Houdini reloaded: El poder de las series y las series del poder

TEXTO DE IVÁN DE LOS RÍOS.

Malos tiempos para la rumia. En estos días extraños, la ralentización del mundo parece multiplicar la voluntad de aforismo y la frase de camiseta. Recorremos los libros que reptan bajo nuestras camas en busca de una sentencia inteligente, un apotegma que aglutine la singularidad de esta experiencia inédita. Una frase para twitter, tal vez. Una cita para un paper. Un suspiro. Una ventana de lucidez frente a la pandemia. El lector rumiante solicitado por Nietzsche en sus escritos vegeta en nuestra alcoba más atontado que nunca. No tenemos fuerzas. Nos falta el ánimo y la energía. Nos pueden la desidia y el desamparo. Nos parece mucho más fácil abrir 2666 de Roberto Bolaño y secuestrar el verso de Baudelaire con que el chileno abre su descenso a los infiernos del feminicidio: “Un oasis de horror en un desierto de aburrimiento”.

Así estamos: animales inteligentes con los ojos bien abiertos; animales en mitad del horror de la pandemia, la violencia, la estupidez, la enfermedad, la injusticia y la muerte; animales indignados que, pese a todo, se aburren como ostras. Y cuando uno se aburre como una ostra y, además, se sabe rodeado por el horror y el sinsentido, entonces tiende inevitablemente al universo (siempre fiable) del entretenimiento y la distracción. Ese universo carcelario -sin barrotes ni celdas- que Huxley solía identificar con la dictadura perfecta en sede democrática:
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Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, pero sería básicamente una prisión sin muros de la que los presos ni siquiera soñarían con escapar. Sería esencialmente un sistema de esclavitud, en el que gracias al consumo y el entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre.

Aldous Huxley Un mundo feliz (1932).

Se oye mucho hablar estos días del escape y la fuga. Huir de la pandemia y de la propia casa. Escapar de la peste en el exterior y del enclaustramiento en el interior. Huir de la realidad mediante el recurso a las diferentes formas de ocio audiovisual que atraviesan nuestras vidas. En mitad del horror, tan aburridos, ¿qué nos queda sino consumir ficción televisiva? ¿Qué podemos hacer más que ver series y más series? Dios bendiga a las series; Dios bendiga a las series que nos salvaron del encierro; las series que nos distrajeron; las miniseries que nos ayudaron a escapar de esta cárcel de sufrimiento absurdo y de los primos, la abuela, la cuñada y el tío Juan. En tiempos de penuria y de cuarentena; en tiempos de pandemia y de injusticia, nada mejor que una buena dosis de distracción y entretenimiento.
¿O no?
Pues no. Al menos no así, tan a las bravas. ¿Se puede pensar con y contra la ficción desde la ficción misma? Quizás estos sean malos tiempos para la rumia intelectual, pero nunca lo son para leer a Pascal:

MISERIA. -La única cosa que nos consuela de nuestras miserias es el divertimiento, y, sin embargo, es la más grande de nuestras miserias. Porque es lo que nos impide principalmente pensar en nosotros, y lo que nos hace perdernos insensiblemente. Sin ello nos veríamos aburridos, y este aburrimiento nos impulsaría a buscar un medio más sólido de salir de él. Pero el divertimiento nos divierte y nos hace llegar insensiblemente a la muerte

Blaise Pascal. Pensamientos (1670)

Esta frase no cabe en la camiseta. ¿Y esta?: «Los hombres, no habiendo podido remediar la muerte, la miseria, la ignorancia, han ideado, para ser felices, no pensar en ellas». Y para no pensar en la muerte, la miseria, la ignorancia y la pandemia, hay quien decide ingerir a dos manos una ficción audiovisual orientada a facilitar la huida de la realidad. Pero: ¿y si no es eso lo que queremos? ¿Y si lo que queremos, ahora más que nunca, encerrados en casa y desenmascarados en nuestra arrogancia “primermundista” de primates excepcionales, es pensar a fondo lo que nos pasa? ¿Y si queremos estar a la altura del Oráculo de Delfos?: conócete a ti mismo.

La reflexión sobre la intimidad siempre ha sido una reflexión política y al revés: la reflexión sobre la comunidad apunta al desciframiento de nosotros mismos. ¿Qué puede decirnos la ficción audiovisual de nosotros mismos? ¿Qué pueden hacer las series además de narcotizarnos en el sofá? ¿Acaso el mercado serial no se nos presenta hoy como la expresión más preclara de una sociedad de consumo cada vez más incapacitada para pensarse críticamente por medio de imágenes en movimiento? ¿Qué verdades puede desvelar el arte de la falsificación por excelencia? Que nadie se confunda, dice el escritor argentino Juan José Saer: «no se escriben ficciones para eludir, por inmadurez o irresponsabilidad, los rigores que exige el tratamiento de la “verdad”, sino justamente para poner en evidencia el carácter complejo de la situación, carácter complejo del que el tratamiento limitado a lo verificable implica una reducción abusiva y un empobrecimiento. Al dar un salto hacia lo inverificable, la ficción multiplica al infinito las posibilidades de tratamiento. No vuelve la espalda a una supuesta realidad objetiva: muy por el contrario, se sumerge en su turbulencia, desdeñando la actitud ingenua que consiste en pretender saber de antemano cómo esa realidad está hecha. No es una claudicación ante tal o cual ética de la verdad, sino la búsqueda de una un poco menos rudimentaria».(J.J. Saer, El concepto de ficción)

En el curso de verano El poder de las series y las series del poder (29 de junio – 3 de julio, 2020) de la Escuela de las Artes, nos hubiera gustado contar con Roberto Bolaño y con Juan José Saer. Ambos nos habrían explicado con calma, lucidez, rigor y sentido del humor que la ficción no elude el compromiso de la verdad, sino que aspira a estrategias de aproximación no rudimentarias al presente que nos atraviesa; nos habrían mostrado que ese presente está siempre abierto a la pregunta: ¿se puede vivir de otra manera? Nos habrían ayudado a entender que en mitad del horror y ante el espejismo del aburrimiento, la responsabilidad cívica del espectador pasa por una revisión crítica de las propias convicciones y por el escrutinio racional de las fuerzas ficticias que imperan en nuestros tiempos.

A esas fuerzas queremos dedicarles un esfuerzo más: no con el fin de huir de la realidad, sino, precisamente, para ponerla a prueba. Para interrogarla y, al hacerlo, ponernos a prueba a nosotros mismos y a la sociedad en la que vivimos.

Iván de los Ríos es profesor de Filosofía en la UAM y ha participado en algunos actos del Círculo, como en el diálogo online Azar. Un atlas filosófico de la pandemia en Los lunes, al Círculo.