“Unas veces (es) mágico, otras maldito, pero siempre amado”. Así describía el artista plástico Vicente Ameztoy el paisaje del norte que habitualmente retrataba. El Círculo de Bellas Artes acogió recientemente una exposición antológica sobre el artista vasco, y esta muestra fue el paisaje escogido para conversar con el poeta Hasier Larretxea, un autor para quien la relación con su lugar de origen constituye un eje fundamental de su escritura; y es que los bosques del norte, cargados de esa “riqueza natural, simbólica, mitológica y mística” han estructurado la geografía emocional de este joven autor.
Durante el pasado Festival EÑE, que tuvo lugar en noviembre de 2019 en el Círculo, Hasier protagonizó, junto a su familia (madre, padre y marido), una performance muy singular. En ella, la lectura de poemas se aderezaba con música en directo y muestras performativas de tradiciones de su norte natal. En la siguiente entrevista, hablamos con él, entre otras cosas, del proceso de reunificación familiar que han logrado con estas actuaciones; de la cultura como manera de resistencia; del bosque como sendero de conexión, como escondite purificador; de su diálogo, mediante la escritura, con las generaciones anteriores; de identidades, masculinidades.
Hasier Larretxea nació en Arraioz, pueblo del valle de Baztan, Navarra, en 1982. Hace años que vive en Madrid. En 2018 se publicó su primer libro de narrativa en castellano, El lenguaje de los bosques, en la editorial Espasa, con ilustraciones de Zuri Negrín y fotografías de Paola Lozano. Ha publicado además los poemarios Quién diría, qué… (Pre-Textos, 2019), Batzuen ametsak bertzeen zelai zulatuak dira (Pamiela, 2018), Meridianos de tierra (Harpo Libros, 2017), De un nuevo paisaje (Stendhal Books, 2016), Niebla fronteriza (El Gaviero, 2015), Atakak (Alberdania, 2011), su traducción al castellano Barreras (La Garúa, 2013) y Azken bala / La última bala (Point de Lunettes, 2008). Realiza lecturas en las que aúna la literatura con los sonidos del deporte rural vasco (hacha, piedra, sierra), la vida rural (nueces, cencerro) y la electrónica junto a su padre Patxi (deportista rural de gran recorrido), su madre Rosario y su marido Zuri.
Si bien hace algunas semanas pudimos escuchar en los #LunesAlCírculo a Nuria Sánchez Madrid hablar sobre lo político en Zambrano, ahora nos tocaba conocer más sobre lo poético. Algo de lo que se encargó el maestro de filosofía y político Ángel Gabilondo, que pronunció Conciertos y desconciertos del decir poético en relación a la exposición María Zambrano y el método de los claros: Cuaderno de notas para un ensayo en imágenes. Ya son unas cuantas conferencias a las que asistimos dentro de Los lunes, al Círculo y, sin lugar a dudas, esta fue, para el que suscribe, una de las mejores que hemos vivido, no solo por la profundidad de la misma, por su contenido, sino por la intensidad formal, un monólogo que no perdió pasión en un solo momento, con múltiples citas de Ullán, Rilke, Margarit, Valéry o Valente, entre otros muchos, y que, de alguna manera, se convirtió en un bello y rítmico poema en sí mismo, en una reivindicación de la poesía y sus fuentes, del pensamiento y, sobre todo, de la palabra, que durante una hora y pico nos abrazó sentidamente a María Zambrano. Si Gabilondo señaló al Círculo como «templo de la palabra», bien podríamos decir que él es un gran maestre de la misma.
«Os puedo asegurar –comentaba Valerio Rocco, director del Círculo, al final de la conferencia– que esta peana temblaba mientras hablaba Ángel porque la energía que imprime en su discurso le mueve desde la cabeza hasta los pies. Y esto era una vibración de auténtico pensamiento, pero en un sentido que habría que analizar musicalmente… movía las piernas como un bailarín». Es alucinante que un profesor con tantos años de experiencia, con mil y una conferencias a sus espaldas, con otras muchas intervenciones en la Asamblea de Madrid, en debates televisados, etc., asegure que mueve las piernas, como si de un batería dándole al bombo se tratara, «por los nervios de hablar en público». Creo que más allá de lo nervioso que pueda ser, es por el profundo respecto que este maestro tiene a las palabras que pronuncia, a la devoción hacia el sentido pleno con que quiere dotar a las mismas, algo de lo que versó la conferencia y que guarda cierta relación con una charla que el filósofo Emilio Lledó mantenía hace algunos meses con los alumnos de la Escuela SUR y en la que defendía con fervor el diálogo.
Tenemos lenguaje, lógos, porque necesitamos comunicarnos. Esa es la esencia, eso crea sociedad, crea pólis. El lógos tiene que ser siempre dia-lógos, o sea un lógos que circula, que transita, que vive, que late, que expresa sentimientos, no solo racionalidades, que no solo señala el mundo, sino también la interioridad de lo que somos. Por eso es tan importante la educación, porque nos enseña a pensar las palabras.
Gabilondo profundizaba en esta idea rescatando unas palabras de la propia Zambrano: «Si me dí a hablar es porque me encontré en ello, tenía que hacerlo… es como si ni siquiera lo hubiera decidido como si hablar ocurriera más allá de toda intención». El habla como algo intrínseco al ser humano.
En este sentido es curioso observar que con todas las tecnologías que tenemos al alcance, con todas las redes sociales, las webs y los foros de que disponemos, la inmensa mayoría de las personas compartimos compulsivamente ideas, noticias, pensamientos, artículos… de otros. Ponemos palabras de otros en nuestra boca, palabras que no hemos llegado a rumiar, a pensar, ¿nos están anquilosando el pensamiento? «En este mundo nuestro de palabras estereotipadas… Pensar el lenguaje es un deber de todos», decía Emilio Lledó.
La retórica en los discursos políticos, no exclusivamente de personas que ejercen la política, ha secuestrado la palabra; quizás sea el momento de reivindicar la poesía como refugio. Gabilondo rescató unas palabras de José Miguel Ullán, sobre María Zambrano, que de alguna manera nos animan a pensar en ese lenguaje:
«Zambrano hablaba para ver, para ver por qué hasta reconocerse mediadora al sacar a la luz y entregarnos ese sonido que solo en sueños se deja oír… Hablaba porque iba tras ello, porque lo necesitaba… No hablaba desde la comodidad sino de la necesidad.»
Se suele decir que hablar es una cualidad que nos diferencia de los animales, pero lo cierto es que la manera en que se habla en público, en el hemiciclo, en la calle, en las tertulias de televisión, en muchas ocasiones no nos distingue de otros animales precisamente.
Gabilondo afirmó que «vivimos y habitamos el mundo de un modo impoético… de espaldas al lenguaje, que utilizamos como si fuera un instrumento, una herramienta…». No es lo mismo hablar, decir, que proferir palabras. ¿Cuántas veces oímos parlotear sin el más mínimo latido del corazón?
«Considero extremadamente peligrosos los seres que coinciden consigo mismos». Poco a poco, Gabilondo nos introduce en el sentir poético de Zambrano que comparte raíces con su filosofía y que nos lleva a un ser incompleto que enamora. «Contra el vértigo, la claridad y la precisión. Para ser poeta no vale la vaguedad del ensueño… Bien lo dice Valéry, la poesía necesita luz… identificar la confusión con la profundidad es tanto como reducir la confusión a unidad. […] La luz solo brota en plenitud en la plena oscuridad, nunca huye de ella». Luz y oscuridad.
«Sin lenguaje no morimos ni vivimos, sin lenguaje, no somos. La muerte de verdad es la muerte de aquel a quien se ama; su muerte nos va matando; y también se fallece en la soledad por la imposibilidad de comunicación, entonces se muere juzgado por otros. La comunicación remite a algo común… solos en común.» La soledad y la comunidad.
Y así Gabilondo nos llevó en un precioso viaje a través de las claves de la poesía de Zambrano. Nos habló de que vivir es convivir y que la vida se compone de situaciones, no de hechos.
«Esperar, aprender a esperar, decir y hacer en este esperar. Quien no sabe esperar, no sabe decir. Esperar es salir al encuentro. Vivimos la ansiedad de no saber esperar, tenemos prisa, miedo…»
Y es que es cierto que las cosas que nos llenan en la vida, al menos al que suscribe, están fuera de ese corsé diario que nos ahoga; vivimos con unas necesidades creadas que se imponen, con un «tengo que…», que no nos deja volar en plena libertad. Sobre este esperar ahondó Gabilondo: «El ritmo del decir es el ritmo del esperar, que es apertura a las condiciones de oportunidad.» Y siguió introduciendo elementos esenciales en Zambrano, como el canto: «hace tiempo que no cantamos juntos… así se queda mudo el corazón.» Pienso en toda esa ficción que nos aleja de los problemas cotidianos de tu comunidad, de tu barrio. Andamos perdidos en mundos de series de televisión, parapetados tras el miedo, nos indignamos, pero no miramos a la calle, donde puedes encontrar otras personas con tus mismas motivaciones, con las mismas ganas de imaginar nuevos escenarios, donde sentirte arropado, donde cantar juntos. Sin tanta poesía lo explica muy bien Isaac Rosa en la revista Minerva: «La única manera de quitarnos esos miedos, o al menos de evitar que nos dominen, es construyendo otras formas de protección y seguridad: en comunidad».
Y así llegamos al sonido, al silencio y al sentido. «Solo cuando coinciden sonido y sentido hay poesía.» ¿Y por qué me acuerdo del Nobel de Literatura a Bob Dylan, aunque tampoco tengo claro que tenga que ver? (esto no lo dice Gabilondo, lo dice el que suscribe).
El profesor siguió con otro interrogante:
«¿Puede ser poético respirar, andar, dormir…? Sí, lo que suele ser es infrecuente porque lo poblamos de otros significados. Convertimos el andar en un sucedáneo del atletismo y olvidamos que en el dormir está el soñar.»
En este apartado, Gabilondo, reivindica el sentir originario de las palabras y, como mencionaba Gilles Deleuze, «espacios donde respirar, esperar, desear…».
Esto me lleva a la frase: «Mi cuerpo es un texto», que decía Marta Sanz en una charla reciente de la #CátedraACCIONA refiriéndose a que es el punto de partida, con todas sus experiencias vitales, sus satisfacciones e insatisfacciones, sus arrugas, sus achaques… a la hora de escribir; «mis textos son también cuerpos». En esos espacios, donde se mueven esos cuerpos que dicen veo relación en otro análisis de la misma Marta Sanz en una maravillosa charla del Festival Eñe, junto a Valerio Rocco, Luis Jorge Boone y Jacobo Armero, en la que decía: «…hay que fijarse en todos los pequeños episodios de poesía encontrada que surgen a lo largo del paseo por tu propio territorio y cómo esa manera activa, sensible y atenta de pasear son una forma de no caer en la alienación a la que estamos sometidos en nuestras vidas cotidianas… también es interesante en esos paseos por la ciudad, parar y mirar, algo que te coloca en una situación hiperestésica».
Todo esto me retrotrae en la conferencia a ese esperar del que hablaba Gabilondo, en el que también nace la palabra, sobre la que regresó de nuevo. «Decía Jacques Derrida “como alguien enamorado de las palabras las trato siempre como cuerpos que contienen su propia perversidad”. Yo amo las palabras cuando empiezan a enloquecer. Alguna vez dije que hago el amor con las palabras y me lo pusieron en un titular de periódico. A veces no se duerme o no se vive por una palabra que nos falta, a veces tenemos dolores de palabra… las palabras hacen, sangran…».
Y siguió con una reivindicación más política en torno a esto mismo:
«Precisamos otro modo de decir, un decir no obsesionado en decirlo todo, en comentarlo todo, en describirlo todo, en hacer declaraciones sobre todo… Estamos en una época en la que hemos perdido la palabra. En rigor, difícilmente podemos sentir y vivir. Precisamos reactivar nuestro decir, como tarea personal y política, no solo ya escribir sino que necesitamos la acción de leer, otro modo de escuchar, recrear lo dicho, dejar decir… así la lectura será poética… Escribir como leer, escribir escuchando. No es fácil sintonizar, encontrarse, ni siquiera con uno mismo… Me falta la palabra. Tanto que en ocasiones me consuela considerar que no sea yo quien le falte a ella, o mejor dicho, que sea yo quien le sobre; sin ella siento no tener ni cuerpo, ni boca, ni voz…».
Finalmente, nos sumergió en el decir poético «que hace que algo sea algo que no es todavía» y en la importancia que tiene en este el ritmo. Momento en el que aprovechó para dedicarnos un homenaje con una anécdota referida a José Ángel Valente tras una lectura poética de éste en el Círculo allá por 1999, poco antes de morir, que quedó recogida en el libro Palabra y materia de la colección La voz del poeta (CBA) [en el enlace encontrarás el audio al que se refiere Gabilondo en la conferencia en el que casi pierde la vida por mantener el ritmo]. José Ángel Valente le contó entonces a Gabilondo que María Zambrano devolvió una máquina de escribir eléctrica porque «en esta máquina no escucho el ritmo (tic, toc, tac) que necesito para escribir».
No te preocupes, estimado lector, podría parecer que he destripado la conferencia, pero no es así. Esta está repleta de mucha más PALABRA, más citas maravillosas, de esas que te dejan el corazón en un puño y el pensamiento en combustión. Sí acabo con ese abrazo poético eterno que Gabilondo hilvanó entre María Zambrano y Joan Margarit, Premio Cervantes 2019 –quien abrirá por cierto la XXIV Lectura Continuada del Quijote en 2020–. Es bonito, parece que los poetas se contestan o se van complementando entre sí en un diálogo imposible. Comenzó este (no)diálogo Margarit con su llamamiento a la poesía como última casa de misericordia.
Y (no) contestó María Zambrano en un texto de febrero del ’39: «Estoy demasiado rendida para escribir… solo podría hacer poesía, pues la poesía es todo y en ella no tiene una que escindirse, el pensar escinde a la persona, pero el poeta es solo uno…» Completando con un extracto de Delirio de un incrédulo (1950) donde señalaba: «…el decir poético no es una debilidad, es una fragilidad y hay que ser muy fuerte para soportar la propia fragilidad en la que anida el instante de concebir, entregarse a este decir poético transforma toda nuestra existencia y le da una luminosidad que solo en nuestra propia oscuridad deslumbrará.». Para sentenciar: «…soltar esa imagen de querer ser yo… ¡¿quién nos soporta a nosotros siendo como somos?!».
Y llegó, finalmente, la (no) respuesta de Margarit, que rescató Gabilondo para cerrar su discurso como «un canto que hacemos en común» y un estupendo final poético también para este post (aunque hubo mucho más después, algo que puedes ver en el vídeo abajo):
NO TIRES LAS CARTAS DE AMOR
Ellas no te abandonarán.
El tiempo pasará, se borrará el deseo
-esta flecha de sombra-
y los sensuales rostros, bellos e inteligentes,
se ocultarán en ti, al fondo de un espejo.
Caerán los años. Te cansarán los libros.
Descenderás aún más
e, incluso, perderás la poesía.
El ruido de ciudad en los cristales
acabará por ser tu única música,
y las cartas de amor que habrás guardado
serán tu última literatura.
Genoma Poético nace de la palabra común, del nombrar. Nace desde la intención de hacer público el disfrute de la escritura como ejercicio colectivo y como juego poético. Quino Romero, diseñador gráfico y creativo, y Carlos G. Torrico, psicólogo y formador, son los ideólogos de este laboratorio literario e itinerante. Ambos estuvieron en el Círculo para participar en la muestra de editoriales artesanales enmarcada en las actividades paralelas de la Lectura del Quijote. Coincidiendo con su paso por aquí, aprovechamos para entrevistarles. Y aquí está el resultado:
El presidente del Círculo de Bellas Artes, Juan Miguel Hernández León, entregó el XVII Premio Soledad Escassi, organizado por la entidad y su Aula de Poesía, al poeta albaceteño Manuel Laespada Vizcaíno que con el poema Si alguna vez sospechasfue seleccionado de entre alrededor de 250 participantes.
El jurado compuesto por Isla Correyero, Carmen Rubio y Raquel Lanseros, destacó «la originalidad y contemporaneidad del tema, los hallazgos en las imágenes y el dominio del ritmo prosódico» no solo del ganador, sino también de la mención especial al poema El chalet abandonado de Mª del Carmen Fernández Cabrera.
«Cuando este premio viene avalado por un grupo de escritores, como es el Grupo de Poesía del Aula de Encuentros del CBA, adquiere, para el autor premiado , mayor dimensión», apunta agradecido Manuel Laespada, quien no es nuevo en esto de recibir premios, ya que anteriormente había ganado otros en Ciudad Real, Mérida, Pamplona, etc.
La alta participación de casi 250 poetas y el hecho de que muchos poemas hayan llegado desde países tan distantes como Cuba, Alemania, Honduras… demuestra que la poesía está muy viva, pese a que, por desgracia, parezca estar en crisis permanente al igual que otras manifestaciones artísticas y culturales. «La realidad –continúa Manuel– es que la poesía goza de una salud medianamente aceptable. Es verdad que no se lee mucha poesía, pero certámenes como éste vienen a demostrar, con casi 250 trabajos presentados, que es un enfermo que goza de buena salud».
Manuel Laespada, nacido en Albacete en 1958, cursó estudios de Geografía e Historia, pero ha sido en la poesía donde ha encontrado su vía de evasión en la vida. «La lectura de un buen libro de poemas es capaz de llenarme las horas y permitirme gozar más que con cualquier otra actividad. También me aporta catarsis cuando la escribo, en el sentido de liberación y compromiso».
Libros publicados y premios de Manuel Laespada Vizcaíno
Poesía: El suspiro ahogado, Premio Ciudad Real; Plenilunio descalzo, Premio Luis Feria, La Laguna; Los dedos de la sombra, Premio Mario López, Bujalance; Búsqueda rota, Premio Ciudad de Puertollano; La piel indefensa, Premio Ciudad de Pamplona; El envés del espejo, Premio Vicente Martín, Torrejón de la Calzada; Del amor caído, Premio Ciudad de Mérida; La sombra compartida, Premio Tardor, Castellón.
Poesía infantil: Anividanzas.
Prosa: Un baño de palabras.
Novela: La complicidad de la duda, Premio Cartapuebla de Miguelturra.
Puedes leer AQUÍ el poema de Manuel Laespada Vizcaíno, Si alguna vez sospechas, ganador del XVII Certamen de Poesía Soledad Escassi.
El 2 de mayo salió a la venta Quijote y los invencibles, volumen que incluye un DVD con la grabación del singular espectáculo teatral a medio camino entre el monólogo y el ensayo escénico, presentado por Erri de Luca en Madrid en 2009. El libro se compone de unos ensayos breves de De Luca sobre el Quijote, una entrevista con el escritor italiano realizada por César Rendueles, y la transcripción íntegra de lo contado, recitado y cantado en el espectáculo.
Erri de Luca nació en Nápoles en 1950 y publicó su primera novela –Aquí no, ahora no– en 1989, con casi cuarenta años. Desde entonces ha publicado más de cincuenta libros entre literatura, ensayo y poesía. Albañil, mozo de aeropuerto, obrero fabril y camionero, militó en la organización de izquierda Lotta Continua en los convulsos años setenta italianos, periodo que él siempre define como una pequeña guerra civil de la que su bando salió derrotado. Sus experiencias laborales, políticas y de voluntariado (primero en África, luego en Yugoslavia), así como su afición por el alpinismo y la escalada deportiva han dejado una huella profunda en su narrativa, al igual que su más reciente interés por la Biblia, de la que ha traducido algunos fragmentos en busca de una mayor fidelidad al original. Considerado uno de los autores italianos más importantes de todos los tiempos, sus libros han sido traducidos a 23 idiomas. Ha sido galardonado con varios premios, entre los que destacan el Premio France Culture y el Femina Étranger en Francia, o el Premio Petrarca en Alemania.
Una apertura hacia la tierra, un agujero en el suelo de esta letra, la última del alfabeto griego, como símbolo de vaciamiento, de fin. Pero más que una clausura, Omega fue un comienzo, un lugar en el que la hondura dramática del flamenco encontró nuevas vías de expresión. Para Alberto Manzano – escritor, poeta, periodista y traductor de la mayor parte de la obra literaria y discográfica de Leonard Cohen -, el descubrimiento del flamenco, tras colaborar con el propio Morente en ese disco matriz, fue una “luz” que le hizo verificar que “desde nuestro país y nuestra cultura, esta era la mayor aportación que podíamos ofrecer a la poética del rock”.
Alberto Manzano es también el responsable del proyecto Como un corazón, un puente artístico entre el flamenco y la poesía del rock norteamericano, que tomó forma de álbum el pasado mes de octubre y se presenta el 16 de marzo en directo en el Círculo de Bellas Artes. En este estreno, las cantaoras Rocío Bazán, Argentina, Rocío Segura y Paula Domínguez estarán acompañadas por una sólida banda que dará sustento musical a las letras de los poetas del rock norteamericano (Jackson Browne, Cohen, Dylan, Suzanne Vega, Elliott Murphy, Hank Williams), García Lorca – el poeta favorito de Cohen -, Antonio Machado – el poeta por excelencia de Jackson Browne – o el francés Jacques Prévert.
A continuación, podéis leer la entrevista que le realizamos a Alberto Manzano a raíz del concierto. Nos quedamos con su cierre, una concisa y profunda definición para animaros a disfrutar de Como un corazón: “la alquimia de la palabra poética del rock hecha carne flamenca”.
Carlos Oroza falleció en Vigo este fin de semana a los 92 años. Icono de la poesía recitada y underground en España, a lo largo de su vida destacó por ser uno de los fundadores de la revista contracultural Tropos y por sus numerosos recitales, no exentos de disidencia.
Este “poeta maldito”, como lo definió Umbral, vivió en Madrid, Ibiza o Nueva York, pero la mayoría de su vida la pasó en Vigo, lugar donde ha fallecido. Inconformista, su poesía destacó por el verso libre y la oralidad, “la puntuación destruye la música de la palabra”–decía–; y los mensajes incitando a la rebeldía: “lo que ayer eran grandes verdades, hoy están puestas en duda”.
En 2014, Carlos fue distinguido por el CBA con la Medalla de Oro por su labor poética a lo largo de tantos años. Pese a destacar por la poesía oral, algunos de sus poemas se han registrado en diversas publicaciones. Destacamos Évame, de la Editorial Elvira, publicado en 2015.
Antón Patiño: ¿Cuándo notaste que la poesía era tu forma de expresión?
Carlos Oroza: Yo nací con esa fatalidad. Un día se me posó un pájaro en el hombro y no dejó de cantarme. Entonces me instalé en mi otredad y compuse oralmente en la cama y en la calle al ritmo de mis pasos.
Entre sus poemas más reconocidos están: “Se prohíbe el paso”, “Dejad que el trigo crezca en las fronteras” o “Un sentimiento ingrávido recorre el ambiente”.
Radio Círculo tuvo la oportunidad de entrevistarlo. Puedes escucharlo AQUÍ.
Nuestros compañeros del Teatro Fernán Gómez nos traen de nuevo un ciclo de poesía: Los Martes, Milagro. Algo que no sorprende, ya que el público siempre ha respondido positivamente a las actuaciones donde la lírica destaca como protagonista. De esta manera, en mayo y junio se presentarán dos funciones tras las cuales tendrán lugar sendos encuentros con el elenco de artistas.
En el año teresiano, un espectáculo que relata la relación entre Teresa de Ávila y la Princesa de Éboli a raíz de los conflictos surgidos entre ambas con motivo de la fundación del Convento de Pastrana.
“Cuando no quede un árbol, / cuando todo sea asfalto y asfixia o malpaís, / terreno pedregoso sin vida, / esta será de nuevo la capital de la muerte”. Una muerte que sorprendió el pasado domingo al autor de este verso, el poeta, narrador, ensayista y traductor mexicano José Emilio Pacheco. Premio Cervantes y Reina Sofía de la Poesía Iberoamericana, Pacheco fue autor de una poesía que hablaba de la belleza de lo cotidiano y, sobre todo, del tiempo.
Tan sólo unos días después de que recordáramos con un post la grandeza de su compañero literario (y vecino del barrio de la Condesa) Juan Gelman, fallecido también la semana pasada, incluimos a continuación un artículo de la revista Minerva que recoge el encuentro que el autor de Morirás lejos mantuvo con alumnos de secundaria en el CBA y un audio que recoge la charla en la que Pacheco participó junto a sus lectores, dentro de la XIV Lectura Continuada de El Quijote.
El diario Claríndel pasado miércoles dedicó una parte importante de la edición al “hombre que convirtió el dolor en poesía”. Juan Gelman o el poeta -hasta el martes- vivo más prestigioso en Argentina, falleció en la Ciudad de México, donde se vio obligado a exiliarse en 1975. Premio Cervantes 2007 y Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2005, su literatura se vio siempre recorrida por el amor, el compromiso y el exilio.
Recuperamos a continuación un artículo de la revista Minerva, en el que se transcriben las reflexiones en torno a su poesía con las que Gelman contestó a las preguntas que le plantearon alumnos de varios colegios en un encuentro celebrado en el CBA. Incluimos también un poema inédito publicado en la misma revista.