Una historia, que no “historia” a secas, sin artículo, pues la llegada de la modernidad al lenguaje cinematográfico sigue unas sendas no lineales y, como tal, la narración puede realizarse desde varios puntos de vista diferentes y a través de multitud de películas. Ésta es uno de ellos.
El ciclo Una historia de la modernidad cinematográfica que comienza en el Cine Estudio es, por lo tanto, un punto de vista sobre los cambios que tuvieron lugar en la narrativa cinematográfica tras la conclusión de la II Guerra Mundial. Unos cambios que iban a modificar para siempre la forma de realizar, contemplar y reflexionar el cine. Con el final de la contienda una nueva generación de directores, guionistas y espectadores buscan en el cine un punto de reflexión que reflejara desde un prisma diferente los cambios sociales, los avances tecnológicos y científicos, la nueva conciencia que ha creado el fin de la guerra. Para ellos, los cauces tradicionales de la narrativa cinematográfica no son suficientes para recoger esta nueva sociedad. El resto de disciplinas artísticas (la literatura, las artes plásticas, la música) han sufrido esta renovación en la década de los veinte, con la llegada de las vanguardias posteriores a la I Guerra Mundial, pero no es sino hasta este momento cuando esta nueva conciencia llega a la pantalla. La idea de una historia única, narrativa, donde el montaje ayude a la comprensión lineal de las películas comienza a resultar escasa para representar esta nueva sociedad. Los valores miméticos dejan de ser inevitables, la fragmentación comienza a ser concebible también en el mundo del cine, la forma y el contenido ya no tienen por qué ser dos elementos comunes, la estructura lógica pasa a ser sólo una opción entre otras posibles, la psicología comienza a alcanzar la relevancia de la narración. La modernidad no será un modelo que se impone sobre las formas clásicas, sino una nueva manera de narrar y escribir la imagen que coexiste con ellas. A lo largo de la década de los 50 el cine madura este nuevo concepto y da lugar a una larga lista de películas que modificarán para siempre la narrativa cinematográfica.
El punto de partida se había encontrado en Italia, donde el neorrealismo había demostrado que nuevas propuestas narrativas podían ser asumidas, comprendidas e incluso admiradas por todo el planeta. Pero donde éstas comienzan a tomar categoría de movimiento común será en Francia, donde películas como Noche y niebla o El año pasado en Marienbad, de Alain Resnais (que proyectamos en sesión doble), proponen unas nuevas formas que serán retomadas con plena libertad por una joven generación de realizadores, los formados bajo las páginas de la revista Cahiers du Cinèma, que dotan a la modernidad cinematográfica de su marco conceptual. Películas como Al final de la escapada o Los cuatrocientos golpes, óperas prima de Jean-Luc Godard y François Truffaut, marcan una línea de trabajo que no tarda en expandirse rápidamente por toda Europa. Antes de la llegada de la década de los sesenta cintas suecas (El séptimo sello, de Ingmar Bergman), italianas (El eclipse, de Michelangelo Antonioni, 8½ de Federico Fellini) o procedentes de países de la órbita comunista tradicionalmente alejados del foco cinematográfico europeo como Polonia (Repulsión, de Roman Polanski) o Checoslovaquia (Trenes rigurosamente vigilados, de Jirí Menzel) van conformando un cine devorado ávidamente por una nueva generación de espectadores que entienden el hecho cinematográfico no como un producto de consumo sino como un punto de reflexión y debate. A todos ellos se añaden, en una historia no lineal, cineastas que pese a permanecer dentro de una industria perfectamente reglada y asentada establecen una línea de trabajo completamente independiente en la que caben los nuevos parámetros que absorben de unos realizadores mucho más jóvenes que ellos: es el caso de Alfred Hitchcock, que consigue levantar Vértigo / De entre los muertos en la rígida industria de las majors hollywoodienses, o de Luis Buñuel, que con más de sesenta años regresa a los planteamientos vanguardistas del inicio de su carrera al realizar en su exilio mexicano una película tan críptica y reveladora como El Ángel Exterminador. Con la llegada de la década de los 60, los parámetros de la modernidad se integran más o menos en el cine mainstream, aunque fracotiradores como Pier Paolo Pasolini siguen elaborando su filmografía más arriesgada según estos parámetros (Porcile). Aunque las lecturas, como decíamos al principio, son múltiples, el ciclo “Una historia de la modernidad cinematográfica” que ocupa la pantalla del Cine Estudio todo el mes de noviembre recoge una serie de cintas fundamentales para comprender este nuevo cine que cambiaría para siempre la forma de enfrentarse a la pantalla.
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Gran selección! Son de esas películas que las ves mil veces y no te cansas. Maratón de clásicos 🙂
No podemos estar más de acuerdo Adriana! Gracias por tu comentario