Mesa redonda sobre Kafka, sus guaridas, refugios y escondites con Esther Ramón (poeta, escritora y profesora de la UC3M y de la Escuela SUR, entre otras), Paz Olivares (editora independiente y profesora de la Escuela SUR) y la moderación de David Sánchez-Usanos (profesor de Filosofía en la UAM y profesor de la Escuela SUR). 

«Franz Kafka, al amparo de la escritura», Paz Olivares .

En noviembre de 1917, tercer año de la Gran Guerra y tres meses después de toser sangre en el apartamento gélido del palacio Schönborn, Franz garabatea un acertijo:  "Entender la suerte de que el suelo sobre el que estás no puede ser más grande que los dos pies que lo cubren". Lo que conocemos hoy como «Aforismo 24» llama a esbozar los límites de aquello que sostenía a Kafka, lo único que le parecía tierra firme: la medida exacta de sus huellas, que trató de borrar sin éxito antes de irse, pero que ahora componen una de las obras más importantes de la literatura universal. 

«El pequeño habitante de las ruinas. En la madriguera de Kafka», Esther Ramón 

En el diario de Kafka aparece un personaje que refulge en medio de una prosa ágil y cargada de ironía, con una luz demasiado intensa o sana:  "… me hubiera gustado y habría preferido ser ese pequeño habitante de unas ruinas, tostado por el sol, el cual, entre los escombros, sobre la hiedra tibia, me habría iluminado por todas partes". Como un ensueño compensatorio, el pequeño habitante de las ruinas contrasta con la claustrofobia, con las casas incómodas, vulneradas, y con la incapacidad de habitar que encontramos en su obra. Muestra de ello es la madriguera de La construcción [Der Bau], tal vez su último escrito, que quedó inconcluso o premeditadamente tan abierto como las ruinas que anhelaba.  

Ilustraciones de Miquel Barceló para La Transformación, de Franz Kafka.