1905
La explosión de las revoluciones casi siempre ha tomado por sorpresa a los grupos y partidos revolucionarios, como también a todos los restantes; no hay una realmente que pueda imputarse a las actividades de esos grupos […]. Es así como Lenin, en el 1905, pudo exaltar la ‘creatividad revolucionaria del pueblo’ con casi total sinceridad
De la Revolución
La revuelta planeaba sobre el aire. El individuo se disolvía entre la masa, y la masa a su vez se confundía en el seno de un común impulso. Como una ola que arrastra la tormenta, como una fuerza gigantesca […], en mitad de aquel caos despertó la necesidad de un orden nuevo cuyos elementos ya cristalizaban. […] Como la agitación de las fuerzas elementales precedía a la labor de la conciencia […], la necesidad de actuar dejaba atrás todo el trabajo organizativo. Tal la debilidad de la revolución, pero es ahí donde se da su fuerza
I
Ocurrió en nuestro tiempo.
[…]
Sobre las calles, la manifestación
va allanando todos los obstáculos.
Va afluyendo
la cola, rumorosa.
Ya está cerca del parque.
Llega al puente
Troitski.
Desde el Neva, ocho descargas.
La novena, cansada.
Gente al trote.
A lo lejos:
“¡Venganza!”
Corren por las aceras.
Cae la noche
que la aurora ya no levantará.
Al tronar de descargas,
desde las barricadas otro trueno.
[…]
Obstinada y desnuda, sin sonrojo,
la ciudad se mostraba toda entera.
II
Esos días son como un periódico,
pueden leerse al azar,
por cualquier lado.
Tengo catorce años,
quince dentro de un mes.
[...]
La ciudad sueña.
[…]
La bencina prolongó el ocaso,
y, detrás, se retuerce
aún el rojo gayo de las llamas.
III
En la calle, cuajada,
saludando despacio a las banderas.
Se apagaban los coros a lo lejos
y se despeinó la oscuridad.
Mira el sol, a través de sus gemelos.
Cañoneo y ocaso, todo el día.
[…]
Los crujientes montones de la nieve,
los cadáveres, puestos sobre el suelo
como si se lanzaran a volar.
Ocurrió en nuestro tiempo.
[…]
Esos primeros días de febrero
me enamoré de la tormenta.
El año 1905
La revolución es una guerra, una guerra civil. Única guerra justa, necesaria, legítima, la única gran guerra de las conocidas por la historia. No sostenida por el interés de un puñado de explotadores y caudillos, tal como lo son las otras guerras, sino del de las masas populares, dirigida contra los tiranos
La explosión de las revoluciones casi siempre ha tomado por sorpresa a los grupos y partidos revolucionarios, como también a todos los restantes; no hay una realmente que pueda imputarse a las actividades de esos grupos […]. Es así como Lenin, en el 1905, pudo exaltar la ‘creatividad revolucionaria del pueblo’ con casi total sinceridad
De la Revolución
La revuelta planeaba sobre el aire. El individuo se disolvía entre la masa, y la masa a su vez se confundía en el seno de un común impulso. Como una ola que arrastra la tormenta, como una fuerza gigantesca […], en mitad de aquel caos despertó la necesidad de un orden nuevo cuyos elementos ya cristalizaban. […] Como la agitación de las fuerzas elementales precedía a la labor de la conciencia […], la necesidad de actuar dejaba atrás todo el trabajo organizativo. Tal la debilidad de la revolución, pero es ahí donde se da su fuerza
I
Ocurrió en nuestro tiempo.
[…]
Sobre las calles, la manifestación
va allanando todos los obstáculos.
Va afluyendo
la cola, rumorosa.
Ya está cerca del parque.
Llega al puente
Troitski.
Desde el Neva, ocho descargas.
La novena, cansada.
Gente al trote.
A lo lejos:
“¡Venganza!”
Corren por las aceras.
Cae la noche
que la aurora ya no levantará.
Al tronar de descargas,
desde las barricadas otro trueno.
[…]
Obstinada y desnuda, sin sonrojo,
la ciudad se mostraba toda entera.
II
Esos días son como un periódico,
pueden leerse al azar,
por cualquier lado.
Tengo catorce años,
quince dentro de un mes.
[...]
La ciudad sueña.
[…]
La bencina prolongó el ocaso,
y, detrás, se retuerce
aún el rojo gayo de las llamas.
III
En la calle, cuajada,
saludando despacio a las banderas.
Se apagaban los coros a lo lejos
y se despeinó la oscuridad.
Mira el sol, a través de sus gemelos.
Cañoneo y ocaso, todo el día.
[…]
Los crujientes montones de la nieve,
los cadáveres, puestos sobre el suelo
como si se lanzaran a volar.
Ocurrió en nuestro tiempo.
[…]
Esos primeros días de febrero
me enamoré de la tormenta.
El año 1905
La revolución es una guerra, una guerra civil. Única guerra justa, necesaria, legítima, la única gran guerra de las conocidas por la historia. No sostenida por el interés de un puñado de explotadores y caudillos, tal como lo son las otras guerras, sino del de las masas populares, dirigida contra los tiranos
La explosión de las revoluciones casi siempre ha tomado por sorpresa a los grupos y partidos revolucionarios, como también a todos los restantes; no hay una realmente que pueda imputarse a las actividades de esos grupos […]. Es así como Lenin, en el 1905, pudo exaltar la ‘creatividad revolucionaria del pueblo’ con casi total sinceridad
De la Revolución