la injuria
que a plantar cara a Dios me condujeron,
llevando tras de mí al atroz combate
un batallón de Espíritus enorme
que el reino celestial menospreciaron,
prefiriéndome a él y combatiendo
con adverso poder el poder sumo
en indecisa lid por las llanuras
del Cielo, hasta mover su regio trono.
¿Qué importa fracasar en la batalla?
No todo se perdió si mantenemos
esta sed de venganza y este empuje,
este odio sin fin y esta entereza
que no se ha de rendir ni someterse.
¿Quién puede proclamar que me ha vencido?
[...]
La experiencia adquirida, igual armados,
con mayor precisión y fundamento
podemos combatir, en guerra eterna,
a ese gran enemigo, que ahora triunfa
[...]
como eterno tirano de los Cielos
Paradise Lost, I, vv. 84-124
La fiesta revolucionaria, que pretende ser instituyente de una sociedad por fin eterna, realiza un inmenso esfuerzo para conjurar la decadencia [...], regularizar el tiempo de la Revolución, ocultar sus saltos y accidentes
La Fête révolutionnaire
Hacer sensible la discontinuidad que la Revolución ha introducido en el curso del tiempo significa marcar un comienzo absoluto [...], encontrar un medio, contra el tiempo, de eternizar la Revolución
La Fête révolutionnaire
Reconciliar lo racional y lo sensible, lo salvaje y lo civilizado, como el tiempo con la eternidad. Esa es como tal la pretensión de la fiesta revolucionaria
La Fête révolutionnaire
Un monumento no conmemora, no honra algo que ocurrió, sino que susurra al oído del porvenir las sensaciones persistentes que encarnan el acontecimiento: el sufrimiento eternamente renovado de los hombres, su protesta recreada, su lucha siempre retomada. ¿Resultaría acaso todo en vano porque el sufrimiento es eterno, y porque las revoluciones no sobreviven a su victoria? Pero el éxito de una revolución sólo reside en la revolución misma, precisamente en las vibraciones, los abrazos, las aperturas que dio a los hombres en el momento en que se llevó a cabo, y que componen en sí un monumento siempre en devenir, como esos túmulos a los que cada nuevo viajero añade una piedra. La victoria de una revolución es inmanente, y consiste en los nuevos lazos que instaura entre los hombres, aun cuando éstos no duren más que su materia en fusión y muy pronto den paso a la división, a la traición
¿Qué es la filosofía?