La imagen sonora de una ciudad es un guión siempre inacabado. El técnico de sonido Carlos de Hita elaboró este muestrario sonoro de la Gran Vía en 2010, coincidiendo con la celebración del centenario de la arteria madrileña. Desde la Calle de Alcalá hasta la Plaza de España, se escuchan semáforos que dirigen orquestas de motores y refugios donde suena tímida la naturaleza.
Carlos de Hita dirige en mayo, en el Círculo, El sonido en todas partes, un taller que reclama una aproximación perceptiva al mundo del sonido. A lo largo de cinco sesiones, de carácter teórico- práctico, se analizarán los paisajes sonoros de distintas disciplinas artísticas, como el cine mudo o las artes plásticas, y se recorrerá el camino, raras veces transitado, que conduce de la imagen visual a la sonora.
https://www.circulobellasartes.com/blogmedia/granvia.mp3* El audio de La gran vía. Los sonidos del mundo fue publicado originalmente en la edición digital del diario El Mundo
[más información sobre el taller y matrículas]
LA GRAN VÍA
LOS SONIDOS DEL MUNDO
Carlos de Hita
Hubo un tiempo en que los estudiantes de París buscaban la playa debajo del empedrado de las calles. En Madrid, en la Gran Vía, la ciudad también vive debajo de una dura capa, oculta por el espeso telón del tráfico. Un bramido espeso que aquí, como en todas partes, avanza por oleadas. Basta una luz roja y un soniquete, el chirrido de un grillo electrónico, para que la bestia se detenga. Y entonces, durante unos momentos, los sonidos de la ciudad emergen, se hacen un hueco y la Gran Vía suena a todas las calles del mundo. Desde los subterráneos del metro, en las aceras, se escuchan músicas callejeras de diversos estilos y procedencias, músicas enlatadas que escapan a toda presión por las ventanillas de coches tuneados, grupos de iluminados que buscan acólitos… El semáforo parpadea, la voz del grillo se entrecorta y la masa de ruidos desborda otra vez el dique.
En las plazas que envuelven este ecosistema urbano la Gran Vía es Babel. Y un zoco al aire libre. Las guturales voces africanas se mezclan con las cantarinas voces asiáticas, con las dulces voces latinoamericanas. La musicalidad de las hablas del mundo es tan dominante que nuestros acentos se pierden, apenas destacan.
Por la Gran Vía corre también un catálogo de urgencias. Cada vez que una ambulancia barre la calle con su sirena deja un rastro de silencio. Un silencio como el que, por contraste, parece que reina en la Plaza de España, donde termina la calle. Aquí tampoco está la playa, pero los días despejados, con suerte, la vista alcanza hacia el norte, hasta las lejanas cumbres del Guadarrama. Los jardines de la plaza tampoco son un bosque, pero la naturaleza está un poco más cerca. Las voces predominantes ahora vuelan en círculos sobre nuestras cabezas o cantan desde las copas de los árboles.
Aunque, en realidad, la Gran Vía no empieza ni acaba nunca. Con toda seguridad, en estos momentos un metro estará a punto de partir, algún músico alegrará la calle desde una esquina, un vendedor del top manta estará alerta mientras intenta colocar su mercancía y alguna sirena se sobrepondrá por encima del estruendo del tráfico.
Madrid, Gran Vía, 21 de marzo de 2010.
Es el MAdrid que nunca para…