Los comienzos son siempre inesperados, en la vida y en la literatura. El escritor argentino Ricardo Piglia comenzó hace ya más de medio siglo a registrar sus vivencias en un diario: “Empecé a escribir (el diario) a fines de 1957 y todavía lo sigo escribiendo. Muchas cosas cambiaron desde entonces, pero me mantengo fiel a esa manía”. Una mudanza fue el detonante de unas memorias ya legendarias en el mundo literario hispanohablante, que están compuestas de breves piezas basadas en la experiencia del escritor, que en cierto momento vislumbró una pérdida y trató de retenerla en papel de memoria.
La literatura, en opinión del autor de Plata quemada, tiene que ver precisamente con eso: “Uno escribe –asevera Piglia- porque retiene algo que va a perder”. Porque la pérdida es tiempo y el presente, valioso. De hecho, el presente “es el tiempo de la pasión”. Nadie desea dejar escapar la intensidad del ahora y un diario logra que su autor descanse tranquilo en ese umbral de poder sobre el transcurrir y el dejar atrás.