La relación histórica y simbólica entre fiesta y revolución es compleja y contradictoria. La revolución en tanto fiesta siempre alienta en la mente y en el cuerpo como momento(s) de lo subjetivo –subjetividad, en todo caso, colectiva e individual–. Por lo demás, también en ese ámbito, su ambición consiste en apertura, intentando fundar un nuevo tiempo. Y al contrario, la fiesta como memoria institucionalizada sirve al tiempo de cierre (¿definitivo?) de dicha apertura. La fiesta está en la película de «El gran río. Resistencia, rebeldía, rebelión, revolución» #4R en un episodio que trata de esa contradicción y esa deriva, pero también, sin duda, ese momento. Como escribió el poeta Charles Peguy, «la fiesta es un levantamiento en masa, y el levantarse en masa es una fiesta». El rumor de la calle, de la fiesta, siempre está ahí para hacer tambalear el orden social¹.
La fiesta también puede constituir ese momento que queda ya fijado en un calendario y que rememora ese acto que marcó un hito. En nuestro tiempo cada día es el día de algo, y quizás en ocasiones las reivindicaciones se diluyen tras las celebraciones. Es difícil abstraerse una vez que esos días especiales forman parte de esa realidad paralela que conforman nuestras redes sociales. Ahora reivindicamos, nos manifestamos, de forma virtual. Me adhiero con un like, un fav, un retuit, pero salir a la calle ya es otro tema. Vivimos en plena urgencia, sin tiempo para nada; en la boca el «no puedo». Las redes de alguna manera nos hacen protagonistas virtuales en un espacio que realmente poco puede cambiar si no lo cambiamos allí donde se puede: la calle, ese espacio simbólico donde la adhesión sí se tiene en cuenta, donde se forman los ríos y las riadas, donde el orden se tambalea.
Las grandes fiestas revolucionarias son aquellas en las que todos de alguna manera se ven a sí mismos como actores. La masa al completo pasa a ser protagonista, libre de ataduras, l@s que la integran están entre pares a los que reconocen con un pensamiento común que se considera justo. Ese que siempre ha estado ahí y que a veces por circunstancias externas o incluso por autocensura nunca sale. Y cuando lo hace, cuando podemos expresarlo, nos desborda a nosotros mismos con resultados inesperados.
El ejemplo de la manifestación feminista del 8M puede bien valer para corroborar la cantidad de gente que compartía sin saberlo, no solo un mismo pensamiento, no solo una misma reivindicación, sino un mismo sentimiento colectivo, un hartazgo que echó por tierra todas las previsiones. Había un renacer general de una esperanza nueva, una promesa.²
Hasta 1975 en el que la ONU fijó el Día Internacional de la Mujer, las reivindicaciones feministas se habían celebrado desde el XIX en diversas fechas. Muchas mujeres han trabajado duro para conquistar derechos desde tiempo inmemorial, pero por lo menos en España, no se había producido un desborde como el del 8M de 2018 en el que además, se celebró la primera huelga feminista, en la que pararon muchos colectivos, entre los que, por ejemplo, destacamos el de las periodistas por su papel amplificador.
Hoy la tecnología y los estudios permiten hacer pronósticos de casi todo, pero hay sentimientos que afloran en un momento concreto, todos a la vez, que generan un vínculo cuyo resultado no puede ser cuantificado y que está fuera de la lógica materialista³. La manifestación se convirtió en una revolución inesperada y ni mucho menos violenta viniendo del sexo que da la vida (4). Sus efectos se hicieron sentir casi de inmediato, en cuanto que distintos agentes sociales que se habían mostrado distantes y reticentes, quisieron apuntarse al carro sobre la marcha, unos por interés, otros quizás porque se convencieron con las razones. Y hoy estamos asistiendo al gobierno con mayor número de ministras de la historia, así como a un debate sobre políticas familiares, de violencia de género, educativas, de conciliación e igualitarias…, que hace tiempo que no estaban tan de actualidad.
Parece incuestionable que la fiesta revolucionaria parte de una adhesión completamente libre. Y de esa libertad común y compartida surge la felicidad de no encontrarse sol@. En ese 8M hubo sonrisas, lágrimas, cánticos, abrazos, mensajes, pintadas… jóvenes repartiendo flores y lazos… Y un color, el morado —que para el que no lo sepa, es histórico en la lucha feminista desde principios del XX—. La noche fue larga. Un día así lo merecía. La fiesta reivindicativa se convirtió en felicidad.
La parafernalia de la fiesta revolucionaria, también interesante, jugó su papel. Las pintadas en las paredes fomentaron el entusiasmo, arroparon a las protagonistas, revitalizaron el mensaje y lo propagaron invitando a pensar y reflexionar en espacios en los que uno no está habituado, en una calle, una esquina, una estatua que nunca te llamó la atención, pero ahora sí.
El feminismo espera ahora a que esa fiesta se constituya en una revolución real y lleve consigo esos cambios sociales que se buscan. Si no, podría quedar ese regusto de Mayo del 68, bonito, pero poco útil (5). Los políticos parece que han captado algún mensaje, pero no deben dormirse porque queda mucho por hacer y los ríos pueden desbordarse de nuevo.
La fiesta y el feminismo desde el punto de vista del conflicto en la historia, son dos de los aspectos que se tratan en la exposición «El gran río. Resistencia, rebeldía, rebelión, revolución» #4R, que puedes ver en la sala Minerva (planta baja) del Círculo de Bellas Artes hasta el 26 de agosto de 2018 en horario de martes a domingos de 11h a 14h y de 17h a 21h.
FOTO PRINCIPAL: Autor Martín Pintado: intagram @creativepintado (www.creativepintado.com)
NOTAS
¹ El rumor de la calle. Entrevista con Manuel Delgado en Minerva 6.
² Mona Ozouf, La Fête révolutionnaire. «Para que una revolución pueda ser tal, ¿qué es lo que resulta imprescindible? Un pueblo que arranca con buen paso, una puesta en camino irreflexiva y que no había sido preparada, una esperanza nueva, un movimiento que va en dirección a una promesa: es la primera imagen de la fiesta». Incluida en el catálogo de la exposición El gran río. Resistencia, rebeldía, rebelión, revolución #4R, así como en el Atlas de la muestra (hasta el 26 agosto) y abierto a consulta en la web del CBA.
³ «El proyecto histórico de la vida, del vínculo, de la fiesta, del placer, y el proyecto histórico de las cosas. El proyecto histórico de las cosas produce individuos. El proyecto histórico de los vínculos produce comunidad, colectividad».
Entrevista con Rita Laura Segato en Minerva 28.
4 Simone de Beauvoir El segundo sexo. Laura Freixas también la cita en esta entrevista del CBA.
5 Jean Baubérot en Laicidad y dialéctica de la Minerva 12 cuenta que Mayo del 68 lo vivió más «como unos fuegos artificiales, que como el comienzo de algo… fue una gran fiesta».
Textos del vídeo:
“A vous qui ignorez la fête de Capet mort sur l’échafaud, Rois craignez qu’un jour votre tête ne fasse aussi le même saut”. [«Vosotros que ignoráis la ?esta / del Capeto muerto en el cadalso, / reyes, cuidad que vuestras cabezas / no vayan a dar el mismo salto»].
[Copla cantada en 1793 en una ?esta en Conches, en un simulacro de ejecución]
«Una feliz edad en la que nada marcaba las horas, tiempo sin empleo de tiempo, ?esta sin divinidad».
[Ozouf, La fête révolutionnaire –cita interna de Jean Jacques Rousseau, Ensayo sobre el origen de las lenguas]
«Libertad compartida, sentirnos cada uno igual que el otro. Imagen en sí misma indivisible? de un encuentro humano multiplicado de forma inde?nida. Un pensar en común».
[Starobinski, La invención de la libertad]
«La ?esta como la revolución, vive a partir del poder que une».
[Michelet, Histoire de la Révolution française]
«Cuando la alegría de uno es la de millones, emancipados a la vista del cielo».
[Wordsworth, The Prelude]