Juventud y sostenibilidad; imágenes de la Europa de las contradicciones

Autor: Andoni Caballero

Del 6 al 9 de junio los ciudadanos europeos en edad de votar fueron llamados a acudir a las urnas una vez más. Esta vez para decidir la composición del Parlamento Europeo en uno de los comicios más importantes de su historia; para sorpresa de muchos e indiferencia de otros, los resultados proyectan una Europa escorada a la derecha. Desde luego, este hecho dará a los politólogos meses de sueldo y horas de tertulia en las que veremos una concatenación de efectos difícil de pronosticar.

Lo que sí fue posible adelantar es una característica ya endémica en este tipo de procesos electorales: su baja participación. Este año 2024 depositaron su confianza un poco más de la mitad del electorado europeo, un 51,01 %; Croacia (por lo bajo) con un 21,34 %; y Bélgica (por lo alto) con un 89,82 %. España estaría ligeramente por debajo de la media europea con un 49,21 % de participación[1]. Sin que estos números nos abrumen debemos incidir en que estos datos, si bien representan el conjunto de la población, hay grupos de edad que operan de forma muy diferente a sus contrapartes generacionales.

El caso de los jóvenes europeos (entre los 15 y los 30 años), dice un estudio del Eurobarómetro lanzado en el preludio de las elecciones, se pronosticó una intención de voto del 64 %[2] entre los jóvenes con derecho a voto. Pese a tener trabajo estadístico todavía por hacer, tenemos motivos para creer que estos datos se corresponden a una politización mayor de sectores poblacionales jóvenes en su esfuerzo por traer una agenda propia a la mesa de negociación europea.

En este sentido, no son pocos los que notifican una implicación mayor de la población joven, aunque muchos todavía los echan al saco de sastre de la historia. “La juventud es el futuro claro, pero nunca el presente” se comentó en un conversatorio que el Círculo de Bellas Artes acogió el día 4 de junio, semana de las elecciones. Entre sus intercambios sumamente precisos, los conferenciasntes de Europe Talks Spain consiguieron representar las incertidumbres, prejuicios y realidades de un sujeto muchas veces no reconocido en su papel histórico, defendiendo que merece la pena hablar, pensar y actuar en las claves de una generación que pronto tomará las riendas del mundo.

En su esfuerzo, Zemos 98 y Conciencia Afro optaron por un formato de mesa redonda en el que se incorporó un novedoso sistema de traducción en directo y, más aún novedoso, unas galletas de la fortuna cuyo mensaje interior guiaba las conversaciones entre los ponentes. “¿Cuál es la mayor mentira sobre la juventud?” “¿Hay escapatoria del racismo para las generaciones jóvenes?” “¿Qué tendría que cambiar en la política representativa para mayor participación juvenil?” Preguntas y reflexiones orientadas a las inminentes elecciones que a posteriori discutimos y comentamos.

Una vez más, hablamos de juventud, participación y acceso, aunque los obstáculos pasan muchas veces desapercibidos. Desde varios representantes del mundo juvenil se depositaron comentarios que se interrogan sobre la falta de coherencia de la UE. Margarita Guerrero (directora de INJUVE) comenta que si bien se produce legislación antirracista y la tónica general en Europa es comprometerse con esta causa, la política fronteriza no parece ir acorde a sus premisas; la externalización del control fronterizo o las barreras a la participación política en sujetos de origen extranjero contradicen la imagen de una Europa integradora. En esta línea, Fátima Ezzamouri (técnica de proyectos Diaconía España) nos recuerda que este ejercicio de inclusión condiciona la representatividad de un proyecto político que necesita de cada vez una mayor participación y respaldo. Desde luego, existe la intención de incorporar, pero: “¿Quién puede realmente participar?”.

Con un fuerte perfil crítico, las propuestas esgrimidas tienen la fuerza para dar contenido concreto a un programa de mínimos que la UE lleva décadas persiguiendo con sus proyectos enfocados en juventud.  Sin ir más lejos, el programa Erasmus + ha constituido una herramienta fundamental en la percepción identitaria de los jóvenes en un esfuerzo por incorporarles en los asuntos europeos. Una Tesis Doctoral recientemente defendida por Laura Díaz Chorne[3] trae a colación el fenómeno de la movilidad transnacional como variable para explicar la apreciación de una solidaridad europea y, por tanto, un interés en los asuntos europeos. En sus resultados podemos ver que, si bien la movilidad fomenta en términos generales la identidad europea, las muchas variables condicionan finalmente ese desempeño. Una de ellas refiere a la hipótesis de que las limitaciones para la participación política en los lugares de destino puede ser un elemento de detracción de la participación política en ese destino y Europa.

Ya sea por motivos legales u otro tipo de inconvenientes relacionados con la condición de persona móvil, los mecanismos formales e informales de participación no son ejercidos o está limitados. Lo mismo ocurre, como hemos comentado, con aquellos colectivos o sujetos con condición de origen extranjero.  Por tanto, en una de sus mayores críticas, Europe Talks Spain concluye que en un contexto de crisis de representatividad en toda la Unión Europea, la juventud y otros colectivos no pueden ser excluidos del proceso político; las grandes promesas de integración deben cristalizarse en un mayor peso y acceso a los mecanismos de toma de decisiones. Todo ello, sin duda, definirá el cómo Europa se ve a sí misma.

Por suerte y pese a los límites impuestos, en los últimos años se dibuja un legado a través de las claves, métodos y concienciación demostrados por la juventud y la incorporación de una agenda política que lleva su seña. Aunque si bien no debemos tratar a la juventud como un cuerpo ideológico, el empeoramiento de las condiciones de vida y la desigualdad son sus preocupaciones más inmediatas. El cambio climático, por su parte, se eleva como de las mayores incertidumbres según el Eurobarómetro 545. Paradójicamente, según también este modelo, la juventud europea no confía excesivamente en el papel de la UE a este respecto, solo un 26%[4] de los encuestados consideraba a la Unión Europea capaz de “promover políticas ecológicas y luchar contra el cambio climático”. No sin razón, podemos realizar múltiples críticas a este desempeño.

El día 5 de junio La Coordinadora de Organizaciones para el Desarrollo, El Grand Continent y el Círculo de Bellas Artes desarrollaron una conferencia de inmediato interés en esta materia. La correlación maldita revisa las políticas ecológicas europeas a través del índice de coherencia para la consecución de los desafíos de sostenibilidad.

José Medina Mateos (investigador de La Mundial-Colectivo) comenta como se hace necesario superar medidores tradicionales de crecimiento. Todo para entender un desarrollo sostenible que valore no solo los “transiciones” ecológicas, democráticas, socioeconómicas y feministas, pero también considere las externalidades negativas que ese mismo progreso genera en terceros países y los colectivos excluidos del proceso.

El Índice de Coherencia para el Desarrollo Sostenible pretende considerar todos estos factores y definir una línea de acción inclusiva donde la eliminación de las emisiones de CO2 no se sustente en la producción desregulada deslocalizada; que la fabricación de baterías eléctricas no se sustente en la extracción desenfrenada de litio en países menos desarrollados. Un indicador que nos inste a caminar al paso del más lento.

En una mesa redonda que prosigue a la disertación inicial se incorporarían discusiones que no pasan desapercibidas. Maite Serrano Oñate (Directora de La Coordinadora de Organizaciones para el Desarrollo), Lennys Rivera (Experta en transiciones justas y finanzas sostenibles WWF España) y Álvaro Torres Suárez (Subdirector General de Planificación y Coherencia de Políticas de la Dirección General de Políticas de Desarrollo Sostenible del MAEC) comentaron las prioridades, vías y objetivos a redefinir en una tarea que “todos compartimos”.

Más allá de ser un asunto de discusión y debate puramente institucional, hemos visto a una generación entera movilizarse por esta causa. El agujero que podemos atribuir a una actividad política a veces incoherente puede contraponerse a las demostraciones de voluntad por parte de jóvenes en su esfuerzo por la conservación del medio ambiente. En el año 2022 se inició un proyecto por dotar de personalidad jurídica al Mar Menor y sería la primera Iniciativa Legislativa Popular en Europa en servir de ejemplo de este tipo.

Teresa Vicente (Abogada y promotora de la ILP) comenta en su libro Justicia Ecológica y Derechos de la Naturaleza[5] como la iniciativa fue inmediatamente apoyada por jóvenes y asociaciones civiles que no solo ayudaron a completar las 500.000 firmas requeridas, sino que además participaron activamente en su publicitación y difusión. Varias facultades, estudiantes de la Universidad de Murcia y grupos de jóvenes se unirían para una reivindicación compartida por un amplio movimiento social que llevó el planteamiento desde el municipio hasta el Congreso de los Diputados.

Si este proceso dice una cosa es la profunda preocupación que suscita a un sector que se movilizó este junio de 2024 para decidir sobre el futuro de Europa. Sabemos de su capacidades e iniciativas, pero tal vez, como sugieren La correlación maldita y Europe Talks Spain, sea a través de la coherencia de unas políticas que incentiven toda una participación juvenil capaz de volcarse en el escenario europeo.

Precisamente, la UE ha tratado de definir su propia identidad a través de unos valores universalmente válidos, una visión de quienes son, un proyecto común sobre cómo construir sociedad y de cómo entender una vida que merezca la pena de ser vivida. Sin llegar a discutir la difusión de estas ideas y el éxito de su mensaje, lo cierto es que queda trabajo por hacer y las contradicciones son todavía latentes. Unos mensajes divididos que los días 4 y 5 se recordaron a través de expertos y ponentes, pero cuya solución nos interpela a todos.

En este sentido, tanto el paradigma de desarrollo, así como el acceso a la vivienda no pasan desapercibidos para una generación que recoge los problemas de sus predecesores e incorpora los suyos propios. En su entelequia todas las luchas parecen estar interconectadas, un momento en el que merece la pena dejar hablar y escuchar a aquellos que vienen por detrás.


[1] Parlamento Europeo.

[2] Flash Eurobarometer survey 545 ‘Youth and Democracy, Abril 2024.

[3] Díaz, L (2024) La movilidad internacional y las prácticas transnacionales en la construcción europea ¿Favorece realmente la movilidad internacional una identidad común?, Universidad Complutense de Madrid.

[4] Flash Eurobarometer survey 545 ‘Youth and Democracy, Abril 2024.

[5] Vicente, T (2023) Justicia Ecológica y Derechos de la Naturaleza, Tirant.

Cuidando del Cuidado

Autor: Ricardo Martín González

El pasado 29 de mayo, el Círculo de Bellas Artes de Madrid acogió la presentación de La República de los Cuidados, libro publicado recientemente por la filósofa argentina Luciana Cadahia. La autora gozó además de la compañía de Nuria Sánchez Madrid y Valerio Rocco Lozano, quienes no dudaron en señalar la obra como el que probablemente sea el mejor trabajo de Cadahia hasta la fecha.

El texto se ofrece con una manifiesta voluntad de entablar un fructífero diálogo con algunas de las tendencias académicas imperantes en nuestros tiempos, a la par que expresar una clara toma de posición dentro de los debates filosóficos actuales en materia de feminismo y de cuidados. En este sentido, posiblemente el elemento más novedoso de este ejemplar radique en el intento de llevar a cabo una actualización del feminismo a partir de una reivindicación en clave feminista de autores fundamentales del idealismo alemán, como pudieron ser Hegel, Hölderlin o Schelling. Además, la recepción de estos autores que se lleva a cabo en el texto cuenta con una perspectiva situada, ya que Cadahia no vacila en conjugar el entusiasmo y la necesidad de articular una mitología popular de la razón, que se expresaba en el Primer Programa de un sistema del idealismo alemán, con los trabajos de Ernesto Laclau en torno al populismo y la retórica del lenguaje, apuntando en este ejercicio de ecuanimidad filosófica a la necesidad de rescatar, pero a su vez renovar, el archivo filosófico de la tradición europea con la potente producción académica que nos llega desde Latinoamérica. De esta integración de elementos surge también la demanda de la autora de releer el humanismo a la luz de un feminismo que se acompaña de la mirada de autoras como Rita Segato, proponiendo un feminismo de los cuidados que se sitúa como último eslabón de la cadena histórica del humanismo, y que inaugura una nueva forma de pensar el Estado desde el cuidado de lo común.

Esta perspectiva feminista contrasta con el enfoque de Almudena Hernando, arqueóloga y prehistoriadora de la Universidad Complutense de Madrid, quien, en el pasado Foro I+D+C- Por una Atención de Calidad: los Cuidados y sus diferentes Abordajes, desontologizó el cuidado como una cualidad intrínsecamente femenina, relacionando la esencialización del cuidado a la figura de la mujer con la construcción de regímenes de verdad en el paleolítico. Por otra parte, a lo largo del seminario, la arqueóloga, adoptando un gesto con un cierto trasfondo heideggeriano, subrayó la noción de cuidado como pilar relacional que mantiene cohesionados los vínculos grupales, defendiendo la relevancia del grupo como escudo que priva al individuo de la angustia de tener que hacerse cargo de su existencia frente a la omnipotencia del universo.

La posición sostenida por Hernando se contrapone de esta manera al que quizá sea uno de los fragmentos más interesantes y polémicos de La República de los Cuidados, que es el diálogo que establece en torno a las nociones de cuidado de Michel Foucault y Martin Heidegger, ya que Cadahia se inclina claramente a través de una reconstrucción del Foucault más tardío, al que podemos encontrar ocupado con la cuestión del cuidado de sí en obras como Hermenéutica del Sujeto o el tercer volumen de Historia de la Sexualidad. En particular, la autora rescata del pensador francés su énfasis en la noción de cuidado de uno mismo como una preocupación asentada y orientada hacia la praxis, y, más concretamente, hacia la práctica y producción de sí como un elemento indisociable de la “vida ético-política en la polis”, elemento que Cadahia echa en falta en el planteamiento heideggeriano.  

La premisa que lleva a la autora a descartar la noción heideggeriana de la Sorge se asienta sobre la lectura que Franco Volpi hace del término alemán Befindlichkeit, quien lo asimila a la affectio,que San Agustín desarrolló para describir la vida del alma. A partir de ahí, la autora esgrime que, al otorgarle a los afectos la dimensión más originaria, Heidegger destruye el vínculo del sujeto con la verdad, sólo para reconstruirlo a través de la absolutización ontológica de lo afectivo. En consecuencia, si la verdad sólo se le puede presentar al hombre, o Dasein, en términos heideggerianos, sólo primariamente a través de sus propios afectos, esto conlleva a que, en última instancia, el Dasein quede encerrado en sí mismo y “se olvide de las relaciones práctico-materiales de existencia”. 

Asimismo, la lectura que la filósofa argentina lleva a cabo del pensamiento alrededor del cuidado planteado por Foucault se complementa, si bien de forma polémica en algunos puntos, con la comprensión que Carlos Javier González Serrano a la materia, pues, en su respectiva aportación al Glosario de la Pandemia, que el Círculo de Bellas Artes de Madrid promovió durante la crisis de la COVID-19, González Serrano subrayó importancia de la recuperación a cargo del pensador francés de la parresía helenística como compromiso de veracidad en el discurso ciudadano, es decir, como capacidad de pronunciarse de forma franca y veraz a la hora de departir sobre la cosa pública. En este respecto, González Serrano apuntó con preocupación a los populismos como un posible riesgo para con ese compromiso de veracidad, suponiendo una merma en la calidad democrática de nuestros sistemas actuales de gobierno.

En una línea similar en lo tocante al populismo y la comunicación se manifestó Victoria Camps, durante una productiva conversación con Carmen Rodríguez, amparada bajo el marco de los Diálogos sobre Ética, Política y Virtud Pública, organizados por el Círculo de Bellas Artes de Madrid en el año 2023. En este contexto, la filósofa catalana reprochaba el papel de los medios de comunicación como agente colaborador con el auge de los populismos, así como con la exacerbación del discurso político actual. A modo de contrapartida, Camps reivindicó la necesidad de adoptar una posición discursiva distinta, por mor de la serenidad, la honestidad, y la veracidad a través de la ética dialógica de Jürgen Habermas y Karl-Otto Apel, en un gesto filosófico que evoca en cierta medida al de González Serrano que comentábamos anteriormente.

Y, sin embargo, es en este punto donde Luciana Cadahia parece diferir de ambos autores, pues mientras éstos presentan ciertas reticencias respecto al fenómeno del populismo, Cadahia cree encontrar en las experiencias populistas latinoamericanas del pasado un factor clave para comenzar a imaginar nuevas experiencias políticas de futuro. Para ello, se sirve del viraje que Ernesto Laclau de los conceptos husserlianos de sedimentación y reactivación, aplicándolos al terreno de lo político, lo que se descubre como una pista metodológica importante, que permite a la autora rescatar en clave contemporánea el elemento plebeyo de la cultura popular, inscrita en las tradiciones de los pueblos latinoamericanos, y combinarlo con algunos de los pilares de la Modernidad europea como Hegel o Hölderlin.

En su conjunto, la obra se revela como un libro atrevido y algo provocador, que en ningún caso dejará indiferente a quien lo lea, ya que el gesto filosófico que el texto realiza es de una valentía y convicción dignas de mención, en estos desorientados tiempos que corren. Pues, al fin y al cabo, la misión que Luciana Cadahia se ha propuesto con La República de los Cuidados no es ni más ni menos que el siguiente: imaginar un futuro haciéndose cargo del pasado. Y no puede decirse que la autora no lo haya conseguido.

Imágenes radicales: el taller filosófico de Georges Didi – Huberman

Autor: Pablo Castan Husson

El pasado catorce de febrero de 2024, el Círculo de Bellas Artes y el filósofo e historiador del arte Georges Didi-Huberman, sellaron una vez más su compromiso y amistad mutua con una nueva exposición: En el taller del Filósofo. Esta última, comisariada por Lucía Montes Sánchez y enmarcada en una tendencia del Círculo a homenajear la práctica de la imagen y de la fotografía nos desvela a una figura que, no por ser conocida, deja de sorprendernos. Y es que a través de esta exposición, nos adentramos en lo más íntimo del trabajo de Didi-Huberman: en su taller, en el proceso y en la misma producción de su obra. Esta exposición es también una muestra de la temporalidad, capaz de transportarnos a momentos diversos, fracturados y sobre todo discontinuos, creando así un universo meramente dialéctico. Por ende, se trata al fin y al cabo de un espejismo entre la producción artística y la mirada de la historia concebida por Didi-Huberman, en las que forma y contenido son indisociables. Es decir, una mirada histórica del discontinuum, que nos hace jugar con el tiempo, que nos hace sentir el pasado y verlo desde nuestro presente. A partir de una determinada selección de piezas, nuestro filósofo alienta al espectador a desarrollar su imaginación y a tomar posición. Por esto mismo, resaltaremos a lo largo del artículo, tres grandes ideas que podrían destacar en la exposición: la relación entre la imagen y la filosofía, la idea de filósofo como productor y por último, una reflexión sobre la percepción de la historia, de la política y la importancia de la temporalidad en este proceso.

La relación entre la imagen y la filosofía

De buenas a primeras, nos llama la atención en esta exposición el contraste entre su título y su contenido. En efecto, estamos ante un taller de un filósofo. Sin embargo, cuando observamos y profundizamos en su propio contenido, nos adentramos en un universo en donde priman la imagen, las fotografías, las películas y por ende, los montajes. La relación entre la imagen y la filosofía -o el campo de las ideas en general-, ha sido siempre compleja y polémica. A menudo, se ha considerado que la imagen está subordinada al pensamiento: desdeñando lo material y sumergiéndose en la abstracción de las ideas. No puedo evitar, en cuanto a esto, recordar el pensamiento radical de Platón, padre de la filosofía occidental, quien marca una clara distinción entre apariencia y realidad. Así, subordina el mundo de la imagen, de la materialidad, de la fisicidad a una imagen distorsionada que no sería más que una simple apariencia de lo real – de las ideas y de los conceptos-.

Es así como Didi-Huberman opera un giro radical de esta relación clásica entre la imagen y la filosofía. Bajo mi punto de vista, podríamos concebir esta exposición casi como una suerte de reinterpretación del mito de la caverna, convirtiéndola ya no en símbolo de las apariencias, sino en símbolo de lo real. Didi-Huberman reivindica la operatividad de la imagen, de la materialidad dentro de la producción del pensamiento y de las ideas, es decir, dentro de la producción de la filosofía. De este modo, nuestro filósofo parece invitarnos a entrar en esta pequeña sala de exposición -incluso comparable metafóricamente a una caverna-  para pensar el mundo, moverse entre lo real y por ende, observar el tiempo de la verdad -tiempo mesiánico en términos benjaminianos- a través de la imagen. Evidentemente, no es el primero en operar tal giro, sino que se inscribe en una línea del pensamiento contemporáneo muy significativa. Como bien podemos ver en la exposición, Didi-Huberman selecciona una escena de la película dirigida por Henry Herré, De la mesa a la tapa: compás, en la que aparecen sus manos manipulando fichas de una serie de autores en absoluto anodinos. En efecto, todos estos autores seleccionados, como Adorno, Marx, Ernst Bloch, Walter Benjamin, etc, tienen un punto en común: su aportación a una revolución de la filosofía del arte y de la manera de entender la relación entre el arte y la realidad, todos inspirados por el método marxista.

Asimismo, estos autores se han interesado de cerca por el nuevo giro que ha cobrado la historia de las imágenes y la producción de ideas, desde la revolución técnica y tecnológica a partir del siglo XIX, con el advenimiento de la fotografía, de la televisión, y otros instrumentos de difusión de imagen. Como bien dice el propio Benjamin en uno de los extractos leídos por Didi-Huberman en Choses lues, choses vues, el escritor debe ponerse a fotografiar. Ahora, el filósofo no sólo piensa a partir de las imágenes, sino que reconoce su potencial político como conformador y modificador de la realidad misma y como instrumento imprescindible en el desarrollo científico, político y social de la edad contemporánea. Esta idea se ve reflejada en algunas de las obras expuestas, como la película L’horreur de la lumière, donde nuestro filósofo comenta la terrible batalla por la imagen entre el paciente y el médico en las prácticas psiquiátricas del siglo XIX, con el fin de obtener conocimiento y legitimación. Esta nueva importancia de la imagen es expresada del mismo modo en otra de las películas expuestas, L’Optogramme, donde se muestra la influencia del nuevo modelo del negativo fotográfico en las prácticas de la medicina forense del también siglo XIX. Por tanto, el desarrollo técnico del mundo de la imagen no sólo es vital a la hora de pensar la realidad y proyectarla, sino también a la hora de entender distintos procesos sociales e históricos, moldeando y reconfigurando la realidad. Parafraseando el título del libro de una serie de conferencias que dio el mismo Didi-Huberman en el Círculo de Bellas Artes en 2007, podemos decir que “las imágenes tocan lo real”.

Imagen de la Exposición En el taller del Filósofo. Créditos: Miguel Balbuena.

El filósofo como productor

Además de la nueva relación que opera Georges Didi-Huberman entre las imágenes y la filosofía, esta exposición nos conduce a otra idea: la de percibir al filósofo como productor. Este concepto resulta interesante y pertinente a la hora de abordar el método de trabajo de Didi-Huberman. Pero entonces ¿cómo debemos interpretar la idea de productor? En primer lugar, esta nos reenvía a una dimensión del trabajo filosófico comparable a cualquier otro gremio u otra función productiva. Como afirma Didi-Huberman, su producción sale de su trabajo manual, ya que las ideas no surgen de su cabeza, sino de la constante actividad de sus manos. La razón reside entonces en las manos y no en cualquier entidad metafísica a la que se suele asignar la producción del conocimiento. Por eso, cabe destacar el uso del sustantivo “taller” en el título de la exposición para referirse a su lugar de trabajo, en vez del empleo de otras palabras como “estudio” o “despacho” por ejemplo. Esta elección remite plenamente a una voluntad de agregarse otra tendencia filosófica, que es la de percibir al artista como productor, como trabajador, y no como un mero genio cuya creación provendría de un talento innato. Esta exposición o mejor dicho, este taller, nos confirma una hipótesis ya formulada por Nietzsche en Humano demasiado humano, cuando rechaza la idea de inspiración divina, ya que una tal heroización resulta de la ignorancia y de una “pereza del espectador”. Quién admira la obra acabada no ha sido testigo de su larga y a veces laboriosa realización. La idea del talento innato olvida pues un aspecto esencial del arte: el trabajo.

Por otra parte, no podemos hablar de producción sin hablar de instrumentos de producción. Como hemos dicho, la producción de Didi-Huberman no es mental, sino manual. Para ello, dispone de herramientas continuamente manipuladas que figuran todas en la exposición, tales como fichas escritas, libros, hojas de papel en blanco e imágenes de todo tipo: postales, diapositivas, positivados de fotografías analógicas o imágenes digitalizadas. Es más, a lo largo de su vida, Didi-Huberman, llegó a construir un archivo de más de 27 000 imágenes, constituyendo sin duda, una de las herramientas más importantes de su producción artística y filosófica, algunas de ellas visibles en la obra Diapoteca.

Por esta misma razón, no podemos hablar de Didi-Huberman como productor sin hablar de su concepto clave de montaje, también asociable a una tarea manual. Como dijo él mismo en el Seminario George Didi-Huberman: un filósofo ante la imagen y el tiempo (2024), en una obra, la forma y su contenido son indisociables: “una obra de contenido antifascista no es válida si su forma se conforma a las normas de un sistema fascista”. Así pues, la solución parece residir en la elaboración de un “montaje dialéctico”, basado en el método benjaminiano, que ponga de relieve las contradicciones de la sociedad, anti-conformista y atemporal. De esta misma manera, el propio Didi-Huberman reivindica el método heurístico, es decir, una técnica de indagación y de descubrimiento permanente. No se trata de exponer doctrinas, es más, como bien decíamos, esta exposición no nos plantea el pensamiento doctrinal del filósofo, sino su constante exploración, producción, indagación, movimiento y apertura. Como afirma el propio autor, “la actividad filosófica es un devenir: se transforma, va, viene y vuelve a comenzar”. Esta idea, además de estar presente en toda la exposición, está asimismo representada metafóricamente en la conferencia expuesta Risque, rythme, donde se realiza una exploración filosófica a partir del baile jondo de Israel Galván: aquí, la filosofía y el movimiento están intrínsecamente conectados.

Por consiguiente, el taller de Didi-Huberman, nos adentra en un universo dialéctico en absoluto anodino, ya que muestra una manera específica de ver la historia basada en otro modelo político y social. En efecto, un montaje dialéctico, requiere siempre, a su vez, de un gesto político. En este universo creado, se busca la complicidad y la intervención del público, una recepción activa de la exposición y no meramente pasiva o contemplativa. Principalmente, porque la imagen dialéctica es ante todo una imagen de la contradicción, que desvela un problema ante el cual, uno debe, en términos de Didi-Huberman, “tomar posición”.

Imagen de la Exposición En el taller del Filósofo. Créditos: Miguel Balbuena.

Historia, pensamiento radical y político: la importancia de la temporalidad

En efecto, como afirma Benjamin en El origen del drama barroco alemán, la verdad no aparece en el desvelo de una cierta idea dogmática, sino en un proceso que podría ser designado como “el incendio del velo”, el incendio de la obra ante su contacto con lo real. La imagen nos quema y nos traslada a una dimensión política. Es más, en una entrevista publicada en 2006, “S’inquiéter devant chaque image”, Didi-Huberman reivindica ese poder de la imagen. Mirar una imagen es ya de por sí una experiencia fenomenológica y política: salta sobre nosotros, nos inquieta, nos abre misterios nuevos. A través de ella, nos posicionamos ante la historia y ante la política, intervenimos en esta y no recibimos simplemente una cierta idea de forma pasiva. Ante una imagen, no debemos preguntarnos qué quiere decir esta, sino cómo se plantea el problema que aborda. 

Este planteamiento nos conduce a otro concepto, el de pensamiento radical. En otra de las películas expuestas, Revolver, Didi-Huberman reflexiona acerca de qué es la radicalidad. Y nos dice algo muy interesante, y es que la radicalidad no es ir a una única raíz, como si se pudiese abstraer de la historia un principio unívoco y continuo. El pensamiento radical se opondría al pensamiento dogmático. Sería un pensamiento exploratorio, un pensamiento obstinado en su camino pero capaz de migrar de sí mismo. La radicalidad es moverse y reconocer las distintas raíces que emergen ante nosotros como problemas. Por eso, es importante que una imagen dialéctica nos permita tomar posición y no partido y es esta misma idea la que trata de recalcar en su taller.   

Es por tanto, una toma de posición en el seno de un universo que contradice, como hemos visto, la historicidad, la narrativa lineal del progreso histórico a favor de una visión de la historia como “constelación de momentos” en términos benjaminianos. El montaje hace posible la coexistencia de tiempos heterogéneos, las supervivencias, los encuentros temporales y los anacronismos. Conforme a la idea de temporalidad, la noción de archivo con la que nos topamos en la exposición, cobra también especial importancia: el archivo es concebido como un espacio atravesado por las discontinuidades, pero que sin embargo, es capaz de establecer un instante co-producido entre nosotros y el pasado. De este modo, las imágenes dialécticas se convierten en herramientas capaces de vislumbrar todas las contradicciones de la historia y esta confrontación de ideas es la que nos va a permitir acceder a un acercamiento con lo real. La exposición nos puede transportar a la Francia del siglo XIX o al Brasil de la dictadura militar del siglo XX, pero todos estos momentos se convierten en problemas presentes y futuros. Esto se puede apreciar perfectamente en Revolver, estrenada en 2019, en pleno ascenso de Jair Bolsonaro al poder. Así, Didi-Huberman, desplazado a Río de Janeiro, juega y recrea imágenes del pasado de esa dictadura militar de los años 60, para conectar esa memoria con el presente. Podríamos decir incluso que reactiva en cierta medida el proyecto Brasil: Nunca Mais, realizado después de la dictadura con el principio inquebrantable de recordar para no repetir la historia. Finalmente, estas imágenes dialécticas son ante todo, imágenes de la memoria como concepto humano histórico y político. Las imágenes producen por tanto memoria, temporalidad e historia y ofrecen un cruce temporal y cognitivo, capaces de hacer visibles las relaciones de tiempo más complejas que incumben a la memoria en la historia.

A modo de conclusión, hemos visto como en el fondo, esta exposición no deja de ser una obra filosófica que, a partir de su método y proceso de trabajo, nos adentra en una reflexión del pensamiento de Georges Didi-Huberman. Asimismo, nos topamos con una serie de tendencias filosóficas, tanto estéticas como políticas que dialogan entre sí. Es una exposición que nos sumerge en el taller del filósofo, en un taller concebido como una “máquina de guerra”. Podríamos decir que Didi Huberman ha generado un horizonte sobre el que hacer dialogar los restos de un pasado con nuestro presente y con nuestro futuro, mediante un proceso en el cual las palabras y las imágenes generan un cortocircuito.

La España plural de los márgenes

Autora: María Azurmendi Tedín

Nuria Sánchez Madrid, profesora titular del Departamento de Filosofía y Sociedad en la Universidad Complutense de Madrid, recoge en La música callada. El pensamiento social en la Edad de Plata española (1868-1936) los deseos y anhelos de una España subalterna y callada que encuentra su voz en nuestros días. Saca a la luz, no solo historias alejadas del pensamiento hegemónico, sino que, siguiendo con la línea pedagógica que se presenta en sus páginas, comprende y expone otras metodologías de relato.

Nos situamos ante una obra que recoge las perspectivas disidentes de un periodo clave y latente de nuestro país. Las concepciones actuales sobre territorialidad, bienestar social, feminismo o articulación nacional no pueden comprenderse sin remitirnos a personalidades como Miguel de Unamuno, José Ortega y Gasset o Ramiro de Maeztu. No obstante – y he aquí la vigencia y envergadura de la obra de Sánchez Madrid – son muchas las voces que no resuenan en la formación del pensamiento social de nuestro país, pero sin las que la comprensión de aspectos como la resistencia popular, el sufrimiento social o la distribución del conocimiento serían incomprensibles. Los pensamientos de mujeres como Concepción Arenal, Rosalía de Castro, María Josefa Zapata, María Zambrano, Rosa Chancel, María Lejárrega, Clara Campoamor, Luisa Carnés y Margarita Nelken cobran aquí plena vigencia y relevancia, no como relatos adjuntos, sino como entidades y pilares de la comprensión social del pueblo.

El presentismo de la narración no remite exclusivamente a la vigencia de conceptos y problemáticas, sino a la conversación que Sánchez Madrid entabla entre todos los nombres que conforman la obra y sus pensamientos. Lejos de evadirnos hacia un pasado marchito, se denota una presencialidad innata en los textos elegidos por la autora y su manera de presentarlos. Gracias a las herramientas epistémicas y los marcos ofrecidos, esa música callada se sitúa en un espacio imprescindible del pensamiento español. Centrando la atención en aquello que realmente se muestra definitorio de un pueblo es donde se hacen relevantes y necesarias esas voces subalternas. La metodología y el planteamiento de Sánchez Madrid le permite alejarse de discursos endémicos y crónicos y, a través de los textos, acercarse a esas voces disidentes de pensadoras y pensadores a las que acompañan también melodías de diferentes clases sociales.

Dar cobijo a única voz en el relato supone un peligro en tanto que fomenta la creación de estereotipos, produciendo, a fin de cuentas, una brecha entre las distintas realidades. La afirmación de que el pensamiento de un pueblo emana de determinadas personalidades y no de la vivencia social y plural, nos lleva a hablar de estructuras de poder que fomentan unas narrativas por encima de otras. Esto provoca que, ciertas narraciones formadas por determinados individuos o colectivos puedan ser entendidas como la historia definitiva y otras sean silenciadas. El hecho de entender lo real como un conjunto de historias no es que deba comprenderse como necesario, sino que no hay otra manera de configurar el mundo.

Sánchez Madrid recoge en la obra una España diversa y difusa apoyándose en textos y referencias no exclusivamente académicas. A lo largo del relato encontramos escritos filosóficos, obras literarias y también referencias pictóricas del todo necesarias y oportunas para abrir el relato. Estas referencias, lejos de presentar al pueblo como un conjunto pétreo, muestran muchos otros que conforman la nación. De éstos, que se han comprendido como otros a lo largo de la historia, se reivindica la pluralidad, la relevancia y la voz acerándonos a conceptos como el imaginario social, el malestar laboral, o el dolor. El prólogo, obra de José Luis Villacañas, invita a adentrarnos y a comprender la necesidad de atender a un discurso otro, no en tanto que subalterno, sino en tanto que conformador del propio pensamiento. La investigación de la autora no debe señalarse como una historia aparte, es, en todo caso, el pensamiento de un pueblo en clave polifónica.

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