Francisco Contreras Molina, Niño de Elche, se aproximó casi por vez primera a la obra de Francis Bacon coincidiendo con la gran retrospectiva que el Museo del Prado dedicó al pintor británico con motivo de su centenario en 2009. Tras visitar la exposición, uno de los interrogantes que le acecharon fue el de preguntarse por el mundo sonoro que acompañaba a Bacon en sus momentos creativos. Niño de Elche se embarcó entonces en un proyecto artístico alimentado por lo experimentado tras visitar la muestra y aderezado con lecturas de Shakespeare y T.S. Eliot, y con la escucha de discos de JohnCage. Así nació VaconBacon, a partir de La canción de amor de San Sebastián, un poema erótico que escribió Eliot en una carta a Howard Aiken, y que sirvió de inspiración, entre otros, al propio Bacon.
La canción de amor de San Sebastián fue también uno de los primeros temas de Exquirla, la banda que integran Niño de Elche y Toundra, dos identidades musicales de larga trayectoria y enorme contundencia. Exquirla presentaron su primer trabajo, Para quienes aún viven (2017), el pasado febrero en Frontera Círculo Ambar, con dos conciertos que agotaron sus localidades poco después de anunciarse. Por esas mismas fechas, la Sala Goya del Círculo de Bellas Artes acogía Francis Bacon. La cuestión del dibujo, más de medio centenar de dibujos a lápiz, pastel y collage, que venían a reflexionar sobre la polémica cuestión de la autenticidad de los dibujos de Bacon.
La «carta blanca» existe. Como paradoja, esta libertad de acción se la ha concedido PHE17 a Alberto García-Alix, Premio Nacional de Fotografía, uno de los fotógrafos más libres de nuestro país. Se podría decir que ha sido como echar gasolina al fuego, una invitación ya no a ser aún más libre, sino aún más transgresor. Así pues, ha dispuesto del privilegio de seleccionar a su antojo seis exposiciones y una actividad dentro del epígrafe La exaltación del ser. Una mirada heterodoxa de la programación de PHotoEspaña 2017, que en su vigésima edición se presentó en el Círculo de Bellas Artes el pasado jueves 17 de mayo.
García-Alix, que siempre ha jugado a pisotear como nadie los límites socialmente preestablecidos con su ilimitada mirada, sí ha aprovechado esta licencia para satisfacer esos instintos provocadores, voyeristas, marginales, lisérgicos, sexuales, violentos… con una selección que no deja indiferente de ninguna manera y que, como apunta él mismo, está «entre lo sublime y lo heterodoxo».
En La exaltación del ser. Una mirada heterodoxa Alix ha recogido a diversos autores en los que también encontramos paralelismos en su propio recorrido fotográfico y vital en torno al autorretrato y la autobiografía, algo que explica muy bien en la conferencia que el autor dio hace unos años en el CBA con motivo de una exposición (vídeo a continuación desde el 6’22” al 9’00”). Precisamente, todos los fotógrafos que ha escogido muestran de alguna manera ese alma, esos trazos autoreferenciales en esa búsqueda constante del lado más oscuro de un ser que duda, zozobra y se angustia. Algunos tienen aún esa «mirada hacia afuera», visible en sus comienzos, y otros, se aproximan más hacia adentro, a las cloacas de uno mismo.
La exaltación toma la carne como catapulta de los sentidos. En la obra de Antoine d’Agata, nos convulsiona y agita. Imágenes y textos nos llegan como embates de hierro. Dan sobre nuestra carne y nos provocan. Sentimos vértigo. El desamparo es vital y el miedo constante. Frío o calor. El desencuentro como futuro y el presente lacerando el cuerpo. Antoine lo tortura o lo deconstruye, como si moldeara barro. Lo aprisiona a límites que aniquilan la intimidad más absoluta. Lo pone ante nuestros ojos en un universo de jaula. Como bajo la lona. Sin entorno ni referencias temporales. La obsesión es la atmósfera y lo febril, la luz. Un soplo religioso. La violencia del deseo. Su penitencia. La teatralidad de la revelación. Fantasmagorías. Apariciones. O quizás sean santos postrados ante el altar de los sentidos. El amor y su violencia. Los cuerpos como estigma y dogma. No hay regreso ni salida. Ni bellos sueños. Ni otro camino que la inercia de la caída. Obra sublime. Eleva lo existencial de la angustia. La náusea. El caos. La desazón. De ahí que vomite vacío, lo exhausto de la existencia.
«Load Shine» Paulo Nozolino. Sala Picasso del CBA.
En la obra de Paulo Nozolino, la idea pasional de la presencia y su espectro son vistos siempre desde el plano vertical. Un espacio donde la línea frustra el horizonte. Lo adensa y lo pone ante nuestros ojos oscureciendo el detalle. Hay en sus imágenes un todo destruido que nos habla, que nos interroga. Como a fuego lento. La abstracción gana sustancia. Miramos penumbra. La descomposición de un paisaje oprimido. Reverberación de ausencia. El pasado lo habita. Soledad de vacío. Angustia, tragedia y dolor. Quizás Nozolino comenzó mirando el cielo. Un cielo siempre pesado. Sus imágenes parecen salir de sueños. Hoy, con este trabajo, Load Shine, sujeta su mirada a lo intemporal de lo que yace en apariencia muerto. Vemos un mundo que se destruye continuamente. Como en esa imagen que muestra una bombilla aislada en silencio, donde la luz es herida; o esa otra que muestra los pies de un burro muerto. Con flash y a mediodía. Una vaporosa y visible idea de muerte nos embarga. El corazón en la mano. Vivimos en decadencia eterna.
«Fui un hombre sin moralidad» Pierre Molinier. Sala Minerva.
Ahora pongamos sonidos negros. Sordina. El espíritu oculto. Disfraz. Voyeurismo. A Pierre Molinier y a su obra los alimenta Eros. Seducido constantemente por el doble o por sí mismo, se trasviste. Se hace el amor. Se posee. Parece una muñeca con la piel de otros cuerpos. Es Pierre. Medias oscuras. Papel pintado. Zapatos. Fetichismo. La profanación y su placer excelso. Estamos ante la obra de un gran fabulador. Un independiente. Un individualista con lo femenino como obsesión y pertenencia. Una mirada heterodoxa y radical que busca en la figuración del deseo su territorio más íntimo de creación. Lo nutre un modernismo gótico. Un darse sin pudor y el narcisismo como espejo multiplicador. No se pone prohibiciones ni censura. Solo es juego. Sexo andrógino. Sin vellosidad. Hermafroditismo simbólico. En sus imágenes le vemos sonreír, con dientes afilados. Hierático y rabioso como si fuera un caníbal, se oculta tras una máscara ornamentada de recortes. Cuerpos entrelazados. Un hombre que escribió y fotografió sobre la cruz ficticia de su tumba el epitafio “Ce fut un homme sans moralite” (“fui un hombre sin moralidad”). Con esta lucidez acepta su causa. No busca gloria ni honores. Se muestra obsceno. Perverso. Como un exhibicionista abriendo su gabardina. “Mise en scène” y luz fría. Un gabinete de curiosidades mórbidas. Misterio, sexualidad, fantasía. De ahí que lo surrealista en su obra sea evidente y lejano al mismo tiempo. Hasta para su muerte, preparada y ejecutada por su propia mano. “Je me tue” (“me mato”), dejó en la nota. Feroz hedonismo e independencia.
Hay que advertir que, sobre todo la exposición de D’Agata no está recomendada para menores de 18 años, y que sus imágenes e instalaciones audiovisuales pueden herir sensibilidades. Lo cierto es que estas fotografías, más allá de lo técnico, que son geniales, pueden revolver estómagos y conciencias con su temática. Para eso está la «carta blanca» de la opinión, para que cada uno saque las conclusiones que quiera. Incluso a aquellos que pataleen les preguntaría, ¿os habéis planteado por qué pataleáis? Es curioso contemplar que determinadas noticias que nos pasan a diario las televisiones o las redes sociales no provocan ni la mitad de reacciones que algunas obras de arte y fotografías.
Datos de interés:
PHE17 del 30 de mayo al 24 de septiembre en el Círculo de Bellas Artes.
Alberto García-Alix estará en la Cátedra ACCIONA de la Escuela SUR, que tiene lugar en el Círculo de Bellas Artes el 24 de mayo de 2017 a las 19h., en una conversación ABIERTA AL PÚBLICO.
Antoine D’Agata será uno de los profesores en el Curso de Fotografía de la Escuela de las Artes 2017 #edla17 que dirige Nicolás Combarro. Impartirá el tema Fotografía y autobiografía del día 27 de junio. ¿Te apuntas?
Bajo el título Poner la violencia contra las mujeres en el centro para entender el presente, Rita Laura Segato, antropóloga y activista feminista, pronunció una conferencia en el Círculo de Bellas Artes el pasado mes de marzo, coincidiendo con la publicación de su libro La guerra contra las mujeres, editado por Traficantes de sueños.
Unos días antes, la periodista Irene G. Rubio entrevistó a la pensadora argentina para la revista Minerva. En el siguiente vídeo, podéis ver un extracto de la charla, que se publicará íntegramente en la revista. La feminización de la guerra, la profesionalización del cuidado, la privatización del espacio doméstico o el arraigo como enemigo del capital son algunos de los temas que abordaron.
Rita Laura Segato nació en Argentina pero lleva más de tres décadas en Brasil. Es doctora en Antropología, profesora en la Universidad de Brasilia, y teórica y activista feminista. Sus principales campos de interés se centran en las nuevas formas de violencia contra las mujeres y en las consecuencias contemporáneas de la colonialidad del poder. Entre sus obras más importantes se deben citar: Las estructuras elementales de la violencia (Buenos Aires, 2013), La nación y sus otros (Buenos Aires, 2007) y La crítica de la colonilaidad en ocho ensayos y una antropología por demanda (2015).
Se trata de una de las piezas más representativas del Círculo de Bellas Artes y, aunque son numerosos los visitantes que acuden expresamente en su búsqueda, para muchos otros constituye un inesperado (y agradable) descubrimiento. Hablamos de la escultura El salto de Léucade, del vallisoletano Moisés de Huerta. Una de las mejores muestras de la calidad artística que atesora el Círculo.
La amplitud del espacio que conforma La Pecera, donde se encuentra ubicada la obra, conduce nuestra mirada hacia los elevados techos cubiertos por los lienzos de José Ramón Zaragoza, las enormes lámparas que inundan de luz el salón, las imponentes columnas o los grandes ventanales desde los que se fisgonea la vida de Madrid. Una vez en este espacio, no es difícil tropezar con el mármol esculpido y hacerse algunas preguntas: ¿quién es?, ¿cuál es su historia?
Aún recuerdo mi descubrimiento de El Salto de Léucade. Al verla me sentí sorprendido a la vez que un poco avergonzado: mi primer acto reflejo fue desviar la mirada de ese cuerpo desnudo. Es en una segunda fase cuando comprendes que esa bella joven yace ahí por ti, que alguien ha elegido ese lugar para que tú la encuentres, para que te sientas como un explorador que encuentra un tesoro escondido. Y aunque habrán sido miles las personas que la han admirado a lo largo de décadas, en ese momento solo tú la conoces, solo tú la has visto, solo tú sabes dónde está y, por ello, tienes el deber de guardar el secreto, si no quieres que alguien te arrebate esa vivencia.