La contradicción de llamarse Pedro Pablo

“Pero lo que es sagrado se conserva junto a su nueva forma desacralizada. Y henos aquí, uno al lado del otro.”

Secuencia de los dos centauros en Medea (1969)

María Irache


El pasado lunes 13 de junio, en una sesión más de Los Lunes al Círculo, se convocaba un diálogo incluido en las actividades del Círculo de Bellas Artes convocadas en honor al cien aniversario del nacimiento de Pasolini y su celebración durante todo el Año Pasolini, una iniciativa coordinada en conjunto a muchas otras instituciones académicas y culturales que celebran el recuerdo de Pier Paolo Pasolini. Esta ocasión se reunía bajo el título de “La contradicción de llamarse Pier Paolo” en torno a la presentación del libro “El sueño del centauro”, una conversación entre Jean Duflot y Pier Paolo Pasolini, editado y traducido por Aurora Freijo y con un ensayo inicial realizado por Juan Barja y Patxi Lanceros

El día 30 de mayo se iniciaron los Lunes del Círculo pasolinianos con el diálogo “Pensar fuera de Palacio” presentado por Aurora Freijo junto a Ángel Gabilondo en presentación del libro de la autora “Tanta Luz. Pasolini”, en el que hace conversar al autor con múltiples pensadores diferentes. El siguiente lunes 27 tendremos el gusto de recibir al gran experto italiano en la obra pasoliniana, Marco Bazzocchi, con un encuentro bajo el título «Mito, tecnica, morte: il pensiero di Pasolini attraverso il cinema». Entre las próximas actividades que organizará el CBA en torno al Año Pasolini, son remarcables el congreso que se realizará en septiembre “Una fuerza del pasado” o un ciclo de cine otoñal que será distinto al ya organizado esta primavera.

Es siempre fructífero sacar a conversar a grandes pensadores como los convocados por el Círculo en torno a un personaje tan emblemático, tan relevante y tan excepcional para la historia como Pier Paolo Pasolini, un polímata –si es que esto no es bastardear su propia condición de inclasificabilidad- o, en definitiva, un artista que dedica su tiempo a la poesía, al cine, al ensayo, a la narrativa, etc. En todo caso, un personaje que sacude como nadie su presente y que, en toda forma de expresión, muestra siempre una lucidez tal que asusta a quién lo leía en su momento y que asusta, quizás aún más, a quien lo lee desde nuestro tiempo por su asombroso carácter visionario. Como le decía Furio Colombo en la que fue su última entrevista, en muchas ocasiones su complejo lenguaje artístico “tiene un poco el efecto del sol que atraviesa el polvo. Es una imagen bella, pero se entiende poco” y es que, precisamente, su manera de expresar pretende alejarse de la prosa narrativa más naturalista para, a través de una expresión que en todos sus campos termina siendo poética, poder poner en tensión el lenguaje medio difundido por la tiranía de la cultura y del consumo.

Por ello, Pasolini, en todos sus ámbitos de acción, podría ser definido como un poeta, aunque él se refería a sí mismo como un escritor y como un escritor “por costumbre” o “por inercia”; aquel que “simplemente” tenía integrada la costumbre de expresarse a través de la escritura. Y es precisamente en el final tan trágico de su vida, que se nos hace tan incómodo como su obra y su vida misma, donde simbólicamente intuimos el pago con su cuerpo –tan importante para Pasolini- por el precio de su decir veraz, de su parresía; siendo, quizás, la verdad de su discurso el verdadero asesino que nunca fue identificado. Pero es que esta particularidad que vertebra su obra, su presencia en la historia, gracias a no dejarse retener, entender o clasificar, se convierte, no solo para él sino para todos nosotros, en un lugar de microresistencia a la mercantilización de la existencia, en una experiencia de desnormalización en la extrañeza de la incomodidad de su obra.

La charla comenzaba con la presentación del director del Círculo de Bellas Artes, Valerio Rocco, que introducía a los participantes y la pertinencia de la charla en la agenda del Círculo, sacando además a relucir un aspecto que estará presente en todas las intervenciones de la conversación, siendo difícil de resolver e incluida en el título de la convocatoria: la cuestión de la contradicción en Pasolini y su relación con la dialéctica, cuestión que igualmente está presente en el título del libro a presentar “El sueño del centauro”, que nos remite al centauro o a los centauros -o a ambos simultáneamente- pertenecientes a la película Medea (1969) de Pasolini.

Aurora Freijo explica cómo el descubrimiento de esta conversación de Pasolini con Duflot y su descatalogación y malas ediciones en castellano fueron unas de las precisas motivaciones para ser editora, pudiendo ofrecer a la audiencia en castellano una inmersión en esta larga conversación que va tocando todos los vértices de Pasolini. En el libro, encontramos reflexiones en torno a la barbarie, el consumo, la homosexualidad, el teatro y mucho más, junto a un apartado con cartas y otro con poemas. Además, explica cómo la mera elección de colores es también reflejo de esta yuxtaposición pasoliniana que vertebrará la sesión: el rojo de la pasión como padecimiento junto a una tonalidad rosada, sonido al que Pasolini otorgó palabra. El mismo título, inspirado por una edición italiana de esta conversación, le resultó a Aurora perfecto para expresar el corpus pasoliniano con la figura del centauro como aquel en el que está todo y todo a la vez sin haber nada asumido.

Juan Barja destacaba en su intervención cómo Pasolini era un personaje que resultaba absolutamente incómodo para todos y que era detestado sin más en su momento, removía los odios de la derecha cuando hablaba de destruir la televisión, pero removía igualmente los odios entre la izquierda cuando hablaba de la necesidad de destruir la educación pública por su papel en el genocidio de clase. Exponía cómo claramente Pasolini creía en la idea de Absoluto, pero, creyendo, simultáneamente, en la existencia de varios Absolutos, lo cual sería en si incompatible o excluyente. Sin embargo, es esta incompatibilidad precisamente lo que le permite exponer en su proceder- ya sea cinematográfico, poético o ensayístico- conceptos contradictorios que, simultáneamente, se afirman en su contradicción; lo cual sería imposible dialécticamente, pero es posible artística o éticamente. Barja señala cómo la contradicción se encuentra en Pasolini desde luego en su vida sexual, en sus posiciones políticas o en sus propuestas artísticas, sin poder referirnos a él como dialéctico ni como contradictorio, sino que se trata de la exposición de un Absoluto contradictorio, que ha elevado dos momentos de contradicción, pero sin una reconciliación dialéctica como tal.

La cuestión del nombre, Pier Paolo, es algo relevante para entender a Pasolini que lleva inscrita la contradicción en el propio referirse a sí mismo y que nos retrotrae a autores como Lorca, con quien se enlaza puntos de convergencia muy interesantes a nivel personal y artístico; Lorca decía en uno de sus versos “¡Qué raro llamarse Federico!” pues un nombre conlleva tantas rarezas como ser la misma referencia que su propio padre, a quién detestaba –o por quién era detestado-. Primero, tener el nombre de dos discípulos cristianos es en sí contradictorio para un ateo marxista materialista como Pasolini pero es, a su vez, constitutivo o representativo del mismo pues el heterodoxo marxismo de Pier Paolo era el idóneo para llevar el nombre de estos personajes, resaltando su propia condición hierofánica y su enorme interés por el Evangelio, lo sagrado y lo espiritual. Luego, en contenido, llevar el nombre de Pedro junto al de Pablo es llevar el conflicto mismo en el nombre, el de la confrontación de dos generaciones distintas, el del discípulo directo frente al del indirecto, el de los judíos frente a los paganos.

Patxi Lanceros resaltaba cómo la contradicción en este sentido cuando nos referimos a Pasolini ha de entenderse como una yuxtaposición; el colocarse en conjunto, tal y como Pedro y Pablo se encuentran lado a lado en Pasolini, y apuntaba cómo el propio ensayo realizado junto a Juan Barja era en sí una yuxtaposición de una reflexión sobre el nombre en el texto de Duflot. Sin embargo, para encontrar dentro de esta yuxtaposición una tensión es necesario indagar y eso es precisamente lo que pretende Pasolini en su “vaivén” -la yuxtaposición del ir y venir-, quien con una vigencia inaudita trata de contraponerse al múltiple genocidio de la cultura a partir del “traer”, de la tradición, de proclamarse como “una fuerza del pasado”, porque sólo de esta forma se logra la incomodidad de ser inactual y molesto para el presente.

Esta inquietud de su pensamiento es un intento de articular este movimiento a través de la denuncia de esta unión de genocidios en un proceso de “mutación antropológica” que no deja lugar de escape salvo el reducto que encontrará en el traer de lo sagrado. Porque en el propio presente del genocidio, Pasolini busca lo yuxtapuesto, lo que sin haber sido asimilado queda a salvo en una suerte de pasado irredento; de ahí su arraigo a un mito, una naturaleza, un reducto sagrado, un hombre tradicional o una tierra de cuya idealización él mismo es consciente pero que ofrece como herramienta de resistencia, de construcción de un fuerte. Ya lo explica Pasolini en la secuencia de los centauros de Medea, no se trata de un dualismo sino de un proceso de desacralización que vive el centauro, el ser humano y la historia que no por ello implica la desaparición de lo desacralizado, sino que permanece en el mismo lugar yuxtapuesto. La historia, por tanto, para Pasolini no es una historia de superación sino una historia hierofánica de yuxtaposición.

En definitiva, el libro a presentar muestra una conversación que explora de lleno el corazón del pensar pasoliniano, que se nos sigue presentando en nuestro tiempo como unos cuestionamientos totalmente vigentes y cuya fuerza excepcional sigue teniendo el mismo impacto perturbador que tuvo en su momento. El testimonio de Pasolini es el propio de un animal herido, expulsado de su propia manada, que se enfrenta ante lo trágico de no ser ya humanos en este proceso de mutación antropológica que solo permite el choque de unos contra otros y que se ha conseguido a través de la irrupción e invasión del palacio en la plaza pública a través del consumo, lo cual se exacerba a niveles impensables seguramente para Pasolini en nuestro presente. Sin embargo, Pasolini ve en estos genocidios su propio reverso al tratarse de una historia de yuxtaposición porque el niño permanece para siempre en el corazón del hombre y el paraíso, por lejano que parezca, permanece inscrito en el más profundo fondo del infierno que nos rodea.

Élites elusivas y una responsabilidad en el aire

Carmen Peinado 

El pasado jueves 26 de mayo de 2022 tuvo lugar la presentación del número 492 de la Revista de Occidente en el Círculo de Bellas Artes, revista que, como es sabido, fue fundada por José Ortega y Gasset y está próxima a celebrar su primer centenario. En el presente número, además de distintos textos relativos a diferentes ámbitos de la cultura y el arte y una entrevista al filósofo Markus Gabriel, encontramos un tema prioritario: la responsabilidad de las nuevas élites. La presentación del número contó con la participación de la directora de la Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón y editora de la Revista de Occidente, Lucía Sala, que junto a la colaboración de la Fundación Banco Sabadell hace que estas publicaciones sean posibles. A la cuestión de la responsabilidad de las élites, de cuño eminentemente orteguiano, se acercan, bajo la coordinación del profesor de filosofía moral y articulista Diego S. Garrocho Salcedo, el diplomático Juan Claudio de Ramón, la diputada Andrea Fernández de Benéitez, el director del Círculo de Bellas Artes, Valerio Rocco Lozano, y la directora del think tank Ethosfera Elena Herrero-Beaumont. El Círculo acogió también el jueves día 2 de junio el acto “Mejores empresas, mejor democracia” organizado por Ethosfera, en el que se hizo un análisis del informe “Cinco debates desde la ética para el futuro de España”, el cual contó con la visita de la ministra de Ciencia e Innovación, Diana Morant, y de Paz Guzmán, consejera económica de la Comisión Europea en España.  

Muchos temas inspirados y enunciados por Ortega y Gasset siguen siendo de actualidad. Tanto es así que, como señaló Diego Garrocho, Ortega sigue funcionando como un kilómetro cero a partir del cual jalonar los debates filosóficos en España. Hacer filosofía en castellano conlleva de un modo u otro ponerse a dialogar con Ortega. Este número no pretende únicamente rendir homenaje a La rebelión de las masas, sino entender nuestro presente poniendo luz sobre los diversos significados de conceptos como democracia, elección, virtud, élite y responsabilidad. Si bien es cierto que la igualdad es un ideal republicano de emancipación que nunca debemos perder de vista, ¿cuál debe ser entonces la desigualdad legítima, si es que debe haberla, para una convivencia en la que se puedan ejercer las virtudes públicas? Hay determinados cargos que solo pueden ser ocupados por personas que tienen las capacidades para ello, y, de hecho, no podemos desempeñar todos a la vez las mismas tareas públicas. En términos aristotélicos, la democracia debería ir mezclada con algo de aristocracia para no caer en el absurdo.  

La politeia debe ser un tipo de república que, para conseguir el mejor gobierno, debe hacer posible y efectivo el gobierno de los mejores. Esto es: hacer que el pueblo tenga la capacidad de elección, pero siempre permitiendo que los mejores (en este sentido hablamos de una élite minoritaria en la que todavía no se ha definido ni aclarado qué significa ser bueno) puedan acceder a aquellos cargos difíciles que competen al bienestar de todos. Esta es la oposición nombrada por Juan Claudio de Ramón entre “electos” y “selectos”. Hay distintos tipos de elitismo, y este se presentaría como una base social mínima determinada en función de nuestras diferencias, las cuales no podríamos eludir incluso en las sociedades más igualitarias. Debemos aspirar a la igualdad social, pero no a la homogeneización. Esta compatibilización entre dos modos distintos de gobernanza y de legitimación del poder es muy difícil que ocurra: las aporías a las que nos lleva el pensamiento también se traducen en contradicciones en el obrar político real. De hecho, Polibio ya advertía que cualquier tipo de gobernanza política, incluido por supuesto el gobierno de los mejores, tiende a degenerar en un sistema peor, en un ciclo que, alterándose solo a causa de las crisis, no concluiría nunca. 

La cuestión del elitismo va casi siempre mezclada con la polémica acerca de la meritocracia. En estos artículos, que son el fruto de una reflexión colectiva, de un pensar en amistad, en los que se presentan numerosas referencias cruzadas, hay también diversidad de opinión acerca del mérito y de la igualdad de oportunidades. Así, mientras unos piensan de manera algo abstracta que buena es aquella persona que se exige más, y eso es únicamente lo que imprimiría de manera decisiva la distinción en su carácter, otros piensan que incluso a pesar de la exigencia hay unos factores materiales y sociales que impiden o propician el cultivo y desarrollo de los talentos y virtudes individuales. El Círculo de Bellas Artes se está haciendo sede de este vivo debate acerca del origen de las desigualdades: el 18 de mayo acogió la presentación del primer informe “Derribando el dique de la meritocracia” del think tank Future Policy Lab, cuya emisión está disponible en este enlace. También se organizó junto al IECCS un taller en el que se abordó la cuestión: Las desigualdades: una introducción transdisciplinar. Asimismo, el profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, Andrea Greppi, coordinó un volumen monográfico destinado a la cuestión de las élites: Nuevas élites, elitismo viejo.  

El problema de las élites se ha enrevesado más de lo que ya estaba cuando Ortega escribía sus ensayos. Las élites han cambiado, la era digital ha trastocado de manera definitiva la fuente carismática del poder, así como también el movimiento de las masas y la toma de decisiones. Del mismo modo lo hacen los medios informativos, promoviendo cambios de la opinión pública de un lado a otro y definiendo la agenda pública en un mundo de fake news y posverdad. A este respecto, se celebrará a finales de junio en el Círculo de Bellas Artes un curso de verano en el que participarán directores y periodistas de distintas agencias importantes, bajo la coordinación de la profesora de la UC3M Eva Herrero: Retos del periodismo en tiempos de infodemia.  

Por todo ello hay que darle la importancia que merece a la cuestión de la responsabilidad, pues el enemigo de las élites, de las verdaderas minorías selectas, no es la masa, sino aquellas otras élites que son irresponsables, aquellas personas que aprovechan sus privilegios sin mantener al mismo tiempo un compromiso con la sociedad y con la verdad. 

Pier Paolo Pasolini: más que un autor

Carmen Peinado 

El pasado día 30 de mayo de 2022 se celebró el ciclo de debate de Los lunes, al Círculo con ocasión de este “Año Pasolini”. En el debate, que llevó por título “Pensar fuera de palacio”, intervinieron el catedrático de Metafísica Ángel Gabilondo y la autora del libro Tanta luz. Pasolini, Aurora Freijo 

La autora definió su libro como un banquete en el que pone a dialogar diversos autores que no tuvieron por qué coincidir o conocer la figura de Pasolini, pero que guardan un aire de familia en cuanto al modo de acercamiento a ciertas dinámicas de la realidad social. Cabe añadir: no hay un solo capítulo destinado a tratar a Pasolini sensu stricto, a pesar de que todos de algún modo u otro lo estén, porque Pasolini es trascendental al libro, es su condición de posibilidad. Ángel Gabilondo destacó que la figura de Pasolini no podría resumirse en un número determinado de sentencias, sino que es un autor que va contra el concepto mismo de autoría: no se puede estudiar de una manera pedagógica, es más complejo de apresar, y por ello es particularmente apropiado el modo en que lo trata Aurora Freijo en su libro, rodeándolo con diversas voces. 

¿Qué pretende decirnos Aurora Freijo con el título de su libro destinado a Pasolini? Tal vez, que a veces demasiada luz resulta cegadora, y que en cambio podemos encontrar orientación con pequeños destellos de luz como lo serían las luciérnagas. Pasolini describió en El artículo de las luciérnagas cómo en la Italia rural que él había conocido durante su infancia se iban apagando las luces, iban desapareciendo las luciérnagas. Este escrito no era meramente poético, sino que tenía una finalidad política. Las luciérnagas eran la metáfora de los individuos singulares que escapan a la homogeneización propia del capitalismo; son entidades que iluminan formas de microrresistencia ante el desarrollo industrial y capitalista que nos empuja a una vida basada en el consumo. Lo que Pasolini estaba observando era una realidad basada en el consumismo, en el conformismo, en la mercantilización de lo humano, en la homogeneización del mundo. Ante esta situación, Pasolini enuncia que “vivir es temblar” y propone una mirada despierta contra el aplanamiento de la vida, una resistencia a ser normalizado. En su lugar, Pasolini busca lo sagrado, es decir, aquella excepcionalidad que constituye una parte de nosotros que no puede ser meramente arrastrada por la homogeneización, aquello que no puede ser convertido en mercancía y reproducido en serie para la obtención de capital. 

Esta búsqueda de lo sagrado le llevó a huir de la Roma de su época, vencida bajo el consumo. Pensaba que el consumismo era la nueva forma de fascismo en Italia. Huye a Yemen, Eritrea, India, en búsqueda de rastros de la sacralidad. En cambio, allí encuentra la contaminación, no la pureza: hasta allí habían llegado bolsas de patatas fritas. No quedaba lugar en el mundo que se hubiese resistido de manera completa y exitosa a la industrialización. Por ello, acude a los mitos, para pedir que dejemos de ser como Teseo, es decir, personas ordenadas que salen del laberinto, que acaban con el minotauro, que resuelven los enigmas. En su lugar, su propuesta, cercana a Nietzsche, no es otra que la de seguir las pautas de Dioniso. Salir de palacio y encarar la realidad, sin dejar de reír, jugar y bailar; mirar a la vida todavía con ojos de sorpresa. 

La presentación del proyecto “Año Pasolini” tuvo lugar el día 7 de febrero, y mostró como objetivo la conmemoración de la gran figura de Pier Paolo Pasolini en el primer centenario de su nacimiento. Debido a la huella indeleble que dejó en el panorama cultural europeo, la fuerza disruptiva y el temperamento crítico de sus escritos, el violento asesinato que interrumpió su vida y su obra, el carácter polifacético de este autor inabarcable e inclasificable (pues fue escritor, poeta, dramaturgo, cineasta), se han coordinado diversas entidades para poner en valor su obra y celebrarla en una multiplicidad de eventos tales como congresos, conciertos, espectáculos, proyecciones y debates. El proyecto está coorganizado por el Istituto Italiano di Cultura di Madrid, el Círculo de Bellas Artes, la Universidad Autónoma de Madrid y la Universidad Complutense de Madrid, junto con el apoyo oficial de la Embajada de Italia en España y la colaboración de la Real Escuela Superior de Arte Dramático.  

Entre los diversos eventos que están teniendo lugar en el Círculo de Bellas Artes cabe destacar un concierto tributo de jazz con el cual se inauguró el año: Le Nuvole di Pier Paolo; así como el “Mitofórum Pasolini: el mito en el cine” que consistió en un ciclo de cine acompañado de tertulia en el que se proyectaron diversas películas de Pasolini rastreando algunos de los mitos presentes en su obra. El Círculo de Bellas Artes contaba ya con una publicación monográfica de este autor en Ediciones Pensamiento: Visiones de Pasolini, un libro editado por Mariano Maresca que cuenta con artículos de diferentes especialistas italianos. Próximamente, el día 13 de junio, tendrá lugar el segundo Lunes al Círculo destinado a Pasolini, con la presencia de Juan Barja, Aurora Freijo y Patxi Lanceros: “La contradicción de llamarse Pierpaolo”.