“Unas veces (es) mágico, otras maldito, pero siempre amado”. Así describía el artista plástico Vicente Ameztoy el paisaje del norte que habitualmente retrataba. El Círculo de Bellas Artes acogió recientemente una exposición antológica sobre el artista vasco, y esta muestra fue el paisaje escogido para conversar con el poeta Hasier Larretxea, un autor para quien la relación con su lugar de origen constituye un eje fundamental de su escritura; y es que los bosques del norte, cargados de esa “riqueza natural, simbólica, mitológica y mística” han estructurado la geografía emocional de este joven autor.
Durante el pasado Festival EÑE, que tuvo lugar en noviembre de 2019 en el Círculo, Hasier protagonizó, junto a su familia (madre, padre y marido), una performance muy singular. En ella, la lectura de poemas se aderezaba con música en directo y muestras performativas de tradiciones de su norte natal. En la siguiente entrevista, hablamos con él, entre otras cosas, del proceso de reunificación familiar que han logrado con estas actuaciones; de la cultura como manera de resistencia; del bosque como sendero de conexión, como escondite purificador; de su diálogo, mediante la escritura, con las generaciones anteriores; de identidades, masculinidades.
Hasier Larretxea nació en Arraioz, pueblo del valle de Baztan, Navarra, en 1982. Hace años que vive en Madrid. En 2018 se publicó su primer libro de narrativa en castellano, El lenguaje de los bosques, en la editorial Espasa, con ilustraciones de Zuri Negrín y fotografías de Paola Lozano. Ha publicado además los poemarios Quién diría, qué… (Pre-Textos, 2019), Batzuen ametsak bertzeen zelai zulatuak dira (Pamiela, 2018), Meridianos de tierra (Harpo Libros, 2017), De un nuevo paisaje (Stendhal Books, 2016), Niebla fronteriza (El Gaviero, 2015), Atakak (Alberdania, 2011), su traducción al castellano Barreras (La Garúa, 2013) y Azken bala / La última bala (Point de Lunettes, 2008). Realiza lecturas en las que aúna la literatura con los sonidos del deporte rural vasco (hacha, piedra, sierra), la vida rural (nueces, cencerro) y la electrónica junto a su padre Patxi (deportista rural de gran recorrido), su madre Rosario y su marido Zuri.