tiempo

¿Qué es el aura propiamente hablando? Una trama particular de espacio y tiempo: la aparición irrepetible de una lejanía por cercana que ésta pueda hallarse.

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El tiempo contenido en el instante en que la luz de la estrella destella para un hombre viene a ser del mismo material que lo perfilado por Joubert: «El tiempo también se halla, ya de antemano, en la eternidad; mas no es el tiempo terrenal, mundano ... Porque ese otro tiempo no destruye, tan sólo consuma».

Sobre algunos motivos en Baudelaire

Joseph Joubert, Pensées, París, 1883, p. 162. Cit. en Obras I, 2, p. 240

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Esos días significativos son los del tiempo de la consumación […] y son los días de la reminiscencia. No señalados por vivencia alguna, no unidos tampoco a los demás, sino destacándose del tiempo.

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La idea de un progreso del género humano a lo largo del curso de la historia no puede separarse de la idea de su prosecución en un tiempo vacío y homogéneo. La crítica de la idea de tal prosecución debe constituir la base misma de la crítica de la idea general de progreso.

Sobre el concepto de historia

Obras I, 2, p. 314

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El materialista histórico no puede en ningún caso renunciar al concepto de un presente que no es transición, sino que en él el tiempo se halla en equilibrio e incluso ha llegado a detenerse. El historicismo nos plantea la imagen ‘eterna’ del pasado; el materialista histórico nos muestra una experiencia única con éste. Deja a los demás que se desgasten con la puta ‘Érase una vez’ en el burdel del historicismo y permanece dueño de sus fuerzas: bastante hombre para hacer saltar lo que es el continuo de la historia.

Sobre el concepto de historia

Obras I, 2, p. 316

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A los judíos les estaba prohibido escrutar el futuro. La Torá y la plegaria los instruyen en cambio en la rememoración. Y esto venía a desencantarles el futuro, ése del cual son víctimas quienes recaban información de los adivinos. Pero, por eso mismo, no se les convirtió a los judíos el futuro en un tiempo vacío y homogéneo. Dado que así en él cada segundo constituía la pequeña puerta por la que el Mesías podía penetrar.

Sobre el concepto de historia

Obras I, 2, p. 318

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La inmortalidad está solo en el morir, y el tiempo se alza al final de los tiempos.

Metafísica de la juventud

Obras II, 1, p. 106

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El tiempo de la historia es infinito, pero lo es en cada dirección y está sin consumar en cada instante. Es decir: no es lícito pensar que un acontecimiento de carácter empírico tenga por fuerza una relación de carácter forzoso y necesario con la situación temporal en que sucede. En efecto, para el acontecer empírico, el tiempo sólo es forma, y algo que es aún más importante: forma sin consumar en cuanto tal.

Trauerspiel y tragedia

Obras II, 1, p. 138

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En cuanto respecta al tiempo mecánico, es aquí preciso señalar que la fuerza determinante de la forma histórica del tiempo no puede ser captada plenamente por ningún tipo de acontecimiento empírico, ni se recoge tampoco plenamente en ningún acontecimiento empírico concreto. Ese perfecto acontecimiento desde el punto de vista de la historia viene a ser más bien algo que se halla empíricamente indeterminado, es decir, una idea.

Trauerspiel y tragedia

Obras II, 1, p. 138

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La idea del tiempo consumado es justamente aquello que en la Biblia, en cuanto idea histórica dominante en ella, es el tiempo mesiánico.

Trauerspiel y tragedia

Obras II, 1, p. 138

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El tiempo trágico es al tiempo mesiánico lo que el tiempo consumado individualmente al tiempo divinamente consumado.

Trauerspiel y tragedia

Obras II, 1, p. 138

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El significado del tiempo consumado en el destino trágico sale a la luz en los momentos destacados de pasividad: a saber, en el acto de la decisión trágica, en el momento retardador, en la catástrofe.

Trauerspiel y tragedia

Obras II, 1, p. 139

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Porque el plexo de culpa es impropiamente temporal, en todo diferente por su tipo, como por su medida, respecto al tiempo de la redención, o de la verdad o de la música.

Destino y carácter

Obras II, 1, pp. 179-180

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Se puede hacer a este tiempo simultáneo con cualquier otro tiempo no presente. Pues se trata de un tiempo dependiente, parasitario respecto del propio de lo que es una vida superior, además de menos natural. Un tiempo que carece de presente, porque los instantes del destino sólo los hay en las novelas malas, y pasado y futuro igualmente tan sólo se conocen en modificaciones peculiares.

Destino y carácter

Obras II, 1, p. 180

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La crítica grande ha de dar razón de la verdad de las obras, como lo exige el arte no en menor grado que la filosofía.

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Esa eternidad en que Proust nos inicia es aquella del tiempo entrecruzado, y no el ilimitado. Por cuanto Proust nos habla del transcurso del tiempo en su figura real, entrecruzada, esa que en ningún otro lugar viene a imperar más claramente que en lo interior, en el recuerdo, y en el envejecimiento, en lo exterior. El perseguir la combinación de envejecimiento y recuerdo significa entrar al interior del corazón del mundo proustiano, al universo del entrecruzamiento. Se trata, pues, del mundo en el estado de la semejanza, y en él imperan las ‘correspondencias’, que el romanticismo y Baudelaire fueron los primeros en captar, pero que Proust es el único en sacar a la luz en nuestra vida. Algo que es obra de la mémoire involontaire, de aquella fuerza rejuvenecedora que hace frente al envejecimiento inexorable.

Hacia la imagen de Proust

Obras II, 1, p. 326-327

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No tenemos tiempo de vivir los verdaderos dramas de la existencia que a cada uno está determinada. Eso es lo que nos hace envejecer […]. Las arrugas del rostro son las huellas de las grandes pasiones, de los vicios, de los conocimientos que nos visitaron cuando nosotros no estábamos en casa.

Hacia la imagen de Proust

Obras II, 1, p. 327

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Hubo de ser [Kraus] el desesperado el que, por su parte, descubriera en la cita una fuerza no de conservar, sino más bien de purificar, y de destruir y sacar de contexto; la única que infunde todavía la esperanza de que algunas cosas sobrevivan a este escaso espacio temporal, precisamente porque las han sacado de él.

Karl Kraus

Obras II, 1, p. 374

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Pero, ¿qué es el aura? El entretejerse siempre extraño del espacio y el tiempo; la aparición irrepetible de una lejanía, por más cerca que ésta pueda hallarse.

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Como vivo en milenios, siempre se me hace raro el oír hablar de las estatuas o los monumentos. No consigo pensar en una estatua que le esté dedicada a un hombre de mérito sin imaginarla derribada y destruida a causa de las guerras del futuro. Los barrotes de Coudray que están en torno a la tumba de Wieland ya los veo relucir como herraduras bajo los cascos de una caballería venidera.

Christoph Martin Wieland

Conversación de Goethe con Eckermann, 5 de julio de 1827. Cit. en Obras II, 1, p. 424

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La información tiene interés tan sólo en el breve instante en el que es nueva. Sólo está viva durante ese instante, y a él se entrega por completo sin tener ningún tiempo que perder. Pero la narración jamás se entrega, sino que, al contrario, concentra sus fuerzas, y, aún mucho después, sigue siendo capaz de desplegarse.

El narrador

Obras II, 2, p. 48

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Georg Lukács ha visto en la novela «la forma transcendental de la apatridia». Pero la novela también es, igualmente de acuerdo con Lukács, la única de las formas literarias que acoge al tiempo entre sus principios constitutivos. «El tiempo», escribe Lukács en la Teoría de la novela, «sólo puede ser constitutivo una vez cesa su vinculación con la patria transcendental en cuanto tal [...]. En efecto, tan sólo en la novela [...] se separan la vida y el sentido, y, por tanto, lo temporal y lo esencial; casi puede decirse: toda la acción interior de la novela no es nunca otra cosa que una lucha entablada con las fuerzas del tiempo».

El narrador

Obras II, 2, p. 57

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«Nunca digas tu nombre exactamente, / siempre nombrarás a otro con él. / ¿Por qué dices tan alto tu opinión? Olvídala, pues igual da cuál sea. / No recuerdes nada durante más tiempo del que dura».

¿Qué es el teatro épico?

Bertolt Brecht, Gesammelte Werke, Frankfurt am Main, 1967, vol. I, p. 345. Cit. en W. Benjamin, Obras II, 2, p. 132 n.

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El estancamiento producido de pronto en lo que es el flujo real de la vida, instante en que su curso se detiene, es perceptible ahí como reflujo: y uno que, sin duda, es el asombro. La dialéctica en estado de parálisis es su auténtico objeto. Es el peñasco a partir del cual la mirada se hunde dentro de la corriente de las cosas. […] Pero si el torrente de las cosas se rompe en el peñasco del asombro, ya no hay diferencia entre una vida y una palabra humana. En el teatro épico, ambas son la cresta de la ola que hace alumbrar la vida desde el lecho del tiempo, lucir por un momento en el vacío e irse luego al fondo nuevamente.

¿Qué es el teatro épico?

Obras II, 2, p. 136

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En la medida en que la conexión entre la culpa y la expiación es temporalmente mágica, esta concreta magia temporal aparece en la mancha sobre todo, en el sentido de que la resistencia del presente entre pasado y futuro queda ahí anulada y éstos irrumpen mágicamente unificados precisamente sobre el pecador.

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Es muy común hablar de la eternidad de las obras, y se intenta atribuir a las más grandes duración y autoridad durante siglos, sin darse cuenta de que, de ese modo, se da el peligro de petrificarlas como copias museísticas de sí mismas. Pues, para decirlo brevemente, la ‘eternidad’ propia de las obras no es lo mismo que su viva duración. Y, para saber en qué consiste precisamente esta duración, lo mejor será confrontarlas con creaciones que les sean afines pertenecientes a nuestra propia época.

E. T. A. Hoffmann y Oskar Panizza

Obras II, 2, p. 253

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Recordemos ahora el dadaísmo. Su fortaleza revolucionaria consistía en examinar la autenticidad del arte. Los dadaístas elaboraban bodegones a partir de billetes, carretes, cigarrillos... combinados con ciertos elementos pictóricos. Todo esto finalmente se enmarcaba, para así poder decir al público: «Mirad bien, el tiempo hace estallar el marco que protege vuestros cuadros; el trozo más pequeño procedente de la vida cotidiana dice mucho más que la pintura»; al igual que la huella ensangrentada del dedo de un asesino impresa en la página de un libro nos dice más que el texto.

El autor como productor

Obras II, 2, p. 306

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¡Detente! ¡Eres tan bello! / Entonces ya podrás encadenarme, / aceptaré entonces sucumbir. / Sonará la campana de difuntos, / y quedarás dispensado de tus obligaciones. / Se parará el reloj, caerán las manecillas: / y entonces el tiempo ya se habrá acabado para mí.

Goethe

Johann Wolfgang Goethe, Fausto I, versos 1700-1706. Cit. en W. Benjamin, Obras II, 2, pp. 353 n.

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La riqueza y la velocidad son hoy por cierto eso que el mundo admira y que todos desean. Los ferrocarriles, los vapores, el correo y todas las facilidades de la comunicación son lo que ahora busca el mundo culto para cultivarse todavía permaneciendo en la mediocridad... Propiamente, este siglo corresponde a las cabezas capaces, a las personas prácticas que, provistas de cierta destreza, sientan su superioridad sobre los muchos, sin que tengan talento para cumplir lo máximo. Mantengámonos pues lo más posible en la mentalidad con que vinimos, y así tal vez, con unos pocos, podamos ser los últimos de un tiempo que tardará bastante en regresar.

Alemanes

Carta de J. W. Goethe a K. F. Zelter del 6 de junio de 1825. Cit. en W. Benjamin, Obras IV, 1, p. 94.

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Las sesiones del Comité de la Luna son muy breves, por cuanto el tiempo que se les concede a los oradores en la Luna es muy escaso. Pues los habitantes de la Luna no ingieren ningún otro alimento que el silencio de sus conciudadanos, que por tanto no les gusta interrumpir.

Lichtenberg. Un perfil

Gesammelte Schriften, IV, 2, p. 697

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El lema de Balzac puede aplicarse a desvelar la era del Infierno. Porque nos revela que este tiempo no quiere saber nada de la muerte y que la moda hace burla de ella; que la aceleración que sufre el tráfico y el tempo a que se comunican las noticias –al ritmo de edición de los periódicos–, se dirigen al hecho de eliminar toda interrupción, todo fin abrupto y repentino, de modo que la muerte, como corte, sólo se da como continuidad con lo rectilíneo del curso [...] del tiempo.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, B 2, 4

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El tedio es un tejido gris y cálido revestido por dentro con el paño de seda más coloreado y más ardiente. En él nos envolvemos al soñar. [...] ¿Quién sería capaz, de un manotazo, de volver hacia afuera, de repente, el tejido del tiempo?

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, D 2 a, 1

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No se debe dejar pasar el tiempo, sino que hay que invitarlo a que nos venga. Dejar pasar el tiempo –rechazarlo, expulsarlo–: el jugador. El tiempo le gotea por los poros. Cargar tiempo, como una batería se va cargando de electricidad: ése es el caso del flâneur. Y, por fin, el tercero: carga el tiempo y sólo lo libera cuando ya ha adoptado otra figura –la de la expectativa–: del que aguarda.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, D 3, 4

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Si es posible concebir el mundo como determinada magnitud de fuerza y en tanto que un número específico de centros de fuerza, [...] de eso mismo se sigue que, al interior del gran juego de dados en el que consiste su existir tiene que atravesar forzosamente un número de combinaciones calculable. En un tiempo infinito, cualquier combinación de las posibles se habría alcanzado alguna vez; todavía podemos decir más: se habría alcanzado infinitas veces. Y así, teniendo en cuenta que entre cada una de las combinaciones y el que es su próximo retorno tendrían que haberse ido sucediendo todas las demás combinaciones que aún fueran posibles, [...] de ese modo se habría demostrado todo un ciclo de series completamente idénticas.

Obra de los pasajes

Friedrich Nietzsche. Gesammelte Werke, Múnich, 1926, vol. XIX, p. 373. Cit. en Obra de los pasajes, D 8 a, 1

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La fe en el progreso –perfectibilidad inacabable, infinita tarea en la moral– y la punzante representación del eterno retorno son pues complementarias. Son las imborrables antinomias frente a las que se impone el desarrollo del concepto dialéctico propio del tiempo histórico.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, D 10 a, 5

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En las últimas páginas de Materia y memoria, Bergson termina desarrollando la tesis de que la percepción es función del tiempo.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, H 1 a, 5

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Quizá es posible concretar así el secreto motivo que subyace al coleccionismo: abre el combate con la dispersión. Al gran coleccionista le perturba de modo por completo originario la dispersión y el caos en que se halla toda cosa en el mundo. [...] El alegórico en cambio representa el polo opuesto del coleccionista. Ha renunciado a iluminar las cosas con el empleo de la investigación de sus afinidades o su esencia. Así que las desliga de su entorno, mientras que deja [...] a su melancolía iluminar su significado. El coleccionista, por su parte, liga aquello en que ve correspondencia; así puede alcanzar una enseñanza sobre las cosas por sus afinidades o su sucesión en cuanto al tiempo. [...] En lo que atañe al coleccionista, su colección jamás está completa, y aunque le falte una sola pieza, lo coleccionado permanece como mero fragmento, como desde siempre son las cosas en cuanto hace a la alegoría.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, H 4 a, 1

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Casi toda nuestra originalidad nos viene de ese sello que imprime el tiempo en nuestras sensaciones.

Obra de los pasajes

Charles Baudelaire. Lart romantique, ed. Hachette, vol. 3, París, p. 72. Cit. en Obra de los pasajes, J 6 a, 2

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Llevó como un trofeo doloroso [...] lo que quizá podríamos llamar espesor de recuerdos, hasta tal punto que parece estar viviendo una paramnesia continuada [...]. El poeta lleva una viva duración que los olores despiertan [...] y con la cual se confunden [...]. Esta ciudad [...] es una duración, forma inveterada de la vida; es una memoria.

Obra de los pasajes

Albert Thibaudet. Interieurs, París, pp. 24-27. Cit en Obra de los pasajes, J 14, 2

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Que se interrumpiera el curso del mundo: ése era el deseo más arraigado y hondo en Baudelaire. Como era el deseo de Josué.[...] Y por ese deseo, y alentándola, acompañó a la muerte con sus obras.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, J 50, 2

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Allí en donde la modernidad se muestra finalmente emparentada, íntimamente, con el mundo antiguo es en el caso de la fugacidad [de su tiempo].

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, J 57 a, 3

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La conciencia del curso vacío del tiempo junto a lo que es el taedium vitae son como dos pesas que mantienen en marcha el engranaje de la melancolía.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, J 69, 5

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A la visión del flâneur, mientras camina, van penetrando en el paisaje y el instante tiempos y tierras lejanas.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, M 2, 4

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Pues el índice histórico de las imágenes no nos dice tan sólo su pertenencia a un tiempo bien concreto; nos dice, sobre todo, que tan sólo en un tiempo bien concreto vienen a un punto de legibilidad. Y ese ‘venir a legibilidad’ es un punto crítico concreto del movimiento dado en su interior. Porque todo presente se concreta por las imágenes que le son sincrónicas: y es que todo ahora es el ahora de una concreta cognoscibilidad. Ahí, en ese ahora, la verdad aparece en tensión, hasta estallar: cargada de tiempo.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, N 3, 1

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Es imprescindible hoy apartarse del concepto de ‘verdad intemporal’. Mas la verdad no es –como cree el marxismo–, sóla y únicamente, una función temporal del conocer, sino que está ligada a lo que es un núcleo temporal, que se halla inmerso, de modo simultáneo, en quien conoce y en lo que se conoce.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, N 3, 2

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La estricta concepción del tiempo histórico reposa enteramente sobre la imagen de la redención.

Obra de los pasajes

Lotze. Microcosmos, III, Leipzig, 1864, p. 49. Cit. en Obra de los pasajes, N 13 a, 1

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