Texto de Helena Agirre
El pasado 20 de mayo tuvo lugar en el Círculo de Bellas Artes el primer evento del Foro I+D+C con el fin de potenciar al máximo el impacto social e innovación de las disciplinas humanísticas. Para ello, las distintas salas del CBA congregaron una gran diversidad de actores y actrices relacionadas con la cultura y la innovación – grupos de investigación, entidades culturales, empresas e instituciones receptoras de transferencia, medios de comunicación – que compartieron sus ideas sobre la cultura de la innovación y la innovación desde la cultura. A través de las distintas mesas, se expusieron diversos proyectos, tanto europeos como nacionales, que mostraron la parte más práctica de la innovación en las humanidades, así como también la vertiente más teórica de la innovación: qué es la innovación y qué relación tiene esta con las humanidades.
Uno de los puntos convergentes de gran parte de los discursos del Foro I+D+C fue la escasa financiación que reciben las ramas humanísticas en los proyectos de investigación. En un mundo en el que el conocimiento también está encerrado en la lógica económica de coste y beneficio, el saber más abstracto queda relegado. No obstante, la pandemia de la COVID19 ha demostrado que la cultura es esencial para el bienestar y la cohesión social, para el sentimiento de conexión con el mundo que nos rodea. De hecho, esta necesitad se manifestó en las cifras de consumo cultural a lo largo del confinamiento, se llegó a un máximo histórico del 57% de personas que afirmaba leer por lo menos una vez a la semana, y qué decir de las plataformas digitales que aumentaron sus subscripciones exponencialmente. Sin embargo, a pesar de tales cifras, el sector cultural ha sido uno de los más dañados en la nueva normalidad y exige un inmediato cuidado por parte de las instituciones políticas, porque si se abandona a la lógica del mercado capitalista en la que impera el beneficio, con un aforo a la mitad, entre otras limitaciones, el sector cultural va a pique. ¿Es, pues, la lenta innovación por parte de las humanidades la culpable de esta situación?, ¿son las humanidades la disciplina con menor adaptabilidad a las crisis?
¿SE ESTÁN QUEDANDO ATRÁS LAS HUMANIDADES?
Las humanidades, como bien detectaron los grandes filósofos de principios del siglo XX, cuando asumen las reglas del marco técnico-práctico, se ven acomplejadas por no poder dar los mismos resultados que el resto de las ciencias, pero el problema no es inherente a las humanidades, sino al emplazamiento, a la mirada, a las condiciones que se le exigen al pensamiento para que sea riguroso. Dentro de este marco de comprensión de la realidad en el que todo ha de tener un fin – en la sociedad capitalista este fin sería el beneficio – las humanidades se cosifican, y se convierten en meros instrumentos para la producción de beneficio: los músicos componen canciones para ganar dinero, los dramaturgos y pintores más de lo mismo, incluso los filósofos acaban publicando artículos con fines lucrativos. Insertos en este marco, parece que avanza ante los ojos perplejos de los humanistas, la derrota constante y el miedo perenne a no ser una ciencia, a no ser riguroso, a no ser productivo. No obstante, el problema no se halla en las mismas humanidades, sino en el emplazamiento instrumentalizador del pensamiento, la crítica y las ideas.
Pilar Carrera, vicerrectora de Comunicación y Cultura de la Universidad Carlos III, defendía que la innovación humanística está relacionada con la generación de crisis, y no tanto con la solución de problemas que surgen en el statu quo. Es decir, que a diferencia de otras disciplinas más técnicas que tratan de limar las problemáticas que surgen en el mismo transcurso del tiempo, las humanidades tienen la capacidad de preguntarse por el más allá. La innovación de estas disciplinas ha de estar relacionada con las crisis porque se pregunta por la significación, por el porqué, por el marco interpretativo. No es que las humanidades necesiten innovar, sino que el pensamiento, sin cosificar o instrumentalizar, es inherentemente innovador y transformador. Asimismo, es peligroso pensar que hemos de rescatar a las humanidades y emparejarlas con el resto de las ciencias innovadoras, porque el pensamiento crítico difícilmente se podrá desarrollar de manera exitosa en una lógica que busca incesantemente soluciones a problemas contingentes. Las humanidades y el pensamiento crítico no se quedan en la paliación de los síntomas, sino que se preguntan por la enfermedad, por el malestar que origina todos los males perceptibles.
La obligación de cumplir ciertos estándares ya afianzados nos recuerda a la industria cultural de la cual nos intentaban prevenir Adorno y Horkheimer. La objetivización del pensar y el dominio técnico del lenguaje despoja a la cultura de su poder transformador, y se convierte en mero pasatiempo, en un lugar que nos aísla de un mundo externo agotador exigente de constante productividad. Hoy, gran parte de la cultura y sus productos se vuelven burbujas en las que el individuo puede olvidarse de sus quehaceres e identificarse con vidas que no son ni la suya ni las de sus vecinos, sino que son clichés, son apariencias que satisfacen, en primera instancia, el desarraigo del ser humano con su ser. Este emplazamiento no solo cosifica la cultura, el pensamiento o cualquier vertiente de las humanidades, sino que también lo hace con el ser humano convirtiéndolo así en un instrumento más para el sostenimiento del statu quo.
La cosificación del pensamiento nos ha llevado a la infertilidad de nuevos horizontes, parece que ya no somos capaces de pensar en otro sistema, en otra forma de vivir que no sea la nuestra. Imaginamos antes el fin del mundo que la posibilidad de uno nuevo. Es por ello, por lo que hay que recuperar a las humanidades, pero no porque son incapaces de innovar, sino para poder pensar libremente, poder pensar en el por qué y en el cómo de nuestro contexto.
INTERDISCIPLINARIDAD COMO RESPUESTA
El reto de la relación entre la innovación y las humanidades es enorme porque requiere algo más que una mayor financiación en los proyectos de investigación de las humanidades y ciencias sociales –aunque esta es esencial–. Los avances han de dirigirse hacia la deconstrucción de la cosificación del pensamiento y recuperar la razón de ser del pensar. La fragmentación de los saberes en disciplinas cada vez más concretas, con el fin de lograr la mayor especialización y el conocimiento específico del objeto de estudio, ha aislado cada vez más las aportaciones teóricas y prácticas de las diferentes materias, olvidándose de que existe un conocimiento más allá de su campo de estudio. La interconectividad del mundo y de los fenómenos es innegable, por lo que compartimentar tan estrictamente los saberes va contra natura.
Por ello, para poder evitar el abismo intelectual al que parece llevarnos esta organización tan rígida del conocimiento, los rectores de las universidades públicas de Madrid apostaron al unísono por la interdisciplinaridad. El conocimiento concreto y específico es esencial, pero este ha de ser puesto en contexto y conectado con el resto, y más en una sociedad en la que las conexiones son cada vez más complejas y dispares. Entre los ejemplos expuestos se habló de la necesidad de la cooperación entre los ingenieros informáticos y los lingüistas en el desarrollo de los algoritmos de las redes sociales porque estos, por ejemplo, no pueden detectar la ironía o sarcasmo, o, entre la antropología y la arquitectura, donde la transferencia de conocimientos es esencial para un buen desarrollo urbanístico.
La imperante necesidad de un pensamiento interdisciplinar surge por la exponencial complejización de los fenómenos sociales; las migraciones del Mediterráneo no se pueden analizar únicamente desde el prisma antropológico, ya que para poder comprenderlo en su totalidad se han de también tener en cuenta los factores políticos que enmarcan el conflicto, así como las razones y contexto económico, a esto se le suma la necesaria reflexión sobre las fronteras, o preguntarnos sobre qué es un ciudadano y cuáles son sus derechos … Apostando por esta perspectiva interdisciplinar de pensamiento, el Círculo ya ha albergado las últimas dos ediciones del Congreso de Pensamiento Interdisciplinar organizado por los alumnos del grado en Filosofía, Política y Economía.
Las humanidades, por lo tanto, han de configurarse como el ingrediente transversal, han de ser el pensamiento crítico de los saberes más técnicos. No se les puede exigir productividad o eficacia porque parte de su esencia es ponerlo todo patas arriba, preguntarse por el porqué de todo, como los niños; pero no por ello pierden rigor o prestigio. Se preguntan por el marco interpretativo, lo problematizan para avanzar; por ejemplo, gracias a filósofas como Judith Butler que se atrevieron a preguntarse por las normas de género que ordenan y jerarquizan la sociedad, hoy, los derechos de las personas trans se están ampliando.
Para finalizar, creo que es importante abogar por la importancia de las humanidades en su ser, no como producto o instrumento, sino como mecanismo de la problematización del statu quo, además de subrayar la importancia de recuperar el poder imaginativo y poder proyectarse fuera del emplazamiento, del marco interpretativo. ¿Cómo vamos a avanzar, a innovar socialmente, si no somos conscientes de imaginarnos nuevos mundos?, ¿dónde están las utopías del siglo XXI?