Se dice que cada vez que se interpreta un clásico teatral se le entrega de nuevo al presente, que su elección es un acto de pasar por el cuerpo de nuevo palabras que pudieron ser escritas hace millones de años, un romper la barrera espacio-temporal y volcar encima de las tablas y del público espectador una problemática, una cuestión sin respuesta que resuena en cada recoveco del teatro que lo aloje. El pasado jueves 16 de junio, el poeta y presidente del Instituto de Cervantes Luis García Montero presentó en el Círculo de Bellas Artes su última publicación, Prometeo, un libro que nace del intento de reescribir y repensar la actualidad del mito clásico. El libro nace de la iniciativa junto a José Carlos Plaza, director teatral, de crear una obra que pensase de qué manera el arrepentimiento del Prometeo, que libró el fuego a los hombres arrebatándoles el secreto a los dioses y desafiándolos, puede interpretarse ahora, con las consecuencias que dicho poder ha ocasionado en el uso que los humanos le hemos dado. La obra que García Montero escribió fue puesta en escena en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y la recoge ahora Alfaguara en una edición que se abre y cierra con dos ensayos del autor que reflexionan, igualmente, sobre el poder de seguir creyendo en la vida misma, en el poder de la palabra y de la escritura.
El acto se desarrolló a modo de diálogo entre el autor, José Carlos Plaza y la periodista y escritora Berna González Harbour. La poesía fue el eje central de las reflexiones, y se expuso com un sustrato vital, como dotadora de un sentido a la existencia contingente. El poeta, recordaba García Montero, tiene que tener claro que la obra de arte no es un panfleto político ni la expiación de unas vivencias; así, en un sentido muy blanchotiano, se plantea una lucha-juego en la que el escritor debe asumir la potencia de una vida poética, con las consecuencias irreversibles que eso conlleve, en un sacrificio parecido también al de Prometeo, que no puede caer en expectativas preconcebidas ni dotarse de egocentrismos: el arte es, así, un juego entre las experiencias propias y la transcendencia de estas.
Prometeo es, así, un homenaje a la palabra, una obra en la que la poesía articula de principio a fin la estructura y, paradójicamente, no se halla presente más que a través de citas; es la muestra de que, en realidad, lo poético va más allá de los versos y los compases, de la métrica y la rima: la existencia poética y la escritura es un acto performativo. En este sentido, García Montero abre su libro diciendo que la escritura poética es pensar de una manera honesta: no puede ser de otro modo, pues el encuentro entre papel y lápiz, con todo lo que ello conlleva, solo puede asumirse desde la honestidad más radical.
Así, como el mismo autor dijo en la presentación, el libro es una invitación a cuidar el fuego, el amor, un canto a mantener viva la esperanza. Para ello, la mayor innovación de su adaptación consiste en dividir el personaje del titán en dos y provocar, muy borgianamente, un encuentro entre ambos. Se produce, así, una larga conversación entre un Prometeo joven recién encadenado, y un Prometeo viejo. Surge entre ellos, una reflexión sobre la Fe y la vida, los riesgos y el fracaso. La obra produce un choque en su contemporaneidad: en una era donde la superproductividad y las retóricas del éxito nos atraviesan constantemente, el fallo es la única manera de constituirse en resistencia, de forjarse a uno mismo y a su creación. El actor y director Lluis Homar, quien participó en el estreno de la obra, y Ana Belén, actriz y cantante, leyeron a modo de clausura este pasaje, creando en toda la sala Valle-Inclán un aura donde la palabra, el arte y la vida y la muerte iban trenzándose y constituyendo una fortaleza. Los espectadores, así, pudieron presenciar la corporeización de las palabras del poeta, en un movimiento que hizo muy presente lo que García Lorca llamó el duende, aquella presencia que surgía desde “las últimas habitaciones de la sangre” del artista y que otorgaba a la creación aquel halo que lo diferencia como obra artística, el resultado de pelearse con el verbo, de hacerlo carne. Las palabras de García Montero interpretadas fueron una apelación que era imposible de esquivar.
De este modo se cerró un acto que dejo en el aire múltiples preguntas e inquietudes que atravesaron la conciencia: el límite colindante entre el derecho y el deseo, la pasión excavada a través de las palabras, los movimientos y la creación artística; el paso del tiempo imparable con certeza y el consuelo de que hay que mantener la fortaleza y la esperanza, de que, como dice el viejo Prometeo, “Ni siempre, ni nunca. Mejor contar los días”.
Entrevista a Nuria Giménez Lorang, directora de ‘My Mexican Bretzel’
Vivian posee una voz pero ésta no se escucha. My Mexican Bretzel es la historia visual de vida, mayormente sin sonido, de Vivian y Léon Barrett, una pareja suiza del pasado siglo cuya imagen coincide con la de los abuelos de la directora del film, Nuria Giménez Lorang (Ilse G. Ringier y Frank A. Lorang), pero cuyo relato, no; un falso documental que emplea imágenes domésticas de sus vacaciones por la vieja Europa para narrar un diario fílmico inventado que cuestiona la existencia de una verdad única mediante un planteamiento basado en el poder de la descontextualización; una historia, muy literaria y melodramática, que el espectador lee (y cree) en silencio y en la que, en palabras de su directora, “las imágenes en movimiento desprovistas de todo sonido cobran una dimensión distinta, muy poderosa y casi mágica“. Y es que Vivian escribe su diario en soledad; el espectador lo lee también en soledad; y existe una profunda soledad sonora en este film.
La película se gesta en 2011, cuando Nuria Giménez encuentra unas películas rodadas por sus antepasados en 16mm, coincidiendo con la muerte de uno de ellos (de su abuelo). El propio encuentro del material cataliza la puesta en marcha del proyecto y la cineasta barcelonesa emprende la escritura de un diario ficticio protagonizado por una mujer de una elegancia visual y una destreza narrativa excepcionales. Tras numerosos visionados del metraje encontrado, la autora rescata de las dobleces de lo real detalles y matices que se convierten en fuentes de inspiración para el nuevo relato y, en él, establece nuevos vínculos gracias a las posibilidades sumergidas, inconscientes, que otorga la ficción, la creación.
«Las imágenes en movimiento desprovistas de sonido cobran una dimensión casi mágica»
Coincidiendo con la proyección de My Mexican Bretzel en nuestro Cine Estudio el pasado mes de diciembre, aprovechamos para entrevistar a su directora, quien ya ha recogido varios galardones (Mejor Película, Mejor Guión y Mejor Dirección en Gijón; y Premio Found Footage en el Festival de Rotterdam, entre otros) gracias a esta interesantísima historia.
Hay en My Mexican Bretzel un espacio de gran amplitud en el que anidan los silencios, un paisaje visual ataviado con emociones escritas; es una película que exige contemplación, sinestesia, escucha. Luis Buñuel reivindicaba una idea de cine “como instrumento de poesía”. ¿Compartes ese postulado?
Me encanta Buñuel y, sí, comparto esa idea totalmente. Entiendo la poesía como una búsqueda de la belleza, del misterio, de expresar lo inexpresable y de ir más allá de lo visible. Se me quedó grabada una charla con el gran Luciano Barisone en el festival DocumentaMadrid 2018, en la que hablaba sobre la parte no visible del cine. Una maravilla y para mí tan inspirador como revelador.
«El cine,
instrumento de poesía»
Según he leído, el proceso de creación de esta película fue largo. Pues, a pesar del vínculo familiar que mantienes con las grabaciones que la vertebran, trataste el material como si fuera metraje encontrado para tomar distancia. Me interesa conocer, en primer lugar, si las biografías de tus personajes y las de tus familiares coinciden en alguna coordenada vital, ¿existe alguna similitud entre las historias de vida de Vivian y León Barrett y las de tus abuelos?
Uno de los motivos por los que no hice un documental sobre sus vidas reales es porque, aunque suene contradictorio, me sentía cómoda utilizando sus imágenes, pero no sus vidas personales. Las vidas de Vivian y Léon Barrett surgen de mi imaginación y de la libre interpretación que he hecho de las imágenes que he seleccionado.
También quería preguntarte por el trabajo de escritura del diario de Vivian: entiendo que fue después de muchos visionados del metraje cuando lograste trascender la historia real para construir una nueva. ¿Encontraste gestos, posturas o miradas, cuestiones más sutiles, que te inspiraron para inventar?
Retomando la respuesta anterior, en mi cabeza no tenía una historia real que trascender, entre otras cosas, porque ésta me era bastante desconocida. El diario de Vivian proviene básicamente de dos fuentes: por un lado, cosas que yo había escrito durante los primeros tres o cuatro años de proceso y, por el otro, esos gestos, posturas o miradas de las imágenes que había escogido. Fueron cientos de visionados y lo más fascinante es que cada vez veía algo que no había visto antes, esa parte no visible de la que habla Barisone.
“Para mí la felicidad, sea artificial, temporal o engañosa, siempre es bienvenida (…). Si no es Lovedyn (un fármaco ficticio), es tequila, mantequilla, un amante, Dios o una guerra”. Esto asevera Vivian Barrett en su diario, en el que también hace aparición el falso gurú Kharjappali, para quien “La mentira es solo otra forma de contar la verdad”. ¿Qué verdad querías contar en My Mexican Bretzel, que es, en última instancia, una gran mentira?
Más que contar una verdad, creo que lo que buscaba era más bien cuestionar la existencia de una única verdad absoluta y plantear que los límites entre lo que se considera verdad y mentira muchas veces están más desdibujados de lo que nos gustaría y de lo que pensamos.
«Hago películas familiares, luego existo. Existo, luego hago películas familiares»
La memoria cobra también una importancia especial en esta película, construida a partir de las imágenes que en su momento grabó tu abuelo, suponemos que para retener instantes vividos. Jonas Mekas, que fue autor de un tipo de cine-diario en el que la experiencia vivida era esencial, retomaba en su película Walden a Descartes afirmando lo siguiente: “Hago películas familiares, luego existo. Existo, luego hago películas familiares”. ¿Cómo definirías tu relación con el denominado diario fílmico, cuál crees que es el valor de lo autobiográfico como expresión de la subjetividad? ¿Y el papel de la memoria (en este caso, descontextualizada) en My Mexican Bretzel?
La memoria, tanto a través de lo que filma Léon como de lo que escribe Vivian, (re)construye su realidad y moldea su identidad siendo reemplazada por las imágenes y las palabras. Al mismo tiempo, las imágenes evocan una serie de recuerdos que, aunque sean inventados y se diluyan con la imaginación, aspiran a traducirse en emociones reales. Es una suerte de diario fílmico a tres voces que se entremezclan (la de una mirada, la de una voz y la de unas imágenes) y acaban siendo una sola.
Según tengo entendido, no llegaste a conocer a tu abuela. Me pregunto si esta película desempeña algún tipo de función de búsqueda en relación a tu historia familiar o si por el contrario surge más como un ejercicio creativo o expresivo (o ninguna de las dos cosas).
Seguro que esa búsqueda ha estado ahí, pero ha sido muy inconsciente. Para mí la película ha sido más un juego y un viaje. Tenía un punto de partida que ha sido un regalo y me he dejado llevar por él, explorando distintos caminos desde una libertad absoluta y dejándome sorprender por los lugares a los que me ha ido llevando. Sí es cierto que ahora tengo la sensación de conocer mejor a mi abuelo a través de su mirada y a mi abuela (a la que lamentablemente nunca pude conocer en vida) a través de sus imágenes. Por extraño que suene, convertir a mis abuelos en dos personajes ficticios me ha brindado la oportunidad de establecer un nuevo vínculo con ellos.
Un juego
un viaje
En la propia sinopsis del film se alude al género cinematográfico melodrámatico. Douglas Sirk, maestro del melodrama, se refería al fracaso con un término francés, echec, que denota no tener salida, encontrarse bloqueado. Decía, además: “no me me interesa el fracaso en el sentido que le dan los neorrománticos, que defienden la belleza del fracaso. Es más bien el tipo de fracaso que se apodera de ti”. ¿Identificas ese echec en tu personaje de Vivian?
No. Solo pienso que el fracaso es inherente a la condición humana.
Vivian escribe su diario en soledad. El espectador lo lee también en soledad. Y existe una profunda soledad sonora en este film. ¿Cómo decidiste el diseño, tan específico y semántico, del espacio sonoro de My Mexican Bretzel? Conviven en él una presencia prolongada del silencio, el uso realista del sonido y hasta ciertos manejos poéticos de la sonoridad… Me parece además muy significativo que sea la mujer protagonista del film la que se expresa a través del silencio.
Desde el principio tuve muy claro que quería gran parte de la película en silencio. Me parece que las imágenes en movimiento desprovistas de todo sonido cobran una dimensión distinta, muy poderosa y casi mágica. El diseño sonoro fue creación del gran Jonathan Darch y fruto de varios meses de intenso trabajo. Ahí también hubo mucha búsqueda y exploración. Fue un enorme placer trabajar con él y una experiencia muy enriquecedora. En cuanto a que la mujer protagonista se exprese a través del silencio, en parte tiene que ver con el hecho de ser mujer (sobre todo, pero no únicamente, en los años 50 del siglo pasado) y tener una voz, pero que no se escuche.
Para terminar, quería abordar una curiosidad relacionada con el título. ¿Es “My Mexican Bretzel” el apodo secreto de Vivian hacia su amante? También aprovecho para preguntarte por próximos proyectos.
Sobre el título puedo decir que es lo primero que tuve. Lo tuve incluso antes de terminar de digitalizar todas las bobinas. También puedo decir que infinitamente mejores que mis explicaciones son las interpretaciones que otras personas han hecho al respecto. Mis tres favoritas son: que el título aúna los dos amores de Vivian (Leo – Mexican / Léon – Bretzel); que igual que todo acaba cayendo dentro y fuera de la película (Lovedyn, Kharjappali, la historia de amor, la película, el diario), el título también acaba cayendo; y, la de la periodista Elisa Sanz, que es que el Bretzel tiene forma de corazón y tres agujeros que hacen referencia al triángulo amoroso. La del apodo secreto de Vivian hacia su amante va a ser la cuarta a partir de ahora. Gracias. En cuanto a próximos proyectos, ahora mismo estoy escribiendo el libro rojo sin título de Paravadin Kanvar Kharjappali. También tengo una idea para otra película, pero todavía en estado embrionario.
«La mentira es
solo otra forma
de contar la verdad»
El pasado 18 de enero se dieron a conocer las películas seleccionadas en la 35 edición de los Premios Goya. My Mexican Bretzel resultó doblemente nominada, en las categorías de Mejor Dirección Novel y Mejor Película Documental.
Frente a una situación que no entendemos o que no nos resulta del todo soportable solemos formular una pregunta para tratar de comprender, pensando, tal vez, que el entender algo contribuye a distanciarnos de ello y que quizá permita transformarlo o, al menos, experimentarlo con menos intensidad. Esa pregunta podría ser «¿cómo hemos llegado hasta aquí?» o su variante «¿cuándo empezó todo?». Se trata, en todo caso, de hacer historia, de buscar un antecedente a lo que nos pasa.
Seguramente la historia del presente puede remontarse tan atrás como uno quiera, pero parece existir un consenso bastante amplio en situar en Descartes el origen de la modernidad. Pero, ¿qué nos tiene que aportar hoy un tipo del siglo XVII? Bueno, quizá convenga recordar que a lo mejor los fantasmas que le atormentaban se parecen mucho a los nuestros. No cesamos de repetirnos que el presente parece una serie de ficción, que es como si detrás de las noticias con las que nos despertamos hubiese un equipo de guionistas que ha perdido la mesura e inventase tramas cada vez más inverosímiles, que nuestras ciudades se han convertido en un parque temático, que la realidad, en fin, ha devenido melodrama. Descartes también se planteó en su momento el posible carácter fantasmal de lo que sucede, ¿y si el presente fuese obra de un maldito guionista?, ¿y si lo que nos pasa no fuese más que el entretenimiento de un genio maligno?, ¿por dónde empezar a buscar un asidero frente a la extravagancia más absoluta?, ¿por dónde comenzar la refutación de que esto no es una pesadilla? Por el yo, por esa cosa que duda, pero que, por eso mismo, es. De eso va el Discurso del método (1637): el libro de un aventurero que, según sus palabras, abandonó el estudio de las letras porque no se fiaba de otra ciencia que no fuese la que procedía de su propia experiencia y que, en consecuencia, se lanzó a recorrer el gran libro del mundo y pasó su juventud viajando, viendo cortes y ejércitos. Uno de los presuntos cimientos del pensamiento moderno es un tratado autobiográfico destinado al conocimiento de sí mismo.
Pero casi todo pensador contemporáneo que se precie reniega de Descartes, el cartesianismo parece ser el origen de la rigidez, de la tecnificación, de la cosificación y del carácter desalmado del mundo moderno; de mucho más prestigio goza, en cambio, el que para algunos fue el primer escritor verdaderamente contemporáneo, alguien anterior al propio Descartes y que fue absolutamente moderno siglos antes de que Rimbaud nos apremiase a ello: Michel de Montaigne. Pues bien, también él eligió la autobiografía como registro apenas disfrazado en sus Ensayos (1580), unas páginas que, según el propio Montaigne, no persiguen ningún fin distinto al conocimiento de sí mismo: «yo soy el contenido de mi libro» afirma como advertencia al lector mientras le invita a no perder el tiempo con algo tan frívolo.
El yo, la propia experiencia transcrita, parece actuar como un principio rector frente a una realidad cada vez más inestable, como una garantía frente al olvido y al disparatado signo de los tiempos. Es algo que se deja leer al comienzo de las Confesiones (1782) de Rousseau donde se avisa al lector de que ése es el único retrato del ser humano pintado al natural que existe y existirá, un monumento a su carácter que deberá servir para el estudio futuro del ser humano. Una falta de pudor y una desmesura que recuerdan al Canto a mí mismo de Walt Whitman (1855) o al Nietzsche más desaforado y que nos devuelven a nuestro presente más inmediato y ensimismado.
Parece que vivimos en un tiempo en el que lo autobiográfico ha dejado de ser una categoría específica referida a los diarios, los dietarios, las memorias o las confesiones, que ha desbordado su propio género y se ha convertido en algo parecido a un protocolo general de configuración de la experiencia contemporánea. El desmantelamiento de las mitologías que daban sentido a nuestra existencia colectiva, la fragmentación de lo social fruto del consumismo y la competitividad han dado lugar a una extraña forma de narcisismo, a un mundo en el que se escribe más que se lee y en el que la vida parece estar subordinada a la mercadotecnia de uno mismo. Como hemos visto, lo autobiográfico quizá estuviese en el origen mismo de la historia de nuestro presente, pero parece que hoy se ha intensificado su presencia: afecta a todo discurso y la construcción de un personaje de dimensión pública es casi un requisito obligatorio para vivir en sociedad.
Joseph Beuys
Pero es que, además, en un tiempo a la deriva, el relato en primera persona, la crónica en la que esté involucrado el autor confiere una credibilidad superior, actúa como detonante de nuestro interés, parece el mecanismo de compensación perfecto después de tanta pirotecnia formal, de convenciones literarias agotadas y de referentes artísticos que se desvanecen; todo aquello, en fin, que incumbe a un «yo» parece saciar el Hambre de realidad (2010) que tan bien codificó David Shields.
Oscar Wilde -que por momentos parecía un arquitecto del futuro- ya avisaba en el prefacio de El retrato de Dorian Gray (1890) que toda crítica era una forma de autobiografía, fórmula que depuraba tiempo después Ricardo Piglia en Formas breves (1999) cuando decía que la crítica es la forma moderna de la autobiografía. ¿Y qué no lo es?, ¿no hay casi una superposición semántica entre «modernidad», «crítica» y «autobiografía»? El círculo se cierra y sentimos la tentación de considerar como nuestros contemporáneos a todos los que alguna vez se enfrentaron a los mismos miedos y experimentaron la misma sed.
Con el curso A través del espejo: (auto)biografía y exhibición en el arte, el pensamiento y la escritura (22-29 de junio) buscamos propiciar una conversación organizada en torno a estas cuestiones a partir de las intervenciones de profesionales e investigadores provenientes de la filosofía, de la práctica y la teoría de las artes, del psicoanálisis, de la antropología y de los estudios literarios.
“Unas veces (es) mágico, otras maldito, pero siempre amado”. Así describía el artista plástico Vicente Ameztoy el paisaje del norte que habitualmente retrataba. El Círculo de Bellas Artes acogió recientemente una exposición antológica sobre el artista vasco, y esta muestra fue el paisaje escogido para conversar con el poeta Hasier Larretxea, un autor para quien la relación con su lugar de origen constituye un eje fundamental de su escritura; y es que los bosques del norte, cargados de esa “riqueza natural, simbólica, mitológica y mística” han estructurado la geografía emocional de este joven autor.
Durante el pasado Festival EÑE, que tuvo lugar en noviembre de 2019 en el Círculo, Hasier protagonizó, junto a su familia (madre, padre y marido), una performance muy singular. En ella, la lectura de poemas se aderezaba con música en directo y muestras performativas de tradiciones de su norte natal. En la siguiente entrevista, hablamos con él, entre otras cosas, del proceso de reunificación familiar que han logrado con estas actuaciones; de la cultura como manera de resistencia; del bosque como sendero de conexión, como escondite purificador; de su diálogo, mediante la escritura, con las generaciones anteriores; de identidades, masculinidades.
Hasier Larretxea nació en Arraioz, pueblo del valle de Baztan, Navarra, en 1982. Hace años que vive en Madrid. En 2018 se publicó su primer libro de narrativa en castellano, El lenguaje de los bosques, en la editorial Espasa, con ilustraciones de Zuri Negrín y fotografías de Paola Lozano. Ha publicado además los poemarios Quién diría, qué… (Pre-Textos, 2019), Batzuen ametsak bertzeen zelai zulatuak dira (Pamiela, 2018), Meridianos de tierra (Harpo Libros, 2017), De un nuevo paisaje (Stendhal Books, 2016), Niebla fronteriza (El Gaviero, 2015), Atakak (Alberdania, 2011), su traducción al castellano Barreras (La Garúa, 2013) y Azken bala / La última bala (Point de Lunettes, 2008). Realiza lecturas en las que aúna la literatura con los sonidos del deporte rural vasco (hacha, piedra, sierra), la vida rural (nueces, cencerro) y la electrónica junto a su padre Patxi (deportista rural de gran recorrido), su madre Rosario y su marido Zuri.
Genoma Poético nace de la palabra común, del nombrar. Nace desde la intención de hacer público el disfrute de la escritura como ejercicio colectivo y como juego poético. Quino Romero, diseñador gráfico y creativo, y Carlos G. Torrico, psicólogo y formador, son los ideólogos de este laboratorio literario e itinerante. Ambos estuvieron en el Círculo para participar en la muestra de editoriales artesanales enmarcada en las actividades paralelas de la Lectura del Quijote. Coincidiendo con su paso por aquí, aprovechamos para entrevistarles. Y aquí está el resultado:
Habitaciones con paredes que son puertas, por donde se desliza un hilo común, del color de las violetas. Un hilo que es voz de las que estuvieron, a través de las que están. La habitación de las mujeres comenzó siendo un conjunto de poemas que pretendía reflexionar sobre la relación entre el espacio y las mujeres. Sobre ese espacio del que ya hablaba Virginia Woolf a comienzos del pasado siglo (“Una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir”).
En la siguiente pieza, Nares Montero, poeta, editora, agitadora cultural y creadora de La habitación de las mujeres, nos habla del origen y la evolución del proyecto; de editoriales artesanas y ejemplares únicos; de voces invisibles y espacios internos; de precariedad, cultura y mujeres creadoras; de Abejas en las lindes (su último poemario) y Ediciones Deliciosas; de la mujer en la literatura de Cervantes, un autor “aliado”.
Además de la entrevista, este vídeo contiene algunos extractos de la actividad que Nares dirigió en el marco de la Lectura Continuada del Quijote, en la que también participaron Shelia Blanco (música), Eva Hiernaux (artista multimedia), Débora Antón (poeta) y Andrea Lebaña (bailarina). Todas ellas recrearon, desde su propia genealogía, a las mujeres del Quijote: destejieron su cuerpo y urdieron su voz.
Laura Freixas es escritora, editora, crítica y traductora. Su literatura transita los géneros del relato, la novela, el ensayo y la autobiografía. Y su último título hasta la fecha es El silencio de las madres (2014). Paralelamente, desarrolla una importante labor como estudiosa y promotora de la literatura escrita por mujeres, una actividad absolutamente necesaria en una sociedad en la que la producción cultural está colonizada por los valores de lo masculino, entendido como lo universal, lo dominante.
Decía Simone de Beauvoir que la sociedad ha decidido dar prioridad al sexo que mata sobre el sexo que da vida. Y con esta afirmación da comienzo la entrevista que realizamos a Laura Freixas aprovechando su próxima participación en el Festival EÑE (4 y 5 de noviembre), donde pronunciará la conferencia Madres nuestras, que estáis en los libros. En el siguiente vídeo, podéis ver la conversación íntegra, en la que la escritora habla, entre otros temas, de vida y literatura, maternidad y creación, valores patriarcales y poder simbólico… De libros valiosos que hacen sentir con el cuerpo.
Arte y destrucciónes uno de los siete cursos de la Escuela de las Artes 2016 (#EDLA16), que más allá de proponer una temática preestablecida y regulada, invita al alumno al planteamiento crítico y a la reflexión a partir de una premisa sencilla: la fuerte conexión existente entre todas las disciplinas artísticas y aquello ligado al proceso de destrucción en todas sus formas.
El gran incendio de Chicago de 1871.
«El título era la forma más concisa de plantear una relación que consideramos muy sugerente. Obviamente no tenemos una respuesta definitiva ?seguramente no la haya?, pero creemos que es un par conceptual acerca del que merece la pena reflexionar juntos, que es lo que esperamos se produzca a lo largo del curso», afirma David Sánchez Usanos, profesor de la Universidad Complutense y de la Escuela SUR, que dirige el curso junto a Daniel Gómez-Valcárcel, arquitecto y urbanista y director académico de la Escuela SUR.
La idea es que los alumnos tomen contacto con expertos en áreas tan diversas como la filosofía, la arquitectura, el psicoanálisis, la comunicación audiovisual, la literatura… con el fin de explorar estas conexiones y alcanzar un debate rico en torno a ellas. «Hemos invitado —prosigue Sánchez Usanos— a profesores, artistas e investigadores de diversos ámbitos con la idea de que hablen a partir de su experiencia. Hay una gran variedad de planteamientos: desde la presencia del deseo, la culpa y la vergüenza en películas contemporáneas (Shame de Steve McQueen), la relación entre destrucción y autor en el cómic o la desaparición del público; asimismo, se explora el tratamiento de la violencia en la fotografía (a partir del trabajo del Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, James Nachtwey) o ciertas paradojas relacionadas con la arquitectura y el arte actual (como el extraño caso de la limpiadora que metió una obra vanguardista de un museo en bolsas de basura pensando que se trataba de los restos de una fiesta de presentación y que abrió un arduo debate en torno al arte conceptual). Entre los ponentes hay profesores de universidad, videoartistas y escritoras. Hay un hilo conductor y los debates prometen ser muy interesantes».
Una reflexión en torno a los términos arte y destrucción podría hacernos pensar que no podría existir uno sin el otro. «A veces —explica Sánchez Usanos— las guerras o los incendios a gran escala en las ciudades han supuesto un empuje definitivo a planteamientos artísticos y arquitectónicos (pienso en la gran reconstrucción de Chicago tras el incendio de 1871). Pero, si vamos más allá de esta relación material entre arte y destrucción, podríamos decir que cualquier hecho artístico implica un posicionamiento respecto a la tradición que le precede y al marco social e institucional que lo sanciona, ese posicionamiento plantea algún tipo de cuestionamiento y crítica ?algo que ya podríamos interpretar como cierta destrucción? cuando no un enfrentamiento abierto; a lo largo de la historia esta relación destructiva con la tradición se ha producido con intensidad desigual, pero resulta muy complicado pensar períodos tan fecundos como pueden ser el Romanticismo o las vanguardias sin acudir a la idea de destrucción casi de un modo explícito».
Una destrucción visible no sólo en el arte, sino también en la política o en la religión, como apunta: «No creo que la religión ni la política puedan prescindir de la destrucción, tampoco en los últimos tiempos. De hecho, creo que podría ser más fecundo plantearnos las intersecciones o interferencias que se dan ?que se siguen dando? entre estos ámbitos (arte, política, religión, por qué no economía…) a partir de la idea de destrucción».
No se trata tanto de arte como del pensamiento que se genera en torno a él y de cómo se pueden establecer vínculos entre éste y las cosas que suceden alrededor. «Puede asistir todo aquel que esté interesado en estas cuestiones, con independencia de la formación reglada que tenga. No pedimos ninguna titulación ni exigimos ningún carnet, nos basta con que haya pasión e interés por el pensamiento», concluye Sánchez Usanos.
Arte y destrucción tiene lugar del 27 de junio al 1 de julio de 10 a 14 horas en el Círculo de Bellas Artes. Más información e inscripciones AQUÍ.
El 2 de mayo salió a la venta Quijote y los invencibles, volumen que incluye un DVD con la grabación del singular espectáculo teatral a medio camino entre el monólogo y el ensayo escénico, presentado por Erri de Luca en Madrid en 2009. El libro se compone de unos ensayos breves de De Luca sobre el Quijote, una entrevista con el escritor italiano realizada por César Rendueles, y la transcripción íntegra de lo contado, recitado y cantado en el espectáculo.
Erri de Luca nació en Nápoles en 1950 y publicó su primera novela –Aquí no, ahora no– en 1989, con casi cuarenta años. Desde entonces ha publicado más de cincuenta libros entre literatura, ensayo y poesía. Albañil, mozo de aeropuerto, obrero fabril y camionero, militó en la organización de izquierda Lotta Continua en los convulsos años setenta italianos, periodo que él siempre define como una pequeña guerra civil de la que su bando salió derrotado. Sus experiencias laborales, políticas y de voluntariado (primero en África, luego en Yugoslavia), así como su afición por el alpinismo y la escalada deportiva han dejado una huella profunda en su narrativa, al igual que su más reciente interés por la Biblia, de la que ha traducido algunos fragmentos en busca de una mayor fidelidad al original. Considerado uno de los autores italianos más importantes de todos los tiempos, sus libros han sido traducidos a 23 idiomas. Ha sido galardonado con varios premios, entre los que destacan el Premio France Culture y el Femina Étranger en Francia, o el Premio Petrarca en Alemania.
La Fábrica y el Círculo de Bellas Artes organizan los días 20 y 21 de noviembre la séptima edición del Festival Eñe, la gran cita de la literatura española, que, como Alberto Anaut, director de La Fábrica, ha manifestado durante la presentación, “iza una bandera por los distintos idiomas y escritores del país”.
Eñe, que tiene lugar en el Círculo de Bellas Artes, es un punto de encuentro para escritores, editores, periodistas y apasionados por la lectura que ofrecerá un programa literario dirigido por el escritor Manuel Rivas que gira en torno a la idea de “abrir pasos” y que vertebrará más de 50 actividades con alrededor de 70 invitados, entre diálogos intrépidos, mesas redondas, conferencias, talleres, recitales poéticos, actividades infantiles y música. “Cuando se trata de contribuir a crear espacios, como es este caso, siempre me apunto”, declaraba Manuel Rivas, quien también apuntó a Eñe como “un lugar de porqués, del activismo de la libertad, de la duda y de la búsqueda. Un lugar de reflexión, imaginación, memoria y descubrimiento”. Y, como apostilló Juan Barja, director del CBA, “un lugar de acuerdos y desacuerdos de donde siempre salen cosas positivas”.
Juan Goytisolo, premio Cervantes, será el encargado de inaugurar esta VII edición, mientras que Quico Cadaval será el que lo clausure. Entre los principales nombres que asistirán, están Julio Llamazares, Javier Moro, Marta Sanz, Caballero Bonald, Yuri Herrera, Elena Medel, Juan José Millás, Luis García Montero, Agustín Fernández Mallo, Óscar Hahn, Jordi Soler y Bernardo Atxaga. Además, podremos ver a Joaquín Sabina, Ana Curra, Miguel Ríos, José Luis Cuerda, Baltasar Garzón, SUSO33, el presidente de Médicos sin Fronteras y el director de Amnistía Internacional en España, entre otros muchos.
La poesía y los talleres tendrán un espacio privilegiado. En el primer apartado, Eñe contará con lecturas inéditas y debates de escritores como Leire Bilbao, Javier Gallego “Crudo”, Ada Salas, María do Cebreiro, Víctor M. Díez y Juan Carlos Valle “Karlotti”. En el segundo apartado, destacan Fernando González “Gonzo”, Lola Larumbe, Antón Patiño, Nelson Calderón, y Carmen Pena que impartirán talleres exprés de creación en disciplinas tan diversas como el periodismo, la narrativa y el arte.
Eñe no dará la espalda a eventos tradicionales como “Cuatro editores en busca de autor” y en Twitter celebrará el concurso Fotohistorias de Madrid, que promueve la publicación de imágenes y textos cortos con acontecimientos inventados o reales ambientados en la ciudad.
Entre los distintos diálogos, encontramos: Juan Goytisolo con Antonio Lucas; el músico Miguel Ríos y el filósofo y premio nacional de Ensayo José Luis Pardo; Jordi Soler y Bernardo Atxaga; Kirmen Uribe y Mercedes Monmany; Agustín Fernández Mallo con Jose Edelstein. La ecología y solidaridad también estarán presentes con diálogos entre el escritor Juan José Millás y el director de Amnistía Internacional en España, Esteban Beltrán; también entre Javier Moro y el presidente de Médicos sin fronteras, José Antonio Bastos; o con la conferencia que ofrecerá Ruth Toledano: Literatura ecológica y ecología de la literatura.
Cultura, información y periodismo serán los ejes de tres mesas redondas que reunirán a nuevas y veteranas voces del periodismo cultural. Eloísa Otero, de Tam Tam Press, Clara Morales, de Infolibre y Manuel Cuéllar, director de El Asombrario ofrecerán su punto de vista acerca de cómo Abrir pasos…en el periodismo cultural. Sergio Vila-Sanjuán, director del Cultura|s de La Vanguardia; Ignacio Elguero, director del programa La estación azul de Radio 3 y Fernando González “Gonzo” abordarán las Culturas emergentes y crisis del periodismo. Incontestables figuras de la cultura en español como Julio Llamazares y José Luis Cuerda y Manuel Vicent y El Roto, conversarán entre sí, moderados y acompañados por Juan Cruz y Ángel S. Harguindey, respectivamente. La escritora argentina Raquel Robles, Premio Clarín 2008, y el mexicano Yuri Herrera, autor de Señales que precederán al fin del mundo, dialogarán gracias al apoyo de la Embajada de Argentina y la Embajada de México y el Instituto de México, respectivamente. El juez y abogado Baltasar Garzón, autor de libros como La línea del horizonte o El alma de los verdugos, será también protagonista de un diálogo intrépido.
Además, habrá dos homenajes más que merecidos a Rafael Chirbes y Caballero Bonald.
El Festival Eñe está organizado por La Fábrica y el Círculo de Bellas Artes y cuenta con el apoyo del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte-Plan Fomento de la Lectura, AC/E Acción Cultural Española, Madrid Destino y el Institut Ramon Llull así como de la Embajada de la República de Argentina, la Embajada de México, el Instituto de México en España y El País. Telefónica, Fundación Loewe y Fundación Repsol son socios protectores. Hotel Iberostar Las Letras Gran Vía es el alojamiento oficial; illycaffé, Brizzolis y Librería Antonio Machado, colaboradores oficiales; y Notodo.com y Radio Círculo, medios asociados.
Los abonos para el festival ya están a la venta en www.lafabrica.com y www.circulobellasartes.com con unos precios de 15€ general y 10€ reducido.